Desperté con la suave caricia de Steve en mi patita, todavía enredada en el confort y la seguridad de la jaula que se había convertido en mi refugio. La luz del amanecer apenas se filtraba a través de la ventana, creando sombras suaves en las paredes. Aunque el mundo exterior seguía girando, en ese pequeño espacio, el tiempo parecía haberse detenido.
Steve sonrió al verme abrir los ojos, una expresión de cariño puro adornando su rostro. -¿Estás despierta ahora, Canela?- preguntó con un tono que mezclaba diversión y afecto. Asentí, todavía despejando la neblina del sueño, y me golpeé la cabeza contra la jaula en el proceso, lo que le provocó una risa.
-Sí, tengo que admitir que te estaba llamando más de lo necesario, solo quería asegurarme de que estuvieras despierta.- Su voz era suave, pero sus palabras llevaban una pizca de travesura.
-Vale, vale... ya me despierto,- murmuré, tratando de acomodarme dentro de la pequeña jaula.
-Bien, bien. Y si no lo haces, te vuelvo a dar una patadita en el trasero.- La amenaza estaba llena de humor, no de severidad, y me sacó una sonrisa a pesar del leve dolor en mi cabeza por el golpe.
Salí de la jaula gateando, todavía acostumbrándome a la idea de moverme a cuatro patas con tanta naturalidad. -Por lo visto solo funcionan las pataditas en el culo, como te gustan de verdad,- bromeé, mirando hacia arriba para encontrarme con su mirada divertida.
-Te he traído algo,- anunció Steve, su tono ahora serio pero aún lleno de una calidez palpable. Mi corazón latió con anticipación, preguntándome qué podría ser. Me entregó mi propia ropa, la que había llevado puesta el primer día, ahora limpia y doblada. Era un recordatorio de mi vida fuera de este rol, fuera de esta jaula.
-Oh, cierto,hoy es lunes,- dije, casi sorprendida por la revelación, como si los días de la semana hubieran perdido su significado durante mi estancia en la jaula.
Steve se rió, un sonido rico y pleno que llenaba la habitación. -Vístete y nos reuniremos en la sala,- indicó antes de salir, dejándome sola con mis pensamientos y mi ropa.
Cuando me vestí, cada prenda me recordó la persona que solía ser antes de experimentar la vida como Canela. La tela se sentía extraña y familiar al mismo tiempo, como un eco de mi pasado que ya no encajaba del todo con quien me estaba convirtiendo.
Al encontrarme con Steve en la sala, noté un cambio en su expresión; era más serio, más contemplativo. En su mano sostenía un cheque, el pago prometido por mi participación en este experimento. -Es un cheque por valor de los 10,000 dólares acordados,- dijo, su voz firme.
Tomé el cheque, sintiendo un vacío inesperado al mirarlo. No era la cantidad lo que me perturbaba; era lo que representaba. -¿Es solo esto?- pregunté, mi voz apenas un susurro.
-Si, eso es todo, es lo que acordamos ¿no es suficiente?- preguntó Steve, claramente dispuesto a negociar si eso era lo que quería.
-No se trata de eso,- dije, bajando la mirada hacia el suelo. El cheque en mis manos parecía arder con la realidad de la situación. Esto era un final, una conclusión de una experiencia que había cambiado profundamente mi percepción de mí mismo y de mis deseos. -Yo- cogí aire-no se trata de eso.
La habitación quedó en silencio, solo roto por el leve crujido del cheque cuando lo apreté entre mis dedos. No era el dinero lo que quería; era algo que no podía definirse tan fácilmente, algo que había encontrado en la sumisión y en la vida simplificada de una mascota. Algo que, temía, podría desear para siempre.
Steve nota mi tristeza y decide sentarse al lado mío. -Si no es eso, ¿qué es?- pregunta con una voz suave, intentando comprender.
-Más tarde debería volver a California... a mi vida de trabajo de mierda, mi insomnio, mis problemas económicos- le confieso, la voz temblorosa por la emoción.
ESTÁS LEYENDO
Mi vida como una mascota
Romance🔞La siguiente historia contiene material explicito y no apta para menores/ George, un drop-out de la universidad conocerá a un excéntrico millonario de las montañas rocosas que le hará una oferta que no podrá rechazar...