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-¿Quieres que te sirva un poco? - pregunto señalando la botella de makgeolli - Mi madre me regaló muchos trastos que aun no logro usar.

-Si te parece. Creo que lo voy a necesitar.

También necesitaría un poco de dignidad después de pedirle que le bajara los cazos, porque su estatura lo limitaba. Al extendérselas, lo tuvo a pocos centímetros de el. El calor de su piel desató la descompostura de la que temía padecer, haciéndolo hiperventilar. No le ayudó la forma casual en la que él se inclinaba hacia el, como queriendo robarle un beso. Lo esperó, pero no llegó.

Tomó ambos cazos de sus manos.

-Gracias.

Sirvió el alcohol en ellos. Se preguntó si era correcto ponerse a tomar con ese hombre a tan poca distancia. Al mismo tiempo se dijo que lo necesitaba, así que dio el primer trago mirándolo fijamente. El hizo lo mismo. Después, le sonrió.

-No estés tan nervioso. Solo tomaré lo que quieras darme.

-Tengo agua y soda de naranja si gustas.

-No me refería a la bebida.

-Lo sé.

Chang lo invitó a la sala donde lo vio desplomarse en el sofá más largo. Acomodándose la camisa, se sentó junto a él.

-¿Puedo comenzar yo? - preguntó el.

-Por supuesto - contesto Joo.

Bien - asintió-. Normalmente no suelo andar tan nervioso, pero tampoco me he puesto antes en una situación como la nuestra.

-Que seamos dos.

-Seamos dos — se llevó el cazo a la boca, pero no bebió de el. Lo apartó y dedicó unos segundos a mirarlo—. ¿Por qué te tomó casi tres semanas buscarme?

-Querías que nos separáramos y yo te dije que respetaría tu decisión.

-Sin embargo, aquí estás.

-Sin embargo, aquí estoy -asintió-. He tenido una mala racha con mis dibujos. Siento que volví a mi etapa de principiante. En las últimas semanas, he trazado el boceto de tu rostro hasta arruinarlo con trazos a fuerza y exagerados. El lugar que solía ser mi santuario ahora me habla de ti a cada rato. Lo dije en serio, Chang, yo allí no llevo amantes. Debí darme cuenta de que algo había entre nosotros cuando te permití pasar. Lo que si lo hizo fue la separación de semanas. Comencé a extrañar pequeñeces, como nuestras discusiones y las bromas sin sentido, las pláticas profundas. No me había sentido a gusto con ninguna persona en mucho tiempo.

Changkyun continuó bebiendo para evitar que se le escapara un grito.

—Crecer bajo las normas y protocolos de una familia como la mía te obliga a controlar tus sentimientos sin importar que seas un niño que acababa de perder a su madre. Mi niñez transcurrió así, callada. Mi padre me compensaba con cualquier tontería, cualquier capricho. Me distraía. Llegó un punto en mi vida donde añoré compañía, pero yo no quería querer. Amar duele cuando el miedo a perder te domina. Sabía que no podría soportar querer a alguien y que luego se fuera.

Lo escuchó reír, pero sin humor, subiendo y bajando el cazo mientras observaba el líquido moverse.

-Así nació un mujeriego. Las compañías efímeras no resuelven nada.

Asintió, y después bebió.

-De las cuestiones de la vida no soy un buen alumno. Tomo los caminos fáciles, los cortos.

-¿Y yo?

-Tú, tú eres muchas cosas, pero fácil no es una de ellas. Por eso me encantas.

El recipiente le comenzó a temblar en las manos.

El Hijo del presidente - JookyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora