Helado de fresa

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"Joven Itadori, buenos días. No sé si podría ayudarnos con algo, inscribimos a Satoru en clases de violín y comienza hoy. Íbamos a llevarlo nosotros mismos, pero a mi esposo le surgió una reunión de último momento y queremos saber si puede llevarlo usted a la academia. No se preocupe por el recojo a la hora de salida, que ya para esa hora estamos desocupados"

Yuuji leyó el mensaje con una sonrisa en los labios, ¡qué buena oportunidad para salir de la casa junto con su Satoru chiquito! Tras textearse un par de veces más con la señora Gojo, quedó en recoger al niño a las dos y media.

—¿Estás emocionado por tus clases de música? —le preguntó Yuuji, caminando de la mano con él por la calle. Estaban felices de poder tomar sus manitos.

—Nop.

—¿Por qué?

—Siempre me inscriben con profesores aburridos que me gritan y me miran raro.

—Satoru... ¿por qué alguien te miraría raro?

—Creo que mis ojos dan miedo —respondió el nene con un pucherito en la boca.

—¡Pues tus ojos son los más hermosos del mundo! Esos señores son personas que no saben apreciar la belleza.

El niño no respondió, pero un ligero rubor apareció en su carita.

"Por favor, joven Itadori, No le compre dulces a Satoru mientras van a la academia. Suele ensuciarse la ropa y el kimono que lleva es muy costoso"

—Yuuji, quiero un helado de fresa —dijo señalando con un dedito un puestito que vendía helados de cono—. Con lluvia de chocolate.

—Eh... es que tu mamá me dijo que nada de dulces.

Otro puchero apareció en su boquita.

Yuuji sencillamente no podía resistirse a ese gesto, era tan tierno. Cuando Satoru hacía un puchero, al joven estudiante se le ablandaba el corazón.

—Bueno puedo comprarte el helado, pero con una condición —Satoru chiquito lo miró expectante—. Te lo tengo que dar yo para que no te ensucies ¡y nada de decirle a tu mamá!

Estaban a dos negocios de la academia de música, así que Yuuji sentó a Satoru en una de las sillitas del puesto de helados con una servilleta en cada mano, varias en el regazo y, con el helado bien lejos de su ropa, se lo daba de comer con una cucharita. No se sabía qué era más rosado: si el helado de fresa, el cabello de Itadori o las mejillas de Satoru chiquito que estaba volando entre las nubes del amor con todas esas atenciones.

—No vayas a mirar de mal modo a tu profesor nuevo, sé amable y presta atención, ¿de acuerdo? Tus papis vendrán a recogerte —le dijo Yuuji tocando el timbre. Unos pasos se escucharon, así que retrocedió un poco para que Satoru se presentara y entrara a aquel lugar.

El que abrió la puerta del otro lado fue un muchacho como de su edad, vestido elegantemente también con ropa tradicional, alto, pálido y con un rostro que no correspondía al de un profesor de música si no al de un modelo o algo así.

—Buenas tardes, ¿eres Satoru Gojo? —preguntó el nuevo profesor de violín.

Yuuji se extrañó porque su niño no respondió nada, estaba como en un trance, con la carita fija en el rostro del otro.

¿Será que le intimidaba mucho este profe?

—H-hola sí, buenas tardes. Él es Satoru Gojo y yo soy su niñero, Itad-

Tuvo que callarse cuando vio a su chiquitito abrazar las piernas del profe mientras repetía con los ojitos aguados "mi bebé"

—Vaya, sí que es muy cariñoso —dijo el profe, alzando al niño entre sus brazos—. Hola, yo soy tu nuevo profesor de violín. ¿Estás listo para aprender "Estrellita dónde estás"?

Tal vez esa pregunta con tono cariñoso fue un intento de chiste, pero en vez de conseguir una sonrisa de Satoru chiquito, lo que sucedió fue que las lagrimitas comenzaron a salir de sus ojos.

—Mi bebé, mi bebé, regresaste... pensé que no querías volver a vivir —repetía Satoru chiquito, mirando a los ojos a aquel profesor de música que ahora estaba con la mirada confundida, o ¿asustada?

Yuuji comprendió lo que estaba pasando, esta era otra persona reencarnada, alguien muy importante para Satoru, tanto que lo estaba llamando "mi bebé". Luego le preguntaría los detalles, estaba más preocupado por el profesor que de seguro no entendía nada...

—Con que así son las cosas, Satoru Gojo —dijo el profesor, ahora con la mirada cristalizada y dulce, acariciando el cabellito blanco del niño sin dejar de cargarlo—. Resulta que ahora me toca a mí ser tu profesor. Bueno, tendrás que hacer todo lo que yo te diga.

—¡Ni lo sueñes, Megumi-chan! 

Cuando sea grande, me voy a casar contigo #GOYUUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora