¿Te acuerdas cuando...?

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—Señor Yuuji, ¿hoy me hará galletitas? —le preguntaba aquel chiquito con voz tierna y ojitos del gato de Shrek.

Era la segunda vez que iba a cuidar a este niño que le daba miedo, pero sus padres pagaban muy bien y él necesitaba el dinero.

Después de aquella vez que el pequeño Satoru le habló de una supuesta vida pasada afirmando que había sido su profesor, Yuuji tuvo pesadillas como por dos semanas y se había negado tajantemente a cuidar a aquel muchacho, le aterraba, además era tremendísimo, casi incontrolable.

Los sueños eran casi siempre los mismos: él, enamorado de un hombre más adulto que se parecía muchísimo al pequeño Satoru. A veces esos sueños eran muy vívidos, cuando se despertaba sudando en medio de la noche podía sentir en su piel una reciente caricia, un beso, un abrazo. Daba miedo en verdad.

Lo que más susto le causaba era lo mucho que se asemejaba el pequeño Satoru a ese tipo con el que soñaba: mismo color de cabello, mismos ojos, sonrisa y entusiasmo al hablar. Era un hombre increíblemente guapo y carismático.

¿Será que estaba viendo el futuro?

—Señor Yuuji, ¿qué le pasa?

De vuelta a la realidad, había ido a cuidar a aquel demonio.

—¡Nada, nada! —respondió sobresaltado— ¿Quieres ver Peppa Pig?

Los padres de aquel chiquillo le habían prácticamente acosado por celular para que aceptara el trabajo, le dijeron que el niño no quería otro niñero "solo al Señor Yuuji que hace galletas"

"Por favor, joven Itadori. Le pagaremos el triple, solo debe cuidarlo 6 horas, llegaremos después de la cena. Se lo rogamos."

Y ahí estaba él, nuevamente en aquella casa.

Se suponía que tenía que cuidarlo, pero evitaba al niño a toda costa. Lo dejó sentado en el sofá mirando sus dibujitos para esconderse en la cocina, desde ahí podía monitorearlo sin acercarse demasiado. Si alguien hubiese visto desde la ventana aquella escena, juraba que Yuuji estaba cuidando a un tigre hambriento.

Sin embargo, ya habían pasado tres horas de cuidado y el pequeño estaba en sus cosas, parecía que se había olvidado de lo sucedido. Esto fue un gran alivio para el universitario.

Llegó la hora de preparar la cena y, Yuuji tremendamente asustado y sin querer mirar esos ojos azules, le fue a preguntar qué quería para cenar.

—Nuggets con papitas —dijo Satoru chiquito sin despegar la vista del televisor.

La comida transcurrió sin complicaciones, pero la hora de cepillarse los dientes fue un caos:

—¡Oye pequeño! ¡Ven aquí! —le gritaba Yuuji con un cepillito dental con forma dinosaurio en la mano.

—¡No quiero! —gritaba el otro saltando encima de los muebles. Se ponía de cabeza en el sofá, brincaba, daba volteretas y sacaba la lengua.

—¡Que vengas aquí! ¡Es hora de cepillarse los dientes! —rugía Itadori sin paciencia mientras alzaba al pequeño y se lo llevaba a rastras al baño.

—Señor Yuuji ¿por qué está de mal humor? —le preguntaba el niño que ya estaba comenzando a cepillar sus pequeños dientitos con dentífrico rosado.

—No estoy de mal humor. Solo quiero que te cepilles los dientes, te pongas el pijama y te acuestes a dormir.

—¿Y mi mamá?

—Vendrá en un rato.

Un puchero apareció en su boquita.

—No me gusta dormir solito.

—No te preocupes, te contaré un cuento mientras ella vuelve.

La habitación del pequeño Satoru era la de un niño totalmente mimado, Yuuji no se explicaba cómo cabían tantos juguetes y peluches en aquel lugar... la cama con forma de triceratops le pareció muy tierna. En una esquina de la recamara había una biblioteca con muchísimos cuentos ilustrados.

—¿Qué cuento me va a leer Señor Yuuji? —preguntaba emocionado mientras se ponía un pijama de planetas y cohetes.

—Hmm, la Cenicienta.

—¿Esa es la señora que se come la manzana envenenada? ¡No me gusta!

—Ja, ja, no, no. Esta es la señorita que limpiaba el hogar y cocinaba, pero una noche... —hizo gesto dramático— ¡su hada madrina le regala un vestido, Cenicienta va a un baile y conoce al príncipe!

—¡Wow! —Los ojos de Satoru brillaron de emoción, esta historia no se la habían leído.

El niño se acostó en la acolchonada cama, cubriéndose con un cobertor de pequeños astronautas, Yuuji se sentó en el piso y comenzó a leer.

¡Qué diferencia! Parecía otro niño cuando se le contaban cuentos, estaba tranquilo y atento a la historia, miraba las ilustraciones, hacía preguntas, se reía y se preocupaba por la desafortunada Cenicienta.

Sus ojitos azules comenzaban a cerrarse, volviéndose más lenta su respiración.

—Bueno, es hora de dormir —dijo Itadori en un susurro apagando la lámpara de mesa—. Buenas noches, pequeño.

—Yuuji...

—¿Sí? No me he ido.

—¿Te acuerdas cuando era yo el que te leía cuentos?

Una ola de terror sacudió el cuerpo del universitario: "Otra vez no. Por favor"

—Eh, no me acuerdo amiguito.

Itadori se acercó al niño para pasarle un peluchito de dinosaurio. Tal vez con eso se distraiga y se olvide de lo que está hablando.

Gojo chiquito habló en voz muy baja, casi dormido, casi despierto, pero aparentemente muy seguro de lo que decía:

—Te gustaba mucho el cuento de los tres ositos. Siempre te ponías triste por el osito bebé.

—Bueno —Yuuji le habló con dulzura—, ¿Quién no se pondría triste por un osito bebé?

—Megumi se burlaba de ti por eso, ¿te acuerdas? ¿pero sabes qué Yuuji? A él también le gustaban los cuentos, era tan tierno...

"¿¡Quien carajos es Megumi!?"

—Sí, sí, Megumi... a dormir...

—Yo lo quería mucho, pero creo que él me odiaba...

"¿Qué cosas tristes habla este niño de cinco años?"

Por instinto protector, Yuuji acarició el cabello blanco del nene que ahora sí parecía a punto de dormirse.

—Hey, amigo. Nadie te odia.

—Yuuji.

"¡Dios mío! ¿Ahora qué?"

—¿Sí?

—Me voy a casar contigo cuando sea grande.

—Oye... —susurró aún más bajo— ya te dije que eso no se puede.

Satoru cerró los ojos, sus blancas pestañitas reposaron juntas y habló antes de caer rendido:

—Sí se puede, te dije que te buscaría en todas las vidas. 

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora