XVII : Mascarada , primera parte.

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El momento en que emergí de la jaula y vi el entorno me dejó paralizada. Aquel lugar, que llevaba el grandilocuente nombre de Dafne Palace, no era en absoluto lo que esperaba. Imaginaba un hotel lujoso en la Quinta Avenida, pero lo que tenía ante mis ojos parecía más la trastienda de una perrera que un lugar de dignidad y clase. El contraste era impactante.

El suelo, cubierto de moqueta desgastada y ahora en su mayoría forrado con plásticos y papel pintado, intentaba emular la elegancia, pero las enormes jaulas vacías alineadas en filas interminables contaban una historia muy diferente. El hedor era penetrante, una mezcla asfixiante de humedad y desechos que envolvía el lugar como una nube invisible, procedente de algún rincón que no podía ver con claridad. Sentí que la repulsión me llenaba el estómago, obligándome a tragar saliva para mantener la compostura.

Lo que más me llamó la atención fue ver cómo los guardias que me habían traído se adelantaban y, mientras sus zapatos de vestir resonaban sobre el suelo, comenzaban a hablar con alguien a mis espaldas. Escuché unas voces nuevas, pertenecientes a otros hombres, que parecían discutir algo con ellos.

—Todo ha ido bien, sin incidentes. Esta es la última perra que quedaba por llegar —dijo una voz grave y monótona.

A esta afirmación le siguió una respuesta inesperada, una voz femenina, autoritaria y segura, pero inconfundiblemente de una mujer.

—Perfecto. Los de la organización estarán encantados de saber que el encargo ha sido completado. Pueden irse, chicos. Yo la prepararé y la subiré arriba.

Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar esas palabras. Los hombres soltaron mi jaula en el suelo y comenzaron a alejarse. Tras unos segundos, la joven se agachó frente a mí, observándome a través de los barrotes. Era una mujer afroamericana, de unos veintitantos o quizás treinta y pocos años, con un rostro de rasgos duros pero atractivos. Su piel oscura brillaba bajo la tenue luz del lugar, resaltando sus labios carnosos y perfectamente delineados. El cabello, trenzado en pequeñas trenzas africanas, estaba recogido en un moño, dejando a la vista varios piercings en sus orejas y nariz. Llevaba un uniforme que recordaba al de una veterinaria, similar a un cómodo pijama, complementado con unos Crocs y guantes de plástico. Su brazo izquierdo estaba casi completamente cubierto de tatuajes, lo que le daba un aire intimidante.

—Qué bien, ya has llegado, perrita... —dijo, con una sonrisa que no lograba descifrar.

Sacó un portapapeles y comenzó a pasar varias hojas, deteniéndose en una que leyó con atención. Tras unos segundos de lectura, volvió a mirarme, esta vez con un gesto divertido en su rostro.

—Vaya, vaya, vaya. Así que tú eres la perrita especial del señor Williams, ¿eh? —dijo, su tono ligeramente jocoso, aunque no dejaba de ser respetuoso—. Es decir, el señor Williams ha pagado bastante dinero por tener a una pequeña perra como tú, así que será mejor que estés preparada para ser el juguete perfecto, ¿eh?

Aunque sabía que sus palabras eran retóricas y no esperaba una respuesta, no pude evitar mostrar una reacción. Me sentía contenta, extrañamente satisfecha después de haber tenido la mejor comida en bastante tiempo. Así que saqué la lengua y comencé a salivar de manera un tanto estúpida, como si estuviera afirmando con entusiasmo sus palabras.

Su sonrisa se ensanchó, adoptando un matiz pícaro, como si quisiera hacer un comentario que finalmente decidió callar. Se limitó a abrir la puerta de la jaula y acariciarme sutilmente.

—Pronto vamos a subirte a la fiesta, cariño. Solo tengo que ponerte guapa para que vayas con el resto de perritos y perritas.

Noté que llevaba una identificación colgando del cuello, intenté leer su nombre, pero no me dio tiempo. Tampoco es que importara demasiado. Me sacó de allí, y pude tener una mejor vista del lugar. Había al menos dos docenas de jaulas, algunas de mi tamaño, otras más grandes, e incluso un par considerablemente más pequeñas. La visión era desconcertante. ¿Serían todas para otras "mascotas" como yo?

Mi vida como una mascotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora