Cumple tu promesa

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Yuuji no sabía lo que significaban aquellos sueños o qué era lo que tenía que hacer con ellos, sentía que se estaba volviendo loco, pero de algo estaba seguro: en aquellas visiones él estaba enamorado del Satoru grande.

Tenía unas dos semanas que no pisaba la casa de los Gojo, había logrado evadirlos excusándose que estaba en época de parciales, pero no le salían casi trabajos de niñero y necesitaba dinero urgente, así que cuando lo llamaron aceptó ir.

Nada más al poner un pie en la alfombra, escuchó aquella vocecita:

—¡Señor Yuuji! —era el diablillo, venía corriendo hacia él con los brazos abiertos. Itadori se agachó para corresponder su abrazo— ¡lo extrañé mucho! ¿dónde estaba? ¿se fue de viaje?

—Hola, amigo. También te extrañé —"Sí, claro. Vengo porque soy pobre".

—Joven Itadori, disculpe que le seamos tan insistentes —habló la madre—, pero es que Satoru solo insiste en que sea usted quien lo cuide. Lo quiere mucho, no hay día que no lo mencione. ¡Incluso nos pidió una foto suya para dormir con ella!

En aquella ocasión los padres del niño iban a una fiesta, así que el servicio de niñero era hasta la mañana, la paga ofrecida fue increíble y Yuuji respiró hondo para soportar aquella noche. ¡Todo por el dinero!

Satoru corría por la casa; había vaciado la cesta de los juguetes, así que la sala de estar parecía un campo minado; no se quiso comer los macarrones con queso, derramó el jugo en la alfombra y rompió un jarrón.

"Dios mío y ahora tengo que recoger todo esto", pensaba Yuuji llorando para sus adentros.

—¡Hora de tomar un baño! —eran las siete de la noche, lo acostaría temprano para poder recoger todo el desastre y cenar en paz.

—¡No quiero! —decía el otro que estaba de cabeza sobre un sofá.

—Ya te preparé la tina, ven.

—¿Con agua calentita?

—Agua calentita y burbujas. Trae tu patito.

El niño salió corriendo a buscar su juguete, mientras que el universitario pensaba que siempre era lo mismo: no se quería bañar, pero luego no había quien lo sacara de la tina. Yuuji se sentó al borde de la bañera, mientras el niño jugaba sumergido en aquella agua.

—Señor Yuuji, ¿hoy me va a contar un cuento?

Cada vez que el niño decía "Yuuji" lo hacía con una sonrisa tierna y los ojos se le achinaban. La imagen era muy dulce a los ojos del niñero, realmente parecía que le tenía cariño.

—Claro que sí. Vamos, sécate bien para que te pongas el pijama.

—Ja, ja, ja ¡Antes me secabas tú la espalda!

"Y aquí vamos de nuevo", suspiró Itadori.

—Señor Yuuji, ¿hoy te quedas a dormir? —preguntó el nene cuando vio que el universitario se había cambiado la ropa por un pijama, luego de haber limpiado el desorden rápidamente.

—Sí, tus papás están en un compromiso muy importante.

—¿Dónde vas a dormir?

—¡A ver! Muchas preguntas, señorito. Acuéstese.

Esa noche, Yuuji le leyó al niño dos cuentos, el pequeño estaba tan emocionado de que su niñero se quedara a dormir que las energías las tenía por las nubes.

Satoru chiquito estaba feliz, los ojitos le brillaban, hacía preguntas, se reía, miraba a su cuidador con ojos de amor infinito.

—Señor Yuuji—otra vez esa sonrisita—. Te quiero mucho.

—Yo también, ¿estás listo para dormir?

Itadori sacó unas colchas que estaban en el armario del pasillo y las acomodó en el piso de la habitación del niño. Esa sería su cama y el nene dormiría en la suya, pero a lo que terminó de hacerla, el enano se lanzó casi de cabeza a aquella cama improvisada.

—Quiero dormir contigo, ¿me lees otro cuento?

—Pero solo uno.

Se recostaron entre grandes almohadas para disfrutar el cuento de "Las Habichuelas Mágicas", Yuuji era un excelente cuentacuentos.

—...pero el gigante lo perseguía y Juan llamó a su madre para que lo ayudase a cortar las ramas de las habichuelas... Ah, ya se durmió.

El niño estaba con la carita sobre el pecho de Yuuji y abrazándolo.

"Cuanta energía puede tener una persona tan pequeña. Bueno, a dormir"

Bajó al niño de su cuerpo y se arropó cuando:

—Yuuji.

—¿No te habías dormido?

—Extrañaba dormir contigo.

"Jamás he dormido con él"

—Sí, sí. Buenas noches, amiguito.

—¿Todavía me amas?

Silencio.

—Me prometiste amarme en todas las vidas —continunó—. Yo estoy cumpliendo mi promesa, cumple tú la tuya.

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora