A los pocos días de disciplina, estoy colocada en una posición que me resulta incómoda y poco natural. Tengo puesta una venda en los ojos que me priva de la vista, y los únicos sonidos que escucho son los habituales de la casa. Mi dieta se ha limitado a pienso y alguna que otra recompensa ocasional. Los únicos olores y sabores que conozco últimamente son los de la comida para perros y los de los dos únicos humanos con los que me relaciono .
Me desperté hace un rato. Estoy en la jaula pero no me muevo. Intuyo que ya habrá amanecido, pero con el denso antifaz negro no veo nada, así que no estoy segura. A mi alrededor no se oye ni un ruido, lo cual indica que la casa aún está en silencio. Después de unos minutos, oigo cómo se abre la puerta de la habitación y alguien se acerca a la jaula.
Con las barras de metal que tengo sujetas a manos y piernas, he perdido mi vieja costumbre de levantarme cuando veo entrar a alguien. Simplemente levanto un poco la cabeza y evito cualquier ruido humano, saco la lengua y respiro en dirección a donde escucho que se abre la puerta. Escucho unos pasos acercándose hacia la jaula y después noto cómo alguien abre la puerta.
Empiezo a olfatear tímidamente, sacando solo la cabeza ligeramente de la jaula antes de sacar el resto. La verdad es que he perdido la cuenta de cuánto llevo en este régimen especial de castigo; podrían ser días o quizá semanas. El caso es que, de algún modo, es cierto que al olvidarme de la vista como sentido, me he visto obligada a ahondar en mis otros sentidos para orientarme, con especial hincapié en el olfato. Aspiro profundamente el olor de la persona frente a mí.
Un aroma familiar y reconfortante llega a mis fosas nasales. Al principio es leve, pero conforme saco un poco más la cabeza, va haciéndose más marcado hasta que lo reconozco sin lugar a dudas. Se trata del olor de Steve, una mezcla de su loción para después del afeitado, su colonia, el aroma de su piel y su ropa. Él continúa sin hablar y se queda observándome en silencio mientras olfateo su presencia.
Consciente de que Steve haya venido a abrirme hoy en vez de mandárselo a Subtsuri, hago un tímido ladrido en forma de agradecimiento y me pongo frente a él en posición de ruegue canina, alzada sobre mis rodillas y levantando un poco mis manos cerradas en manoplas y sujetas a no mucha distancia debido a la barra metálica que las une.
Steve observa cómo me pongo frente a él, arrodillada y con los ojos aún velados por la venda. Parece complacido con mi gesto de sumisión, especialmente teniendo en cuenta el tiempo que llevo sin ver a nadie excepto durante las comidas y castigos. No habla todavía mientras me observa, pero un delicado y fugaz toque de una mano en mi cabeza es lo suficientemente elocuente como para entender que estoy haciendo bien.
Siento una explosión de alegría al sentir el gesto de cariño de Steve. Ladro tímidamente y sigo en posición de rogar. Steve suelta una risa suave ante mi gesto. Me ve ansiosa y desesperada por su afecto, como cualquier animal en mi situación. Parece complacido con mi comportamiento y levanta suavemente la mano para acariciar mi cabeza nuevamente, como la vez anterior.
Disfruto del contacto de su mano sobre mis rizos, que están más largos de lo que nunca los había llevado. Sigo sintiendo sus dedos pasar por mi pelo, masajeándome la cabeza. Él parece disfrutar consintiéndome así, sintiendo mi total obediencia y percibiendo cómo anhelaba su toque.
Siento sus manos sobre mis pechos turbulentos. Intuyo que últimamente habrán crecido, pero por motivos obvios no puedo verlos. Me limito a sentir cómo me pellizca un poco mis ahora tremendamente sensibles pezones y no puedo evitar gemir. Steve sonríe ante mi gemido, complacido de que esté tan sensible a su contacto. Parece saber lo mucho que lo disfruto y parece encantado de haberme privado de la visión para que cualquier caricia, hasta la más suave, sea aún más intensa.
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Mi vida como una mascota
Romance🔞La siguiente historia contiene material explicito y no apta para menores/ George, un drop-out de la universidad conocerá a un excéntrico millonario de las montañas rocosas que le hará una oferta que no podrá rechazar...