Yibo se detuvo sobre los restos humeantes de los Daimons que le habían fallado. Realmente, no podía soportar la incompetencia.
Zhan se puso a golpear el brazo de la silla con las largas uñas de color rojo con un ritmo constante mientras le miraba con una luz divertida en los ojos.
—¿Te sientes mejor, mi amor?
—En realidad, no. Creo que debería reanimarlos sólo para poder volverlos a matar.
Zhan arrugó la nariz con diversión.
—Realmente, te amo, conejito. —Sólo él podía salir de esa llamándole así. Cualquier otro sería...
Otra mancha en el suelo.
Yibo soltó un frustrado suspiro.
—Nuestro Hunter sabe que vamos detrás de él y que tenemos las redes de la tía Artie... ¿Sabes el problema que ocasiona el envío de esos idiotas, que no tienen interés personal en lograr los objetivos?
—Ellos no se preocupan —respondió Zhan—. Pero creo que la rotura de su eterna maldición haría que cualquier Deimon tuviera un interés personal en el éxito.
—Podrías creer eso. —Hizo un gesto a los restos humeantes en el suelo—. Pero obviamente, estás equivocado. Estaban más concentrados en saber quién los estaba engañando que en salvar a nuestra raza. Patéticos imbéciles.
Zhan no hizo ningún comentario al respecto.
—¿Quieres que vaya tras él entonces?
Diría que sí pero para conseguir a Prem tendrían que entrar en el Santuario y arrastrar a la zorra fuera. Ese lugar estaba lleno de depredadores sobrenaturales que gozaban derramando sangre tanto como lo hacía él. Acababa de conseguir de nuevo a su marido. No estaba dispuesto a arriesgarlo por su empresa.
Iría él mismo pero sería violar el tratado que tenía con ese lugar...
Jodidas alianzas. Un día aprendería a hacerlas mejor.
—No. Creo que tengo una idea mejor.
Zhan dejó de dar toquecitos con las uñas.
—¿Cuál es?
—Alguien que quiere al Hunter más que yo. Él nos lo traerá. De eso no tengo ninguna duda.
Yibo sólo esperaba que su mensajero no lo desmembrara primero.
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Prem se abrochó los vaqueros, entonces se congeló ante el peculiar sonido que no había oído en mucho tiempo.
Una niña riendo.
Se dio la vuelta para ver la puerta de la habitación abierta una pulgada que se cerró a continuación. Las risitas se hicieron más fuerte.
