VI : Una noche de sábado cualquiera

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Mientras Steve se relaja en el sillón viendo televisión, me acerco sigilosamente con la correa entre mis dientes. Me coloco frente a él en posición de súplica, mis ojos fijos en los suyos, buscando su atención. Aunque al principio no me nota, pronto su mirada se encuentra con la mía y no puede evitar soltar una carcajada al verme tan entregada.

Con la correa aún colgando de mi boca, murmuro un sonido ahogado, tratando de comunicarme sin palabras. Steve me observa con una sonrisa divertida y se extiende para acariciar mi cabeza y mi nuca, un gesto que me calma y me llena de una sensación de bienestar. Me dejo acariciar, cerrando los ojos mientras disfruto de su toque.

Aunque sigo disfrutando de sus caricias, insisto con la correa, agitándola suavemente. Steve, sorprendido por mi insistencia, se toma un momento para reflexionar antes de agarrar la correa, guiándome con ella. Asiento con aprobación y jadeo ligeramente, agradecida de que haya decidido continuar con este juego.

Nos dirigimos hacia la puerta y salimos al exterior. El aire fresco de la noche me revitaliza mientras me lleva a un lugar tranquilo, rodeado de hierba y frente a un árbol. Me pongo en cuclillas y, bajo su atenta mirada, me alivio. La sensación de hacer esto al aire libre y bajo su supervisión me hace sentir extrañamente libre, aunque completamente sometida a su voluntad.

Mientras camino a su lado, una pregunta me quema por dentro, una curiosidad sobre la misteriosa criada que me había tratado con tanta severidad. -Steve, ¿puedo preguntarte algo?- digo, mi voz temblorosa mientras aún siento el frescor de la noche envolviéndome.

Steve me mira, un leve asentimiento lo anima a detenerse y prestar atención. -Claro, ¿qué quieres saber?

Hago una pausa, recogiendo el coraje necesario para hablar de Subutsuri, la asistenta que con su trato me había hecho cuestionar mucho. -Es sobre Subutsuri... ¿por qué...? ¿Por qué es tan dura conmigo?- Mis palabras salen en un susurro, pero lo suficientemente fuerte para que él las escuche claramente.

Steve suspira, un gesto raro en él que denota un pesar profundo o tal vez una complicada reflexión. -Subutsuri ha estado conmigo muchos años. Es más que una empleada; en muchos sentidos, es parte de esta casa tanto como cualquier mueble o pared.- Se detiene, como eligiendo cuidadosamente sus palabras. -Ella ha visto a muchos venir y quedarse... o irse. Creo que su dureza es una especie de prueba, un modo de asegurarse de que quienes se quedan, realmente pertenecen aquí.

Escucho atentamente, cada palabra de Steve añadiendo capas a la imagen de Subutsuri en mi mente. -¿Y ella... ella nunca...?- comienzo a preguntar, vacilante.

Steve me corta, su mano levantándose en un gesto de detener mis palabras. -No todo te lo puedo decir ahora. Hay cosas que es mejor descubrir a su tiempo. Pero ten por seguro que Subutsuri tiene sus razones, razones que quizás algún día comprendas completamente.- Su tono es serio, casi solemne, marcando el peso de sus secretos.

La conversación fluye hacia otros temas, pero las palabras de Steve sobre Subutsuri resuenan conmigo mientras volvemos a la casa. A pesar de la dureza de sus métodos, empiezo a ver su presencia en la casa bajo una luz diferente, como un guardián de los umbrales de este mundo peculiar en el que he entrado.

Después de un rato, regresamos al interior. Camino a cuatro patas a su lado, siguiendo obedientemente mientras él se dirige a la sala. Una vez dentro, me acurruco a sus pies, sintiéndome segura y protegida mientras él continúa viendo la televisión y disfrutando de su whisky.

A medida que la noche se cerraba sobre nosotros, el agotamiento finalmente comenzó a tomar control, y Steve notó que mis ojos luchaban por mantenerse abiertos. Con una mezcla de firmeza y un aire de diversión que solo él podía manifestar, decidió que era hora de dirigirme a mi jaula para pasar la noche. Obediente, aunque lentamente, caminé hacia la jaula, sintiendo la familiar mezcla de resistencia y resignación.

Steve me siguió, con una sonrisa que no sabía si interpretar como cariñosa o conspirativa. Antes de cerrar la puerta de la jaula, hice una pausa, una parte de mí deseaba extender este momento, no quería que terminara tan pronto. -Espera, Steve, una cosa antes de cerrar...-, dije, mi voz cargada de una coquetería involuntaria que parecía amusarlo.

Él se detuvo, su interés claramente picado, y esperó a que continuara. Por un momento, jugué con la idea de lanzarme hacia sus pies, de lamer sus zapatos en un acto de sumisión final. La imagen de mi humanidad disolviéndose completamente en ese gesto me cruzó la mente. Pero en vez de actuar, solo moví los barrotes de la jaula, probando su solidez, un gesto que él interpretó de manera completamente diferente.

Steve se echó a reír, una carcajada que llenó la pequeña habitación. -No seas tan coqueta, ya es tarde y yo también tengo ganas de dormir. O estás con buena actitud o voy a castrarte.- Su broma sobre la castración resonó con un humor negro que solo él podía manejar en tal situación.

-Solo quería decirte que buenas noches... y que gracias.... hoy lo he pasado bien...-, murmuro finalmente, optando por mantener un último vestigio de dignidad en lugar de rendirme por completo a la sumisión.

-Gracias, perrita. Que amable eres. Yo también lo he pasado bien y te deseo una buena noche también-, respondió Steve, su risa aún resonando en el aire mientras cerraba la puerta de la jaula.

Con los ojos ya cerrados y el corazón lleno de un cálido sentimiento de pertenencia, me acomodo en la jaula. A pesar de estar encerrada, me siento extrañamente contenta y segura. En la oscuridad de mi pequeño espacio, reflexiono sobre mi transformación y sobre cómo, poco a poco, he llegado a aceptar y valorar mi nueva vida como la devota mascota de Steve.

Mi vida como una mascotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora