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—Un reloj gigante aparece en el cielo y empieza a marcar una cuenta atrás de dos días

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—Un reloj gigante aparece en el cielo y empieza a marcar una cuenta atrás de dos días. ¿Pensarías que es el fin del mundo o, por el contrario, que un montón de angelitos empezarán a bajar a la tierra de un momento a otro y repartirán flechas de amor y demás?

Leehan engulló el último bocado de su trozo de pizza y miró al pelinegro con atención. Estaban en el sofá y Taesan tenía los pies sobre su regazo.

—Pensaría que estás loco —El castaño ladeó la cabeza.

—Decídete por una opción.

—Los angelitos, me tienta más esa idea.

—La idea menos probable.

—Claro, porque es tan probable que un reloj aparezca en el cielo para marcar una cuenta atrás antes de que el planeta explote —Puso los ojos en blanco y sonrió—. ¿Te importa si hoy me encargo yo de hacer las preguntas?

—Si no hay de otra... —Se encogió de hombros.

—De acuerdo —Se relamió los labios, que todavía sabían a queso, y se incorporó un poco en el sofá para arrodillarse frente a él—. Cuéntame lo del despido. Por favor.

—Tae...

—¡Tú lo sabes todo sobre mí!

—No es verdad —frunció el ceño—. Hasta hace un par de horas no sabía que nunca habías hecho un oral.

—No tiene gracia, Leehan.

—Ya, porque no es gracioso. Lo decía en serio —replicó—. ¿Qué tipo de aburrida relación de mierda tenías con el idiota de Seojun? —Puso los ojos en blanco ante la mirada asesina que Taesan le dedicó—. Está bien, intentaré explicártelo, pero no es una historia agradable.

—No importa. Adelante.

—Y a cambio leeremos la última carta —El pelinegro torció el gesto, pensativo.

—Trato hecho —Tomó una de las manos de Leehan entre las suyas, como si intentara infundirle ánimos, y éste tomó aire antes de empezar a hablar.

—Bien, a ver... —Fijó la vista en el televisor—. Ya sabes que en Busan daba clases deportivas en una escuela privada, de esas un poco... elitistas. Y por las tardes entrenaba a dos equipos de un club, uno con chicos de catorce y otro de niños más pequeños, tenían entre seis o siete años — explicó—. Un día entré en los vestuarios y me di cuenta de que Juyeong, uno de los niños, tenía el cuerpo lleno de moretones, sobre todo en el costado izquierdo. Además, tenía algunas marcas que no parecían ser por una caída ni nada parecido. Le pregunté quién le había hecho eso y comenzó a llorar, pero no me respondió. No hubo forma de que contestara, estaba temblando y, mierda, sumé dos más dos...

Permaneció unos segundos en silencio.

—Hablé con el director y la psicóloga del centro y nos reunimos con los padres —continuó—. Él era el típico rico que camina por ahí mirando a todo el mundo por encima del hombro y le indignó siquiera que lo molestáramos por algo así. Lo negó todo. Y de paso decidió denunciarnos por no sé qué mierda al honor. Intenté hablar con la mujer a solas unos días más tarde, pero no hubo forma alguna de que la muy... En fin, los de asuntos sociales concluyeron que no teníamos pruebas; el hijo de puta era un abogado influyente, socio de una de las firmas más importantes de la ciudad, habíamos perdido antes siquiera de intentar ganar...

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora