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—¿Te gusta cómo queda este tono de morado? —preguntó Sungho

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—¿Te gusta cómo queda este tono de morado? —preguntó Sungho.

Leehan se inclinó hacia la pantalla del ordenador y asintió, satisfecho con el resultado. Estaban en la casa de Sungho en el despacho que este último ocupaba para escribir y estudiar tranquilo.

La estancia estaba decorada con muebles vintage, carteles de películas poco conocidas e infinitas estanterías repletas de libros. Leehan merodeó por el lugar mientras Sungho seguía trabajando en el proyecto para el que le había pedido ayuda.
Se fijó en las fotografías estilo polaroid que colgaban de la pared de la izquierda. En una salían los 3, de pequeños. En otra, Sungho abrazaba a su hermano en lo alto del Tokyo Skytree, con la vista de la ciudad a su espalda. En la última, Sungho estaba en la cocina, sonriente, mirando a la cámara sin soltar la sartén que estaba puesta al fuego. Le gustó que fuesen momentos improvisados. Escenas del día a día. Recuerdos del pasado que explicaban el ahora.

—Amigo, me asusta que alguien entre aquí y sufra una sobredosis de azúcar —se burló Sungho mientras se apartaba a un lado del escritorio para que Leehan pudiera ver cómo estaba quedando—. ¿No podemos usar otro color que no sea morado?

—Te sorprendería saber lo mucho que estoy deseando decir «sí», pero no, no podemos. Está bien así. Dejémoslo por hoy —suspiró.

Sungho asintió y apagó el ordenador antes de salir tras Leehan hacia el salón. Un gato naranja y gordo estaba acostado en el sofá hecho un ovillo, justo al lado de Mermelada, su compañero de pelo oscuro que Sungho se había encontrado semanas atrás cerca de un contenedor de basura de la universidad, buscando entre los restos de comida que un restaurante próximo había dejado ahí.

—Mantequilla, deja espacio —masculló Sungho mientras lo apartaba a un lado para poder sentarse—. Estos gatos... solo comen y duermen y se apoderan de la casa como si pagaran las facturas a final de mes —se quejó tomando el control de la consola de videojuegos y pasarle el otro a su amigo, pero este negó con la cabeza—. ¿Qué quieres hacer, entonces?

—Nada, no quiero hacer nada —dijo tras dejarse caer en el sofá que estaba libre.

—Leehan, estás hecho un asco. ¡Anda, anímate!

Se oyó el ruido de la puerta, seguido de pisadas, y Woonhak apareció en la estancia con un maletín colgado del hombro. Les sonrió y se inclinó para acariciar a los gatos.

—¿Te quedas a comer, Leehan? —preguntó.

—No, no tengo hambre.

—De acuerdo, creo que Sungho tiene lasaña congelada de cuatro quesos. Vayan poniendo la mesa mientras la meto en el microondas, tardará cinco minutos — concluyó antes de alejarse por el pasillo.

Leehan miró a Sungho y ambos estallaron en una carcajada.

—Tú los vasos y yo los cubiertos y las servilletas —añadió Sungho sin dejar de reír mientras se levantaban para dirigirse a la cocina.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora