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Ya había anochecido cuando regresaron a casa

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Ya había anochecido cuando regresaron a casa. El castaño no solo había pasado la mañana en la pastelería, convenciendo a cualquier cliente que entraba de que se llevara algo más (en cierto momento, Taesan le pidió que dejara de hacerlo porque empezaba a resultar violento), sino que, además, comió allí y se quedó durante el resto de la tarde, hasta que cerró.

Taesan no estaba acostumbrado a tener compañía mientras trabajaba y resultaba extraño compartir aquellos momentos de habitual soledad con alguien a quien apenas conocía. Leehan era... raro. Preguntaba cualquier cosa que se le pasaba por la cabeza, como si creyera tener derecho a hacerlo, y no podía estar quieto más de cinco minutos seguidos. Imposible. Se sentaba en la mesa destinada a las reuniones para encargos y, cuando al fin parecía que el silencio se filtraba entre ambos, volvía a ponerse en pie y a parlotear sin parar, aunque nunca parecía decir nada concreto sobre sí mismo.

—¿Y qué se supone que haremos ahora?

Taesan encendió las luces al entrar en casa.

—La cena. Y nachos con queso para ver el partido. Vendrán Jaehyun y Riwoo. El pub no abre los domingos por la noche, y, además, creo que quieren vigilarte.

Los dos se habían dejado caer por la pastelería a lo largo del día para cerciorarse de que no había ningún problema. Y lo sorprendente era eso: que no lo había. Dentro de todo lo malo, la presencia de Leehan no resultaba tan terrible.

—¡Mierda! Había olvidado el partido —alzó la voz consternado—. ¿Qué le pasa a mi cabeza? —Tomó el control de la televisión y la encendió, a pesar de que faltaba más de media hora para que diera comienzo.

—Tampoco es para tanto —El castaño lo siguió a la cocina.

—Es como si a ti se te olvidara ponerle chocolate a una tarta de chocolate. O algo así. Yo me entiendo.

—Eso no tiene ningún sentido.

Taesan rio mientras tomaba el delantal que colgaba tras la puerta y se lo ataba a la cintura. Después sacó del congelador una bolita de masa de pizza que había sobrado de varios días atrás y agarró mantequilla del refrigerador.

—¿Qué hago? —Leehan se arremangó el suéter con decisión.

—No es necesario que hagas nada.

—Sí que es necesario, a menos que quieras que me vuelva loco —Se colocó a su lado, frente a la encimera—. Llevo todo el día quieto. Es insoportable —El pelinegro sacó del mueble la harina de maíz y la harina de trigo, y lo miró de reojo.

—¡Si no has parado de moverte ni un solo segundo! Pero, bien, te pongo los ingredientes y tú haces la masa de los nachos mientras preparo la pizza —Vertió en un bol la cantidad necesaria de harina y agregó mantequilla y sal—. Toma. Mézclalo y añade agua hasta que quede una masa consistente. Que no se te pegue a los dedos.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora