Capítulo 4

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Tenemos un problema.

Sentado en el sillón de piel frente al fuego de su estudio, Yibo levantó la vista del libro que estaba leyendo para encontrarse con su más reciente Alto General, y segundo al mando, parado frente a él. No le gustaba que sus soldados se materializaran sin advertirle primero. Si no fuera su hijo y si no se pareciera tanto a su padre a quien amaba más que a nada en el mundo, lo mataría por la intromisión.

Irritado con él giró la página lentamente antes de responder a su explosión emocional.

—Yo no tengo ningún problema, Noeul. ¿Te molestaría decirme el tuyo?

Con una expresión irritada que retorció sus hermosas facciones en un ceño fiero, Noeul le miró con furia, otro rasgo que compartía con su ardiente padre.

—¿El demonio que escapó de tu fiesta, al que Phrix atacó con tu juguete nuevo? De aquí se fue al santuario donde explotó sobre uno de los osos.

Tuvo que evitar alzar la comisura de la boca por lo gracioso de esa singularidad. Lástima que se perdiera ver al oso rociado con entrañas de demonio. Eso tuvo que haber sido divertido.

—Y eso me preocupa, ¿por qué?

—Los DarkHunters no lo saben a ciencia cierta, pero creen que caminamos a la luz del día. El gato proverbial escapó de su bolsa y se ha cagado sobre tus cuidadosamente trazados planes... Padre.

Oh, eso era de verdad molesto e hizo que quisiera arrancarle el corazón a alguien. Por suerte para Noeul, lo amaba lo suficiente para frenar ese impulso

Por el momento.

Yibo maldijo la pérdida de la ventaja sobre sus enemigos. Eso era algo que no podía permitirse.

—¿Y cómo lo sabes?

—Tengo un espía en el club que escuchó a los osos y lobos hablar de ello. Felicidades, Padre. Estamos oficialmente jodidos.

Ignoró el sarcasmo.

—¿ tienes un espía en el Santuario? —Estaba impresionado por su impulso e iniciativa.

Esa era una de las muchas razones por las que había remplazado a Tonnam por él. Tonnam tenía aún algo que decir acerca de ser remplazado. Por su puesto, no tenía más remedio que vivir con ello.

Si no, Yibo le mataría por atreverse a protestar. Aunque para ser honesto, Tonnam había parecido más bien aliviado de ser quitado del mando. Pero eso no importaba aquí ni ahora.

Noeul cruzó los brazos sobre el pecho.

—Tengo muchos amigos en los barrios bajos —le dedicó una mirada que definitivamente había sido heredada en su mayoría de la personalidad mordaz de su padre—. Familia también.

Y no podía estar más orgulloso a pesar de que era una acusación obvia. Otra de las razones por las que lo había promovido. A diferencia de Tonnam, no le daba la impresión de que fuera a mearse cada vez que tenía una audiencia con él.

—Buen chico. ¿El espía te dijo algo más que sea pertinente?

—El esposo de Mew está embarazado de tres meses.

Yibo se paralizó mientras una ira cruda le alcanzaba.

Una de las causas eran los celos, pura y simple. No era justo que Mew pudiera engendrar mientras esa capacidad había sido arrancada de él y sus compañeros Daimons por algo que ellos ni siquiera habían hecho o incluso participado. Como Apolitas, ellos podían tener hijos durante un breve periodo en sus seriamente truncadas vidas. Pero en el momento en que se rehusaban a recostarse y sufrir una horripilante muerte a la edad de veintisiete, cuando ellos se convertían en Daimons, ese derecho terminaba.

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