Abrazo de oso

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El resto del cumpleaños del pequeño Geto, Yuuji estuvo visiblemente trastornado, le dolía muchísimo la cabeza e incluso se escondió en los baños del parque para poder estar a solas consigo mismo.

¿Qué acababa de pasar? Tenía sueño, quería su cama.

Minutos después de cortar el pastel, los padres de Gojo llamaron al niñero para que lo llevara de regreso a casa. "Despídete de tus amiguitos", le había dicho Yuuji al pelito blanco que abrazó a Suguru como cinco veces antes de irse con su cuidador.

Itadori se despidió también de los niños con un gran abrazo grupal, prometiéndoles que pronto jugarían todos juntos otra vez. "Sí, señor Yuuji", le respondieron a coro, agregando también el pequeño Nanami un "lo hiciste muy bien, Itadori".

Era un niño de pocas palabras, pero sí que sabía llegar al corazón.

∙ʚ♡ɞ∙

Unos días después, nuevamente en casa de los Gojo, el universitario decidió hablar del tema:

—Satoru, dime que está pasando.

El niño interrumpió su juego en la Tablet para observar al niñero. Sus ojitos azul cielo denotaban tranquilidad y esperanza, era como si tenía mucho tiempo esperando por esa pregunta, en contraste con los ojos avellana del universitario que estaban inquietos y rojizos.

—¿Haz recordado alguna cosa, Yuuji?

Otra vez esa voz que no era propia de un niño de cinco años. De nuevo esa intensidad en la mirada. Itadori tragó grueso.

—Creo que sí, algo —hizo una pausa, bajando la mirada—. No estoy seguro de que sea real.

Una manito blanca como la leche se posó en la mejilla del cuidador.

—¿Estás triste?

—La verdad no sé cómo sentirme... ¿me puedes decir que pasa? O mejor explícame primero ¿por qué siempre dices que nos vamos a casar?

—Porque te amo, Yuuji.

Itadori respiró hondo, tal vez no fue la pregunta apropiada. Y si de esto se enteraban los padres del niño, todo se podía malinterpretar. Sería un problema muy grande.

—A ver, chiquitín. Siéntate aquí conmigo—Yuuji se dejó caer en el piso de alfombra con el pequeño Satoru a un lado, en una mesita cercana había un plato de galletas de chocolate recién salidas del horno. Era la hora de la merienda y el universitario necesitaba respuestas, así que las galletas eran la excusa de acercarse a aquel tigre que tenía su vida hecha un desastre—Primero: no digas en voz alta que me amas o que nos casaremos, sabes que eso está mal y que tus padres se enojarán conmigo ¿verdad?

—Chí.

—¡Ok! —respondió con una sonrisa tranquilizadora, a la vez que tomaba sus manitos— Sé que sabes lo que está pasando y quiero que me cuentes todo —el pequeño Satoru lo miró atento, pero no dijo nada—. A ver, comenzaré yo primero: me parece que conozco al niño Nanami de la fiesta, pero del futuro.

—Del pasado —lo corrigió Gojo chiquito.

—¿Del pasado? Hmm —hizo una pausa para organizar sus ideas—, pero es que creo que lo vi de adulto, y él es un niño. Entonces es del futuro.

Satoru sonrió.

—Es del pasado porque fue en la anterior vida. Y ¿por qué te acuerdas de Nanamin y de mí no? —reclamó cruzándose de brazos y haciendo un puchero exagerado. Yuuji rio ruidosamente.

—Sí me acuerdo de ti, pero te he visto solo en mis sueños.

—¿Ah sí? —respondió emocionado— ¿ya viste lo guapo que soy cuando estoy grande?

—Ja, ja, ja. Sí, mucho —Yuuji volvió a tomar sus manitas— ¿sabes qué son esos sueños? ¿los has tenido tú?

—Son recuerdos y yo también los tengo—Satoru chiquito nuevamente posó una de sus manos en el rostro de su niñero—. Desde que nací sueño contigo, te veo y recuerdo nuestra vida de antes y sé que nos vamos a casar cuando sea grande porque así lo queríamos en la vida pasada.

El celular de Yuuji sonó, interrumpiendo el momento. Eran los padres de Satoru chiquito que llamaban para saber cómo estaba todo en casa. El niñero contestó la llamada y Gojo se levantó para irse a jugar con la Tablet. Yuuji comprendió que la charla se había acabado.

Se sentía raro, era difícil creer que una versión de él había logrado reencarnar para encontrarse con estas personas que veía en sus sueños, pero todos eran niños. Él era el único adulto. Si fuese un universitario consumidor de estupefacientes y psicotrópicos, dudaría de toda esta historia... pero sus sueños eran demasiado reales y él no se metía cosas raras.

Vio a Satoru chiquito jugar tan tranquilo mientras comía galletas.

"Entonces, ¿fue en la vida pasada donde murió a manos de ese tal Sukuna? Tuvo que haber sido difícil"

—¡Oye, amiguito! —Satoru posó sus ojitos celestes en él— Tus padres vienen en camino, así que limpiemos todo este desorden que ya casi me voy.

"¡Puf!" resopló el niño. Era su parte menos favorita del día: recoger el desorden.

—Quiero abrazarte antes de que te vayas.

—¡Esta bien! —aceptó Yuuji abriendo sus brazos— ¡Un gran abrazo de oso!

Itadori cargó al niño, y Gojo chiquito aprovechó para darle besos por toda la cara.

—Te quiero mucho.

—Yo también, pequeño Satoru. Espero venir a cuidarte pronto. 

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora