Danza de la muerte

72 4 0
                                    

Cuando recobro el conocimiento, el dolor en mi cabeza aún palpita con intensidad. Abro los ojos lentamente, pero todo está borroso y desenfocado. Parpadeo varias veces, tratando de enfocar la vista, y poco a poco las formas comienzan a tomar definición.

Me encuentro en una habitación desconocida. La luz es tenue, apenas suficiente para iluminar el contorno de las paredes. Una sensación de desorientación me envuelve, y mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras trato de recordar cómo llegué aquí.

Entonces, los recuerdos regresan, fragmentados y confusos. La casa de Marco, la oscuridad, el golpe... Mario. La imagen de su rostro me hace estremecer. ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

Con esfuerzo, me incorporo, sintiendo un mareo punzante. La habitación gira a mi alrededor, pero me obligo a mantener la compostura. Mi mente corre buscando una salida, una solución a esta pesadilla.

Entonces, la impactante realidad se hace evidente: mis muñecas están atadas con una muñequera de sujeción, de esas que suelen usar en los psiquiátricos. Un escalofrío recorre mi espalda al darme cuenta de lo que significa. Esta debe de ser la misma forma en que él ataba a sus víctimas, sin dejarles marca alguna...

La sensación de opresión se intensifica mientras la imagen de sus acciones monstruosas se proyecta en mi mente. Cada clic de la muñequera parece resonar como un eco ominoso de su retorcido control sobre mí. El miedo se apodera de mis pensamientos

Observo detenidamente la habitación que me rodea. Aunque es pequeña, tiene una sensación de amplitud que resulta inquietante. A mi izquierda, unas escaleras se perfilan en la oscuridad. Delante de mí, una mesa quirúrgica ocupa el centro, su sola imagen provoca que estremezca en lo más profundo. A mi derecha, otras escaleras de madera se desvanecen en la penumbra, como si llevaran a un mundo completamente distinto. La tenue luz que ilumina la habitación apenas es suficiente para disipar la oscuridad que la rodea, y el frío se filtra implacablemente por cada grieta y rendija. Mis piernas se erizan bajo el vestido que he elegido llevar, lamentando no haber optado por unos cómodos tejanos que ahora me protegerían del frío.

Oigo unos pasos descender por las escaleras de mi derecha, y mi cuerpo se tensa automáticamente. El temor me invade cada centímetro, sabiendo que voy a toparme directamente con los ojos duros de Mario.

—¿Ya estás despierta? —murmura una voz desde las sombras. Mi corazón late con fuerza contra mi pecho, como única prueba de que sigo viva, porque el resto de mi cuerpo se paraliza ante la imagen que tengo delante.

Es Marco quien emerge de la oscuridad, con una sonrisa cruel marcada en el rostro. Cierro los ojos por un instante, como si al abrirlos todo fuera una pesadilla, pero al hacerlo, la realidad me golpea con fuerza. ¿Cómo puede ser posible? ¿Por qué Marco está aquí? Mi mente lucha por encontrar respuestas mientras su figura se recorta contra la escasa luz, y el miedo me envuelve como un manto oscuro.

—Pareces sorprendida, y no sé si eso me ofende. —Sonríe mientras se acerca a mí, su presencia envuelve la habitación con una sensación de peligro palpable.

—¿Tú? —tartamudeo, incapaz de creer que quien me haya atacado y atado aquí sea él y no su hermano.

—Yo. —Murmura juguetón, sus palabras llenas de un oscuro placer por la situación. 

—¿Y Mario? —Marco pone un mohín decepcionado.

—¿Te preparo todo esto y me preguntas por mi hermano? —cuestiona, haciendo un gesto de ofendido. La ironía en su tono me hace estremecer, y sé que debo ser cautelosa con mis palabras. La luz tenue de la habitación resalta los rasgos duros de su rostro, y sus ojos parecen brillar con un brillo malévolo. 

InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora