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Los chicos estaban ejecutando un ejercicio bastante sencillo, en el que se pasaban el balón y se turnaban para ocupar el centro e intentar atraparlo al vuelo

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Los chicos estaban ejecutando un ejercicio bastante sencillo, en el que se pasaban el balón y se turnaban para ocupar el centro e intentar atraparlo al vuelo. Leehan los había agotado durante el resto del entrenamiento, haciendo caso omiso a sus protestas. Era más que evidente que estaba de mal humor.

—Los estás haciendo trabajar duro, ¿eh? —Sungyu apareció en la banca y se acomodó a su lado sin pedir permiso. Al fin y al cabo, oficialmente él seguía siendo el entrenador, a pesar de que Leehan se ocupara del equipo la mayoría de los días desde hacía semanas—. ¿Un mal día para el pobre Leehanie?

—¿Nunca te cansas de entrometerte en la vida de los demás?

—No cuando se trata de ti. No te ofendas, pero cuando te conocí necesitabas que alguien te diera una buena lección.

—¿Qué te hace pensar que he cambiado?

—Estos últimos días has estado bien, feliz, relajado —gruñó, como si le molestara tener que señalar algo positivo—. Hoy no sé qué mosca te picó.

Leehan desenroscó el tapón de la botella de agua con la mirada fija en los niños que seguían entrenando sobre el campo. Se escuchaban sus risas y sus gritos cada vez que se decían algo. Le dio un trago largo al agua y se limpió la boca con el dorso de la mano antes de girarse hacia aquel hombre de pelo canoso que lo miraba con atención y parecía conocerlo mejor de lo que él se conocía a sí mismo.

—Voy a irme, Sungyu.

—¿Adónde?

—Vuelvo a casa.

Sus cejas grisáceas se fruncieron. —¡No lo dices en serio, muchacho!

—Lo siento, pero sí.

—Dame una explicación razonable —bramó.

«Porque creo que estoy jodido, muy jodido.» Bueno, eso no era demasiado «razonable».

—Llevo aquí demasiado tiempo. Necesito seguir con mi vida —dijo—. Pero te agradezco todo lo que has hecho por mí. De corazón —Se llevó una mano al pecho y lo miró serio.

—¿Lo sabe Taesan? —Sungyu se frotó el puente de la nariz.

—Todavía no.

—Vas a destrozar a ese chico. Eres consciente de eso, ¿verdad?

—Él estará bien. Saldrá adelante. No te metas en eso —le advirtió y fijó la mirada en el césped húmedo que se sacudía por el viento.

—Extrañarás esto. Si te vas, un día te despertarás, mirarás atrás y te arrepentirás de la decisión que tomaste. Eras un mocoso inmaduro cuando llegaste aquí, escondiéndote de ti mismo. Y ahora que te estás encontrando...

—Joder. Sabía que insistirías.

Sungyu escudriñó el rostro del joven con suspicacia. —Si no tuvieras tanto miedo, las cosas serían diferentes.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora