Mi niñero es el mejor del mundo

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Cuidar al Satoru chiquito se hacía cada vez más urgente para el joven Itadori Yuuji. Cuando terminaba su servicio de cuidador y se iba a casa, sentía pesado el corazón. No quería dejarlo, el pequeño Gojo lo necesitaba... y él también.

Era una cosa tremenda y extraña, ese niño no era su familiar, pero sentía que lo conocía de toda la vida, ese sentimiento era desgarradoramente real. Por suerte, los señores Gojo estaban cada vez más ocupados con asuntos de trabajo: eran políticos y las elecciones se acercaban, lo que significaba que necesitaban de sus servicios con más frecuencia.

En esta oportunidad los padres de la criatura iban a otra ciudad a hacer campaña, así que le dieron las llaves de la casa a Yuuji para que cuidara a Satoru por dos días. Esto tranquilizaba un poco su ansiado corazón ya que podría pasar un par de días con el niño, además de que la paga era buenísima, por supuesto.

—¡Oye, enano! ¡Come sentado! —lo regañó al ver que el niño tenía un desastre en el sofá y el piso, que ahora estaban cubiertos de palomitas de maíz. Se dispuso a buscar la aspiradora cuando el otro le gritó:

—¡NO ME HABLES ASÍ! ¡YO SOY TU ESPOSO!

Era el primer día de cuidado, y después del almuerzo, Itadori le hizo a su niño palomitas de maíz para que viera tranquilo sus animes. Pero haber sabido que haría un desastre, le preparaba otra cosa.

Esa primera tarde todo estuvo relativamente tranquilo, Satoru jugaba en la Tablet a la vez que veía sus dibujos animados y Yuuji hacía deberes de la universidad en su computador portátil. Llegada la hora de la cena, el niñero preparó pizzas de supermercado.

—¡Señor Yuuji! —le decía Satoru chiquito con los labios llenos de salsa de tomate y quesito— ¡Estas pizzas son maravillosas! ¿Mañana qué vamos a desayunar?

—No hemos terminado de cenar y ¿ya estás pensando en el desayuno? ¡Dame un respiro!

—Tu comida es muy maravillosa —elogió el nene, mordiendo otro gran pedazo de pizza.

Minutos después, Yuuji lo mandó a buscar sus juguetes de baño mientras le preparaba la tina con agua calentita y burbujas. Le causaba mucha ternura que en el baño del pequeño Satoru todo era de animalitos: jabonera de cocodrilo, shampoo con figuritas, alfombra de tiburón, cortinas de estrellitas de mar, toallas de sapito, león, foca... todo aquí era una dulzura.

—¿Quién escoge todas estas cosas para ti? ¡Son muy lindas! —le preguntó mientras lo ayudaba a entrar a la tina.

—Yo, siempre me han gustado las cosas lindas. ¿No te bañas conmigo?

—Nop —respondió con todo cariñoso, haciéndole cosquillitas en la nariz—. Lo haré luego de que lo hagas tú.

—Antes te bañabas conmigo.

Yuuji solo suspiró. El pequeño Satoru no tenía remedio.

Hora de dormir. La cama provisional que colocaban en el piso alfombrado cuando se quedaba el niñero ya estaba lista; por otro lado, el nene estaba bañado y cambiado a un precioso pijama de Hello Kitty.

"¡Qué raro!" se decía Yuuji a sí mismo mientras le terminaba de poner los calcetines, "le compran algunas cosas de niña..."

—Ya sé lo que estás pensando, señor Yuuji. Este pijama no es de niño.

—Mmm, sí eso pensaba.

—Me gustan las cosas rosadas porque así es tu cabello —confesó el Satoru chiquito tocándole algunos mechones de pelo que le caían por la frente—. Además, la ropa se puede usar como sea, no importa si eres niña o niño... Me gusta mucho el rosado —volvió a decir.

—¡Y a mí me gusta mucho el amarillo! —brincó Yuuji, en un intento de separarse un poco del Satoru chiquito, que casi había pegado su nariz a la suya— ¡Por eso tengo este pijama de Bob Esponja! ¿Qué cuento quieres que te lea hoy?

—¡Hay uno de un señor que tiene una flauta mágica! ¡Y se roba a los niños! ¡Ese quiero!

El terremoto se fue brincando hasta la cama con Yuuji, acostándose con almohadones y peluches de figuras, pero estos fueron echados a un lado cuando su niñero se acomodó entre las colchas: ningún almohadón era mejor que el pecho de Itadori. Así que se recostó allí para escuchar su historia.

A la mañana siguiente, Yuuji y Satoru chiquito se fueron temprano a la cocina, el desayuno sería el favorito del nene: waffles con chocolate y fresas. Desayunaron en el sofá mirando Boku no Hero, y una vez terminados los desayunos, Yuuji llevó los platos a la cocina para regresar rápido con su niño. Vieron algunos episodios más del anime en cuestión, riendo con los gritos de Bakugo, disfrutando de su compañía, entre sentados y acostados, todavía en pijamas y, a veces, abrazados.

Se sentía estar bien con Satoru, ya no le daba miedo. Solo era un alma que había despertado de otra vida y que trataba de comunicarse a su manera.

—¿Cómo eras en la otra vida, Satoru?

—Guapo y divertido.

Rieron por la respuesta tan sincera y espontánea.

El resto del día lo pasaron comiendo, jugando en el Xbox y al Twister. Yuuji se percató que ya casi se hacía de noche, así que los padres del niño estarían por llegar. Recogió todo el desastre, duchó a Satoru, lo cambió y se fue con él a la cocina, para disfrutar del ultimo ratito juntos. Una hora después, el universitario iba camino a su casa.

—¿Cómo la pasaste con el señor Yuuji, mi niño hermoso? —preguntó su mamá, abrazándolo.

—¡Muy bien! ¡Tengo el mejor niñero del mundo!  

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora