Hunter x Hunter

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—Yuuji, ¿me preparas albóndigas de carne? —preguntó Satoru chiquito con los cachetitos inflados de aire y la boquita sonreída.

Estaban los dos en la cocina, Satoru sentado en una silla alta para poder llegar al mesón y Yuuji de pie, con la nevera abierta, mirando qué cosas había para preparar la cena. Los señores Gojo tenían un evento social importantísimo, así que volvieron a contratar al niñero favorito del consentido de la casa.

—No sé preparar albóndigas de carne —respondió el universitario, torciendo la cara—. ¿Se te antojan unos fideos?

—¿Perdón? ¿Cómo que no sabes preparar albóndigas de carne? ¡Si esa es tu especialidad!

—¿De verdad?

Ahí íbamos de nuevo... el Satoru chiquito parecía saber más de Itadori que él mismo. Era divertido para Yuuji conocer datos de él que no sabía, le picaba siempre la curiosidad por saber más y más, aunque muchas veces le daba miedo también. El niño tenía una forma de decir las cosas que cautivaba al universitario: hablaba con ojos de amor, voz suave, tono dulce, con paciencia, con ternura y sobre todo con seguridad. Una personita tan pequeña lo hacía sentir seguro y amado.

—¡Sí! ¡Te quedan increíbles!

—Entonces tendré que buscar una receta por Youtube.

—¡Yo sé que tú puedes! —le alentó Satoru chiquito con una enorme sonrisa y emocionado, levantando además los pulgares de sus dos manitos.

Mientras seguía la receta de las famosas albóndigas de carne que tanto le gustaban a Satoru, Yuuji quiso saber la respuesta de algo que ya venía pensando desde hacía un tiempo: ¿cómo era que las otras almas reencarnadas lo habían reconocido?

—No sé por qué tú tardaste tanto tiempo en recordar, Yuuji —comenzó el nene, jugando con un carrito que tenía en la mesa—. ¿Viste que Megumi me reconoció al instante? En un segundo se acordó de todo, mi bebé hermoso— dijo con voz de orgullo.

—Sí... él te recordó cuando te vio a los ojos. De hecho, yo también me sentí raro al verte directamente a los ojos por primera vez, ¿cómo fue con los demás?

—Con Shoko y Nanami fue el mismo caso, jugábamos en un parque y cuando nos miramos, fue como ver una película —recordó con una sonrisita—. Nos costó bastante seguir en contacto, convencer a nuestros papás de que éramos amigos y volver a encontrarnos fue difícil ja, ja, ja. Pero de algún modo lo conseguimos.

—¿Y los otros niños que vinieron a tu cumpleaños? ¿Cómo fue con Mei Mei y Haibara?

—Mmm... Haibara es hijo de un amigo de mi papá, así que no fue tan complicado. Él es muy cariñoso, no pierde su dulzura, cuando nos vimos a los ojos por primera vez, me regaló una sonrisa enorme y hasta me preguntó si me podía abrazar.

—¡Ja! ¡Qué lindo!

—¡Mucho! Siempre ha sido una ternura. Y con Mei Mei fue en la guardería, ella se acercó y me dijo que estaba guapo como siempre.

Los dos estallaron de risa. Reírse juntos era muy fácil.

—Entonces tiene que ver con tus ojos.

—Supongo que siempre han sido especiales, no sé.

Yuuji terminó de cocinar y sirvió la cena frente al televisor. Hoy se iban a poner al día con Hunter x Hunter, un anime que le encantaba a Satoru porque decía que Killua era su hermano perdido: de cabello blanco, ojos azules, guapo y poderoso como él. Le fascinaba la historia y se reía mucho con las situaciones que ocurrían en torno a Hisoka. El opening estaba sonando cuando el niño habló:

—Yuuji, ¿te acuerdas cuando me diste a comer el helado con cucharita?

—¿El helado de fresa de estos días? Sí, claro.

Las mejillas del niño se tiñeron de rosado y su boquita linda se frunció un poco, como queriendo decir algo, pero al mismo tiempo siendo silenciado por la vergüenza. Miraba a Yuuji con los ojitos brillantes, hasta que bajó la vista para ver como sus deditos blancos como la nieve jugaban entre ellos, buscando el valor de decir.

Itadori sonrió más enternecido que nunca y atinó a preguntar:

—¿Quieres que te de la cena así?

—Chí.

Satoru se sentó en sus piernas para ser consentido como el niño mimado que era, feliz porque su Yuuji le estaba dando la cena en la boca. Quería ver como Gon potenciaba su Nen, pero teniendo a Itadori en frente y tan cerca eso le era muy difícil.

Masticaba sus albondiguitas con los ojitos fijos en el niñero, en su cabellito rosado, en sus ojitos miel, en su naricita respingada. Era increíblemente lindo, no había nadie como él en todo el mundo.

—Ya quiero ser grande.

—Yo también quiero que crezcas, pero—Yuuji le dio un besito en la frente— me encanta como eres en tu versión de niño.

—Bueno, supongo que puedo esperar un poco.



Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora