Un sueño revelador

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—¿Cómo me veo? —preguntaba el Satoru grande, expandiendo sus brazos a ambos lados en un cómico intento de modelar la ropa que llevaba puesta.

Yuuji no dijo una palabra, pero pensó que se veía precioso, como siempre.

—A que me veo guapo, ¿verdad? —continuó con una sonrisa— Esta ropa es muy cómoda para pelear, pero me recuerda a un tipo desagradable con el que peleé hace años... ¡Ah! nunca les conté esa historia a ti y a Megumi...

El Satoru grande era bastante alto y con el rostro muy hermoso, ¿de verdad era ese niñito al que cuidaba por las tardes? Sí, era igualito. Con las mismas pestañas y nariz.

Ah, esto era un sueño. ¿Estaba viendo el futuro?

"El pasado", recordó su cabeza con la voz del Satoru chiquito.

Era el pasado entonces, ¿hace cuánto? ¿en qué vida? ¿en qué lugar? El Satoru grande decía cosas acerca de su vestimenta, pero Yuuji no escuchaba bien, estaba absorto en sus cientos de preguntas, ¿por qué parecía que era pareja del Satoru grande? ¿dónde estaban todos los demás?

—Yuuji.

El muchacho salió de la laguna mental donde nadaba para mirar a los ojos al Satoru grande. Sí, era él, era su niño, su pequeñito travieso, el enano que ponía su mundo de cabeza, eran sus mismos ojos azul turquesa tan profundos y vastos como el cielo.

—¿Hm?

—Ya me tengo que ir.

—¡No! P-por favor... —la garganta le picaba, impidiéndole hablar correctamente. Se acercó a él, para abrazarlo con la desesperada intención de que no se moviera de donde estaba— Satoru... no me dejes... no te vayas.

—Yuuji... tengo que hacerlo.

Sentir los dedos del Satoru grande en su cabello se sentía realmente bien, era consolador. Pero triste a la vez. Se iba a pelear con ese tal Sukuna para no regresar, ese tipo ¿Quién era?

—Si no vuelves yo... yo...

—Si no vuelvo nos volveremos a ver en otra vida, mi pequeño Yuuji. Te lo aseguro —Satoru levantó su rostro para besarlo tiernamente, le encantaba su pelirrosa pero primero era el deber. Él era el más fuerte, la única esperanza.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? Ni siquiera sabemos si la reencarnación es real, no me hagas esto.

—Mi amor por ti es tan grande que haré que eso suceda —dijo besándole repetidas veces—, te buscaré en todas las vidas hasta encontrarte.

—Hablas como que lo más seguro es que no regreses.

—Ese que no sé lo que pueda pasar, Sukuna ya de por sí es fuerte pero ahora absorbió al usuario de la técnica de las diez sombras. Será una batalla formidable —lo besó una última vez—. Ven, salgamos, tengo que reunirme con el viejo y Utahime. Tú reúnete con los demás.

Salieron tomados de la mano, había un pasillo largo y al final de este una intensa luz blanca. Caminaron unos pasos, hasta que Satoru grande se detuvo.

—Tú te vas por allá —señaló una puerta a la izquierda—, yo me voy por acá —hacia la luz—. Y no te olvides de nuestra promesa.

—Siempre te amaré a ti. Recuerdo lo que prometimos el día que nos casamos en secreto, mi corazón te pertenece.

—De acuerdo —dijo Gojo sonriendo y caminando hacia la luz que lo devoró.

∙ʚ♡ɞ∙

Yuuji se despertó llorando, Satoru grande se había ido.

Miró la hora en su celular, eran pasadas las nueve de la mañana, día domingo. Prestándole atención a sus notificaciones, observó dos llamadas perdidas de la Señora Gojo.

Le devolvió la llamada de inmediato.

"Joven Itadori, mil disculpas por molestar un domingo, pero ocurrió una emergencia familiar y queríamos saber si puede cuidar a Satoru. Tenemos que salir de inmediato, es urgente", le dijo la mujer por teléfono.

Yuuji se cepilló los dientes y salió casi volando por la puerta de su departamento. Cogió el metro, corrió hasta la casa de los Gojo y a una cuadra los vio que estaban por subir al auto, les hizo señas con un brazo. Cuando los padres del niño lo vieron venir, se terminaron de subir al coche, muy apurados.

El pequeño Satoru estaba parado en la puerta, con los ojitos preocupados porque no le gustaba quedarse solito. Pero cuando vio a Yuuji correr hacia la entrada, le cambió la carita, abriéndole los dos brazos enormemente.

—¡Señor Yuuji! ¡viniste!

—¡Hola, amigo! —saludó el niñero, enterrando con fuerza al niño en su propio pecho. Necesitaba protegerlo demasiado, Satoru grande ya no estaba, se había ido, le habían hecho daño, se lo arrebataron. Pero él le prometió que lo encontraría en otra vida, que serían felices. Y aquí estaba, solo que chiquito, niño, traviesito pero amoroso y lindo. Itadori no pudo tener control sobre su llanto— ¿C-cómo e-estás?

—Ahora que estás aquí. Estoy bien, mi amor. 

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora