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Eran las tres de la madrugada de un miércoles cualquiera y las luces de la ciudad de Busan se perdían tras los enormes edificios de la zona

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Eran las tres de la madrugada de un miércoles cualquiera y las luces de la ciudad de Busan se perdían tras los enormes edificios de la zona.

Leehan suspiró hondo, con la frente apoyada en el ventanal del comedor, empañando el cristal con cada respiración mientras observaba el mundo exterior. No podía dormir. Las luces parpadeantes de un avión cruzaron el cielo nocturno justo cuando oyó un ruido tras él.

—¿Qué haces despierto? —preguntó Woonhak.

—Tejer una bufanda —ironizó—. ¿Tú qué crees? No puedo dormir — Woonhak negó con la cabeza en la oscuridad, luego abrió el minibar y sacó una botella de whisky y dos vasos que dejó sobre la mesa auxiliar, al lado del sofá—. Pues sí que estás motivado.

—Ya, Leehan, siéntate y deja de joderme.

—Joderte... no entra en mis planes —bromeó antes de reír, a pesar de que llevaba días de mal humor.

Se sentó frente al sillón que Woonhak había ocupado y esperó paciente mientras su amigo servía la bebida. Cuando acabó, tomó el vaso y le dio un trago largo, ignorando la quemazón en la garganta.

—¿Qué es lo que pasa contigo?

—Se suponía que iba a hacer algo grande.

—¿Entrenar no te parece suficiente?

—Sí, claro que sí —masculló—. Pero es que si miro atrás...

Woonhak se acomodó en el sillón con esa seguridad que parecía indicar que lo tenía absolutamente todo bajo control. Leehan nunca se sentía así; sereno, firme.

—El problema es que, durante todos esos años que estuviste jugando, te prepararon para ganar, pero no para perder. Te decían lo que conseguirías si dabas lo mejor de ti, si avanzabas un poco más. ¿Pero alguien se detuvo a decirte qué pasaría si no lo lograbas si, por ejemplo, tal como ocurrió, te lesionaras a los veintiuno?

Leehan alzó la mirada hacia él.

—No, nadie.

—Pues, antes de que eso pasara, alguien tendría que haberte dicho que no pasaría nada por perder. Que no era el puto fin del mundo. Que estás aquí, Leehan, con toda la vida por delante. No tienes que hacer algo grande para sentirte realizado, no hace falta que seas una estrella o cambies el curso del mundo.

Leehan expulsó el aire que estaba conteniendo.

—Él era algo grande. Lo es.

—Exacto —Woonhak sonrió—. Tú decides qué es grande o pequeño. Está en tus manos. Te frustra no tener una meta fija como antes. Un objetivo marcado en el calendario. Un sueño que cumplir. Pero ni siquiera te has detenido a pensar que, al final, todos estamos aquí luchando por lo mismo. Ser felices.

—Me siento como un maldito niño caprichoso —Leehan deslizó los dedos por el contorno del vaso y luego lo tomó y se bebió el resto del contenido de un trago.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora