XXXII. Medicina

46 6 13
                                    

Victoria's pov:

Poco a poco, fui calmándome en las horas que parecían más largas de lo normal. El hecho de que Gustavo hubiera ocultado tantas cosas de mí (aunque algo dentro de mí ya me hacía saber todo) era tan pesado y desgastante que tenía la sensación de estar a kilómetros de distancia de él, aunque estuviéramos bajo el mismo techo. Y lo peor era mirarlo. Era tan doloroso darse cuenta de que su rostro ya no significaba solo amor y seguridad en mi vida, sino también preocupaciones e incertidumbres, que en su sonrisa estaban ocultos tantos dolores nunca antes dichos. No quería confrontarlo, todavía no tenía la fuerza necesaria para escuchar las cosas que no sabía, detalladamente.

Lo abracé por detrás, apoyando mi rostro en su espalda y escuchando los latidos de su corazón, su respiración entrecortada. Por un tiempo nos quedamos así, acurrucados en el sofá sin decir una sola palabra, el silencio hacía todo más frágil, pero paradójicamente, también nos unía. Lo necesitaba tanto, pero ¿qué se hace cuando las mismas personas que consuelan nuestros corazones también son el origen de nuestros mayores desafíos? Podía sentir la tensión en él, como si estuviera sosteniendo un peso insoportable solo. Lentamente, se giró para enfrentar mi mirada, sus ojos empañados reflejando una mezcla compleja de culpa, tristeza y un profundo deseo de arreglar las cosas. Ahora estábamos frente a frente.

Nuestros ojos se encontraron, y un nudo se formó en mi garganta al ver sus lágrimas escapar, trazando caminos solitarios. Permanecí en silencio, luchando contra mis propias lágrimas que amenazaban con escapar. Todo el peso emocional de lo que descubría, mezclado con el amor que todavía sentía por él, era casi demasiado para soportar. Finalmente, después de un largo momento, dejé que las lágrimas cayeran libremente, ya no conteniendo el dolor y la confusión que se habían acumulado en mí. Gustavo me envolvió en sus brazos, llorando junto conmigo, sus palabras de disculpa perdidas en el aire entre nosotros. Quería consolarlo, besarlo y decirle cuánto lo amaba, a pesar de todo, pero me sentía dividida entre ese deseo y la necesidad de entender completamente la magnitud de las cosas escondidas. La sensación de fragilidad era abrumadora, como si estuviéramos al borde de un abismo emocional, pero agarrándonos desesperadamente el uno al otro para evitar caer completamente.

En un gesto instintivo, sostuve su rostro entre mis manos, sintiendo la textura familiar de su piel bajo mis dedos temblorosos.

- Gustavo, - Comencé con la voz entrecortada, luchando por encontrar las palabras correctas. - Tenemos mucho que enfrentar... mucho de qué hablar. Pero no quiero rendirme con nosotros. No ahora.

- Quiero ser mejor, para los dos. - Asintió con los ojos cerrados mientras una lágrima se escapaba de sus pestañas.

Deposité besos rápidos y delicados en sus labios, mostrando que el amor que aún sentía por él estaba ahí, innegable y fuerte, pero ahora acompañado por un miedo latente que nunca había sentido antes. Y así, tuve miedo del futuro, una vez más. Miedo de que su futuro fuera como el de Ana, miedo de perder el control. Independientemente de lo que el tiempo nos trajera, tendría la certeza de que lo amé con cada célula de mi cuerpo y de todo lo que Gustavo me había enseñado sobre el amor.

- Te amo. - Murmuré finalmente, sin poder evitar que mis propias lágrimas rodaran por mi rostro. - Pero no sé si puedo simplemente olvidar todo esto...

- Lo entiendo. - Dijo él con una voz ronca, cargada de arrepentimiento. - Y no espero que lo olvides. Solo espero tener una oportunidad de arreglar las cosas, de ser quien mereces que yo sea.

- Y tampoco sé si puedo dejarte ir así. - Completé.

Él bajó la cabeza, con una notable decepción.

- ¿Y se te pasó por la cabeza dejarme? - Su voz fue casi un susurro.

- Sí, Gustavo. - Las palabras salieron cargadas de angustia. Vi su expresión contraerse, como si mi confesión lo hubiera golpeado físicamente.

Envenenara Mi SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora