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Leehan apagó el motor del coche en medio de la nada, en una carretera solitaria y oscura

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Leehan apagó el motor del coche en medio de la nada, en una carretera solitaria y oscura. Llevaba horas conduciendo.

Apoyó la frente en el volante durante un segundo y luego lo golpeó con fuerza una y otra vez, ignorando el dolor. Cuando se cansó de hacerlo, respiró con brusquedad mientras abría la puerta del coche y salía. Se acostó sobre el capó y clavó la mirada en el cielo salpicado de estrellas. Y entonces sintió algo rompiéndose en su interior, resquebrajándose, saliendo de él.

Le dolía el pecho. No podía dejar de pensar en el pelinegro y en el dolor que reflejaban sus ojos. Le había prometido que no le haría daño y le había fallado. Le había fallado a Taesan y también a sí mismo, con todas esas dudas que en ese momento parecían lejanas e insignificantes.

Parpadeó rápido, tragándose las lágrimas, porque él no lloraba. Él no había llorado jamás ni tampoco se permitiría hacerlo ahora.

El viento y las calles de Busan despertaron en él nostalgia y recuerdos, pero hubiese dado cualquier cosa por no estar allí en aquel momento, sino en un solitario pueblo que conocía bien, en medio del bosque, donde vivía ese chico que no necesitab...

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El viento y las calles de Busan despertaron en él nostalgia y recuerdos, pero hubiese dado cualquier cosa por no estar allí en aquel momento, sino en un solitario pueblo que conocía bien, en medio del bosque, donde vivía ese chico que no necesitaba nada grande para ser feliz. Un sueño. Dulces. El partido de los domingos. Una carcajada. Él. Miradas. El aroma que la lluvia dejaba tras de sí. O una cama sobre la que perderse el uno en el otro durante horas.

Todavía recordaba la primera vez que había entrado en su casa, cuando pensó que «no entendía cómo podía ser tan conformista, feliz con tan poco». Si pudiera volver atrás en el tiempo, congelaría ese momento y se diría un par de cosas importantes a sí mismo.

Cuando entró en el apartamento, lo notó extrañamente frío; con esos muebles que seguían una misma línea y los tonos grises que carecían de personalidad. Woonhak no estaba en casa, así que se paseó por las diferentes estancias e intentó convencerse de que tan solo se sentía así de raro porque hacía meses que no pisaba aquel suelo. Todo estaba en silencio, nada había cambiado de lugar.

Se dejó caer sobre su cama y estuvo un par de horas contemplando el techo blanco y vacío. Se sentía un poco así. Blanco y muy vacío.

Al irse del pueblo se vio tan perdido que había empezado a conducir sin rumbo un par de horas hasta que se decidió a dar media vuelta, consciente de que el único lugar que seguía perteneciéndole estaba en la dirección contraria.
Había dormido un par de horas en un motel de mala muerte antes de proseguir su camino. Y ahora estaba allí, inmóvil y solo. Ni siquiera reaccionó cuando oyó el chasquido de la cerradura al abrirse la puerta principal, seguido de las voces de sus amigos a lo lejos.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora