III : Una perrita tiene sus necesidades...

3.1K 57 8
                                    

El corazón me late a mil, y me cuesta procesar lo que está sucediendo. Observo la habitación en la que estoy, una cárcel adornada con detalles que oscilan entre lo victoriano y lo gótico, un espacio diseñado para el confort visual más que para la libertad física. En medio de esta estancia, la jaula en la que yazco no es muy grande, restringiendo severamente mi movilidad. No hay mucho que pueda hacer aquí dentro, solo esperar a que mi Amo decida mi próximo acto, siempre a cuatro patas.

Desde mi confinamiento, miro a través de los barrotes, intentando, con una curiosidad infantil, empujarlos ligeramente con las piernas para ver si realmente están cerrados. No se mueven en lo más mínimo, y la realidad de mi encierro se cierne sobre mí: estoy completamente desnudo, atrapado en la jaula de un millonario al que apenas conozco, y que me ha pedido ser su mascota. Aunque muchos podrían entrar en pánico en una situación así, me encuentro curiosamente... excitado. Mi corazón se acelera al sentir el frío metal de la jaula contra mi cuerpo, y algo comienza a molestarme en la entrepierna.

De pronto, siento una molestia en mi entrepierna, un deseo creciente de alivio que no puedo ignorar. Miro hacia abajo, a mi entrepierna, y veo el dispositivo que me incomoda considerablemente. Cualquier intento de contacto con la punta del dispositivo solo parece reavivar la necesidad que crece de manera insoportable. A medida que mi excitación crece, también lo hace el dolor que el dispositivo provoca. Finalmente, después de unos minutos de lucha, me doy por vencido, acabando jadeante y con el corazón palpitante, pero aún insatisfecho.

Me enrollo en posición fetal, desnudo y atormentado por una excitación que no puedo satisfacer, y trato de conciliar el sueño. La necesidad persiste, creciendo cada vez más insoportable, y pronto me doy cuenta de que no podré dormir en esta posición, al menos no por ahora.

Trato de masajear el dispositivo, buscando calma, pero cualquier manipulación solo intensifica la sensación de necesidad. Aunque me cuesta pensar con claridad debido al alcohol, realizo respiraciones profundas y cuento hasta mil para calmar mi excitación. Durante la cuenta, la somnolencia finalmente me domina.

No sé cuánto tiempo he estado dormido, solo despierto cuando escucho la puerta de la jaula abriéndose. Al abrir los ojos, me duele la cabeza, y por unos momentos sueño que me he convertido en una especie de perra... hasta que veo dónde estoy y recuerdo que no fue un sueño.

Steve se da cuenta de que estoy despertando y su rostro se ilumina al verme abrir los ojos.

-Buenos días, mi mascota. Bienvenida a tu nuevo día como mi mascota.

La excitación regresa. -Buenos días...-

Steve se ríe al ver mi excitación tan obvia. -Por cierto, veo que has estado un poco impaciente esta noche. Parece que querías algo...-

Me sonrojo.-¿Qué? No, yo... estoy bien.-

Steve se ríe ante mi respuesta. -Por supuesto, mi mascota, estás completamente bien- dice con ironía. -No puedo pensar en nada que te hubiera puesto impaciente.

Más sonrojado aún, trato de incorporarme por instinto, pero me golpeo con la jaula.

Steve observa cómo intento levantarme pero me golpeo con la jaula. Le divierte verme así, y sigue riendo con la misma risa que tenía antes.-Jódete, pedazo de perra, eres más tonta de lo que creía...

-Yo, bueno, es que ha sido como un acto reflejo," digo, sonrojándome aún más.

Steve solo se ríe de mi respuesta. "Claro, siempre tienes excusas, no eres más que un animal, no te puedo pedir mucho más..."

Bajo mi rostro rojo de vergüenza salgo de la jaula a cuatro patas.

Steve me observa mientras avanzo, notando cómo cada movimiento mío parece afectarle tanto como a mí. No es solo por el estado de embriaguez de antes, es claro que hay otras razones más profundas e inquietantes detrás de su interés.

Mi vida como una mascotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora