Erase una vez...

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Érase una vez, hace no mucho tiempo, un ángel y un diablo que por cosas del destino se encontraron en un momento de su eternidad. El ángel era inocente, su corazón puro y su bondad infinita; en cambio el diablo tenía un corazón roto, un dolor profundo y su inocencia fue arrebatada a temprana edad, siendo él aun un niño. ¿Quién diría que dos seres tan distintos como majestuosos se enamorarían perdidamente uno del otro?

Ambos eran jóvenes, apenas conocían el mundo, y así de la nada se encontraron por casualidad, o puede que fuera obra del destino. Ella, el ángel, se enamoró de esos ojos color oro y él, el diablo, se enamoró de esa sonrisa llena de vida. Se enamoraron tan perdidamente que se olvidaron de una cosa muy importante: que eran de mundos distintos.

Además de pertenecer a mundos distinto, ambos eran muy diferentes, pues, al fin y al cabo, seguían siendo un ángel y un diablo.

Ella ansiaba con enseñarle su mundo, su paraíso. Deseaba con su corazón que se volviera como ella, que empezara a creer en los cuentos de hadas y que de alguna forma empezara a creer en el amor para toda la vida, con fidelidad ante solo una persona, ella. Mientras tanto él no quería moverse del infierno pues creía firmemente que no merecía conocer el paraíso al que pertenecía su amada.

Al final discutían y se gritaban, pero siempre volvían uno a los brazos del otro. Volvían porque se necesitaban tanto, como el aire para respirar. Se amaban tanto que se negaban ir al otro porque sabían a ciencia cierta que jamás amarían a alguien como se amaban ellos.

Al final el ángel decidió arriesgarse e ir al mismísimo infierno con tal de estar con su amado diablo. Pero como era de esperarse no aguanto mucho, pues el fuego del infierno la quemo viva, la dañaron y le hicieron sufrir tanto que llego a odiarlo. Ella le grito, en ese momento parecía que eran eternos enemigos, como el mundo esperaba de un ángel y un diablo. Ella volvió al paraíso en un mar de lágrimas; mientras ella abandonaba los límites de su reino, el diablo soltó una sola lagrima negra y se dio cuenta que había perdido a su ángel de la guarda para siempre, al amor de su vida eterna.

El tiempo paso y ella curo sus heridas, parecía que volvía a ser la de siempre; sonreía y hacia su labor como ángel: iluminar los días de los demás, custodiarles y protegerles. Algunas noches mientras miraba el estrellado cielo pensaba en él y se preguntaba que fue de aquel diablo, aquel amado que guardaba como un precioso recuerdo en el corazón.

En cambio, él se pasaba noches en vela pensando en su dulce ángel mientras se consumía en su dolor, mientras dejaba que su propio infierno lo matara lentamente. El diablo vive arrepentido, se arrepiente cada día de las malas decisiones que tomo en el pasado y desea con todas sus fuerzas que todo hubiera pasado de forma distinta, para poder estar con su amada ángel.

Al final del cuento, ni yo le merecía a él, ni el me merecía a mí. Solo fuimos un ángel y un diablo que se enamoraron perdidamente uno del otro, pero que también se rompieron en mil pedazos. Aunque no hayamos acabado juntos siempre seré su ángel, su ángel de la guarda... El amor de su vida.

Secuelas de un corazón roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora