Capítulo 6

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Sin otra arma en la cual confiar, Prem hundió los colmillos en el brazo del Daimon un instante antes de que lo hubiera conducido a través del portal.

Maldiciendo, lo dejó caer.

Golpeó duro el suelo, pero afortunadamente liberó el brazo y parte del cuerpo de la red. Se movió para rodar fuera y liberarse por debajo. El Daimon se recuperó y lo atrapó, entonces lanzó la red sobre él otra vez.

¡Uf! Intentó pelear, pero esa condenada red lo imposibilitó.

La rodó sobre la espalda, dejando al descubierto sus propios colmillos sobre él, entonces le hundió una daga profundamente en el centro del pecho algo que sólo un Daimon con poderes sobrehumanos podría hacer. Si fuera humano o un Daimon, lo habría matado instantáneamente.

Así las cosas, ardió hasta la locura. Y si el idiota hubiera poseído un cerebro, hubiera sabido que si lo hubiera dejado en el corazón, también lo podría haber matado. Pero afortunadamente para él, carecía estrictamente de intelecto y tiró de él libre para dejarlo sangrar.

Algo que no lo mataría. Sólo lo pondría completamente furioso.

—Duele, ¿verdad? —gruñó él—. ¿A cuántos de mi gente has matado de ese modo?

—Aparentemente me faltó uno —dijo entre los dientes apretados mientras luchaba contra el dolor—. Pero no cometeré ese error de nuevo.

Él se rió.

Entonces se fue volando sobre Prem, de cabeza hacia la pared.

Completamente anonadado, observó cómo Boun azotaba la red fuera de su cuerpo y la arrojaba para envolver al Daimon. Usando la red, giró al Daimon alrededor, entonces lo hizo volar a la pared del otro lado de su cama. El Daimon golpeó tan duro, que pasó a través del yeso y aterrizó en un enredado montón, la mitad en su dormitorio y la otra mitad en el corredor.

El oso tenía fuerza. No se podía negar eso.

Prem se empujó hacia arriba sólo para resbalar sobre la sangre que aún le fluía del pecho.

Agarró la daga que el Daimon había dejado caer y fue a por el bastardo.

Desafortunadamente, su caída a través de la pared arrojó la red fuera de la mayor parte de su cuerpo, permitiéndole ponerse de pie. Él se paró para atacar.

—Muévete, Oso —gruñó Prem.

Boun no tuvo tiempo de obedecer antes de que una daga pasara zumbando por delante de la mejilla tan cerca que juraría que le cortó las patillas. Ésta se enterró en el pecho del Daimon.

Con una última maldición, el Daimon explotó en una lluvia de polvo dorado, abandonando la red que había estado alrededor de sus pies para caer al suelo.

Girándose, Boun estrechó la mirada sobre la entrada por la que los otros habían desaparecido. Tanto tiempo como estuviera abierta, los Daimons podrían regresar y agarrar a Prem, quien ahora había caído repentinamente contra su cama. Estaba sangrando como loco y jadeante de agonía por la lesión. Esa vista le hizo querer reanimar al Daimon para poder arrancarle el corazón y dárselo a comer a él.

Pero primero tenía que sacarlo de aquí.

Sin un segundo pensamiento, lo recogió en brazos, agarró la red del suelo para impedirle a los Daimons reclamarlo, y usó sus poderes para teletransportarlo al consultorio de Carson en el Santuario donde esperaba que el doctor lo pudiera ayudar a dejar de sangrar.

Sin un segundo pensamiento, lo recogió en brazos, agarró la red del suelo para impedirle a los Daimons reclamarlo, y usó sus poderes para teletransportarlo al consultorio de Carson en el Santuario donde esperaba que el doctor lo pudiera ayudar a d...

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˗ˏˋ 20 BounPremˎˊ˗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora