Epílogo

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Cuando Satoru cumplió dieciséis años, a Yuuji no le quedó otra que ceder un poco. El muy loquito se apareció en la puerta de su casa, sin aviso y gritando a los cuatro vientos que él no era ningún niño y que venía a por su regalo de cumpleaños.

Itadori se puso de todos los colores y, preocupado de que algún vecino escuchara aquel escándalo, le abrió la puerta de su departamento a Satoru.

—¡Felicítame, amado mío! ¡Hoy es mi cumpleaños! —Satoru abrió los brazos enérgicamente, esperando un abrazo de Yuuji y regalándole una sonrisa enorme. Itadori solo pudo sentir como su corazón se derretía.

No importa que edad podía tener Gojo, siempre era lindo: de bebé, de niño, de adolescente y de adulto, en todas las etapas de su vida era perfecto y hermoso, risueño, gracioso y amigable.

Se fueron hasta el sofá de la sala, donde Itadori le tenía preparada una bonita sorpresa con pastel, globos y algunos regalos. Gojo sonrió enormemente feliz, metiéndole el dedo a la crema dulce de la torta y abriendo una de las bolsas de regalo. Cuando se fue a sentar, lo hizo en las piernas de Itadori y, abrazando su cuello, le dijo al oído: —Hoy vine por un beso de verdad.

Yuuji abrió la boca para protestar, ¿qué le pasaba a Satoru? Parecía que diariamente debía recordarle que tenía que ser mayor de edad para besarse, tocarse y etcétera de cosas más que Gojo quería hacer. Pero, el cumpleañero se le adelantó, hablando primero:

—¡De eso nada! En la vida pasada cuando tu tenías quince ya nos besábamos y demás, a mí me has hecho esperar un año más —Yuuji torció la mirada, no tenía respuesta para eso—, así que merezco mi buen beso de cumpleaños. Ni siquiera te estoy pidiendo "otra cosa" —el tono juguetón y animado de Satoru al hablar, cambió a una voz suave y baja—. Por favor, Yuuji. Solo uno.


Yuuji le sujetó el rostro con las dos manos y, antes de besarlo, le dijo: —Tú siempre haces lo que quieres, ¿no?

Pensaba, y realmente era su intención, darle un beso lo más casto posible en los labios. Pero, a lo que sus bocas se rozaron, despertó una parte de ellos que aún estaba dormida y que se activó solamente con el suave tacto de la pasión.

Por la cabeza de Itadori pasó velozmente una película de amor con un hombre que antaño fue tan increíblemente poderoso tanto como amoroso y protector, Satoru Gojo, de quien se había enamorado locamente en esta y en la vida anterior.

Su anhelo por Satoru era tan grande, que no midió la fuerza de sus brazos al apretar el delgaducho cuerpo del otro, adhiriéndolo rústicamente hacia sí, a la par que estrujaba su cabellera blanca con toda la presión que le permitieron sus dedos.

La boquita preciosa de Gojo sabía a crema dulce de torta de cumpleaños y el perfume que estaba usando, inundaba el olfato de Yuuji hasta hacerlo sentir mareado, Itadori lo escuchaba jadear y las palmas de sus manos, aunque sudadas por los nervios, se permitieron tocar todo lo que estuviera disponible para sentirse. Sus cinco sentidos estaban llenos de Satoru Gojo, y claro que quería más.

—Por fin, Yuuji... Te extrañé mucho.


El sonido del timbre los sacó de la burbuja romántica, un grupo de personas con regalos en las manos y algunos snacks para compartir tocaban la puerta: eran los amigos de Satoru, quienes fueron invitados por Yuuji a la fiestita de cumpleaños. Rápidamente, Itadori se acomodó la ropa y Gojo trató de peinarse un poco el cabello.

Tal vez para otros eso fue solo un beso, pero para quienes se esperaron a través del tiempo fue mucho más.

∙ʚ♡ɞ∙

*Años después*


La pareja no se casó hasta que Satoru cumplió veinte años, fue un matrimonio celebrado por lo civil, sencillo pero elegante, donde solo estuvieron invitadas muy pocas personas.

La comida y el brindis fue todo organizado por la señora Gojo, que era la persona más feliz con aquel casamiento, aparte de los novios, claro.

Finalizada la reunión, los recién casados se fueron de inmediato a pasar su noche de bodas en un cotizado hotel de cinco estrellas, para partir el día siguiente de luna de miel. Yuuji y Satoru no cabían en sus propios cuerpos de la enorme felicidad. Al fin estaban juntos como tenía que ser, sin impedimentos, sin maldiciones, sin peleas a muerte, sin tener que ver morir a sus amigos.Solo siendo dos jóvenes que se amaban mucho y que estaban disfrutando plenamente de su gran amor.


Mientras iban subiendo, muchas risas llenaron las cuatro paredes del ascensor. Eran carcajadas de las anécdotas de la infancia de Gojo y Yuuji siendo su niñero, pero también eran risas de los evidentes nervios que tenían los dos porque sabían que al cruzar la puerta consumarían su amor como era debido, luego de esperar toda una vida.

Ni bien pusieron un pie dentro, Gojo aprisionó a Yuuji contra la primera pared que consiguió. Itadori pensaba que al menos abrirían la botella de champaña que estaba en la mesa, pero su esposo ya estaba besándole el cuello, abriendo apresuradamente los botones superiores de su camisa.

—S-satoru, ¿n-no deberíamos brindar primero?

Las manos de Gojo no pararon, siguieron desvistiendo a Yuuji con extrema necesidad, sus ojos lo devoraron antes que lo hiciera cualquier otra parte de su cuerpo.

—Brindamos más tarde —dijo, arrojando con una fuerza desproporcionada para su delgado cuerpo a Itadori, que era más musculoso que él, a un sofá que estaba cerca. Colocándose encima de su esposo, Gojo le besó el pecho con fuerza para después lamer su muy marcada línea abdominal —. Amo como te ves, Yuuji, que hermoso.

—Tú también eres muy bello.

Satoru le repetía varias veces que lo amaba y que estaba feliz de tenerlo por fin entre sus brazos. En muy poco tiempo, Itadori y Gojo estaban ya sin sus ropas, recibiendo besitos traviesos y caricias por todo el cuerpo.

Los ojos de Itadori se abrieron para admirar la belleza del cuerpo de su esposo, ¿realmente este hombre precioso lo buscó hasta la otra vida? Era muy afortunado.

Se fueron a la cama, con Yuuji cargando a Satoru por la cintura y el otro con las piernas enroscadas en sus caderas. Se dieron un beso inexplicablemente acalorado antes de perderse los dos debajo de las sabanas.

Estar enamorado era entregarse en cuerpo y alma. Y eso iban a hacer ahora mismo.

∙ʚ♡ɞ∙


—Te dije que me iba a casar contigo cuando fuera grande —dijo Satoru riéndose, acurrucándose junto a Yuuji en la negrura de la suite matrimonial. Ni siquiera encendieron una luz, solo las luces de la calle eran las que entraban por el ventanal, iluminando muy poco.

—Sí, y ese día me asustaste mucho —respondió Itadori entre más risas —. Incluso pensé en renunciar y salir corriendo de tu casa, pero bueno... no te iba a dejar solito siendo tan pequeño así que me escondí en la cocina.

—¡Con razón! Parecías perrito asustado.

—¿Crees que esta vez nuestra historia termine con un final feliz?

—Claro que sí, y si es que no, pues tendremos que buscar la manera de volver a nacer.

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora