V. Quédate hasta el alba

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 ¿Qué hicimos?  Preguntó, aturdida.

 No te preocupes, nena.  La besó en la coronilla.

 ¿Y nuestra amistad?

 Nada pasará. ¿Confías en mí?

 Sí.

Ella le rodeó la cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su pecho, permanecieron así un rato, bebiendo el resto del vino en completo silencio. Los ojos de Victoria se llenaron de lágrimas pero se contuvo, la confusión y el efecto del alcohol provocaron esto, no era la mejor oportunidad para dejar salir todo lo que tenía en su pecho; odiaba sentirse así, tan vulnerable, impulsiva, sentimental. Fue como si cayera un muro... Un muro que ella había construido a lo largo de los años para no ser lastimada.

 Vicky... No lo pienses tanto ahora, estás un poco borracha.

 ¡Tienes razón!  Ella levantó el rostro para mirarlo, con una sonrisa visiblemente ebria.

 Che, un poco más de lo que pensaba...  La sonrió dulcemente, tomando su rostro con una mano y acariciándolo con el pulgar.

No pasó mucho tiempo y empezaran a charlar de nuevo. A buena distancia sólo se escuchaban sus risas y sus palabras sueltas y excitadas. Estaban completamente relajados uno al lado del otro, dejándose llevar por el grato momento. Ya era el comienzo de la noche cuando compartieron un segundo beso, esta vez más largo y se dejaron caer sobre la sábana, entregándose al acto lleno de pasión. Aún acostado, Gustavo pensó que era hora de irse, no dejaría Victoria sola, irían a su casa donde él podría cuidarla y asegurarse de que dormiría bien.

 ¿Vamos?  La miró, metiendo un mechón de su cabello detrás de su oreja.

 ¡Ay no! ¡Estoy de vacaciones!  Gimió en oposición.

 ¡Y muy ebria!

Él se levantó, colocándose frente a ella y tomándole las manos para ayudarla a levantarse también. Después de guardar sus pertenencias en la mochila, los dos caminaron un rato hasta la siguiente estación de taxis.

 Vamos a mi casa, no te dejaré sola hasta que te sientas mejor.

Ella asintió y cogeron un taxi hasta su destino. El conductor parecía claramente molesto con el hecho de que llevaba a una joven en su auto en el estado que ella se encontraba, pero a Gustavo no le podría importar menos: Lo único que le importaba en serio era estar lo suficientemente cerca de su amiga. Ella apoyó la cabeza en su hombro permitiéndole oler el suave aroma de su cabello, las luces parpadeantes que pasaban por las ventanillas del auto revelaban la expresión serena que tenía la chica en ese momento... Gus sabía que esa escena se repetiría innumerables veces en su memoria.

Cuando bajaran del auto, él la guió hasta la puerta y caminaron silenciosamente por el pasillo. En la sala de televisión de la familia Cerati estaban sus padres y sus hermanas, Vicky agradecía mentalmente que nadie hubiera notado su presencia, no era el mejor momento para hablar con ellos.

En la habitación había una amplia cama para dos, Victoria se sentó en el borde mientras él iba al baño. Gustavo regresó a su habitación, sin la remera y solo con tus jeans, definitivamente no sabía cuánto afecto tenía esa visión sobre ella.

"Mierda... Es tan guapo." Ella pensó, luchando para que no lo hiciera audible. Admiraba su cuerpo delgado, sus perfectas clavículas y cuello eran demasiado atractivos. Intentó con todas sus fuerzas centrar sus pensamientos en otras cosas. Afortunadamente, Gus rompió el silencio, devolviéndola a la realidad.

Envenenara Mi SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora