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Leehan giró el volante en el último tramo de la calle y frenó frente a la casa de Eunri

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Leehan giró el volante en el último tramo de la calle y frenó frente a la casa de Eunri. El porche estaba repleto de macetas y la primavera había contribuido a que las flores se abrieran, gráciles, y contrastaran con la madera del suelo y las paredes por las que trepaban algunas enredaderas.

—¿Seguro que no quieres entrar?

—No, abejita. Llegaré tarde al entrenamiento —Leehan sujetó su barbilla con los dedos y le dio un beso profundo y cálido que se alargó más de lo esperado. Cuando se apartó, sonrió al descubrir que el pelinegro tenía las mejillas sonrojadas—. Salúdala de mi parte.

—Esta bien. Nos vemos luego.

—Ya lo creo —sonrió travieso—. Tengo planes interesantes en mente.

—¿Todos están relacionados con la palabra «sexo»? —bromeó Taesan, tras cerrar la puerta, mirándolo a través de la ventanilla bajada del vehículo.

—Absolutamente todos, sin excepción.

Observó cómo el coche se alejaba por el solitario sendero que se abría al final de la calle y después subió los escalones del porche y entró en la casa, que estaba abierta. Llegaba media hora antes de lo previsto, pero escuchó las voces de Eunri y Riwoo que provenían de la cocina, justo en el otro extremo de la vivienda.

—¿Ya tomaste lo que te recetó el doctor, Riwoo?

—Estoy bien, mamá. ¡No seas pesada!

—Necesitas hacer reposo, hazme caso. Ya verás lo poco que te gusta que te lleve la contraria. Que sepas que el karma existe y te pondrás peor.

Taesan se quedó paralizado en la puerta de la cocina. Ambos dejaron de pelar papas para la cena y alzaron la mirada hasta el chico que los contemplaba sin pestañear.

—¿Qué tienes? —preguntó preocupado Taesan.

—Riwoo tuvo una reacción alérgica a algo que comió —explicó Eunri—. El doctor le recetó medicación y le dijo que hiciera reposo, pero ya sabes cómo es él.

— Y esta señora quiere que haga reposo una semana por unas alergias.— se quejó Riwoo mientras se levantaba de la silla.

—¡Deja de llamarme «señora»! ¡Es ofensivo!

—¡Dios, Buda, Alá, el que sea, llévame pronto!

—Riwoo, deberías escuchar a tu madre —dijo Taesan con seriedad—. Las alergias pueden ser peligrosas.

—Lo sé, lo sé —suspiró Riwoo—. Pero no puedo estar todo el día en la cama. Hay demasiadas cosas que hacer.

Taesan rio y se acercó más a su amigo para susurrarle al oído y que Eunri no pudiera escucharlos.

—Yo también tengo algo que contarte.

—Mierda. ¿Te lo tiraste?

—¡Ni siquiera me diste tiempo de decírtelo! ¡Y baja la voz!

—¿Han copulado? —preguntó Eunri.

—Mamá, de verdad que sí deberías echarle un vistazo a ese diccionario, ¿eh? «Copulado», dice. Se llama «follar», «echar un polvo», «darle al ñaca- ñaca»... La que más te guste, tienes un gran repertorio para elegir. Pero, por lo que más quieras, «copular» pasa a ser una palabra prohibida.

Taesan se tapó el rostro con una mano, avergonzado, y miró a la madre de su amigo con vergüenza. Estaba rojo como un tomate maduro.

—¿Pueden dejar de hablar a gritos? Los vecinos....

—Cariño, los vecinos creen desde hace meses que copulas con ese chico, así que no te preocupes más por eso —aclaró Eunri.

—Y dale con la palabrita.

—Vamos. Queremos los detalles. Además dejamos a medias las papas que íbamos a hacer. Sabía que pasaría. Se comen con los ojos.

—No es verdad —Taesan frunció el ceño.

—Lo estabas deseando desde hace más de un año —insistió Riwoo mientras volvía a sentarse en una de las sillas que había alrededor de la mesa de la cocina. El viento ondeaba las cortinas blancas que cubrían la ventana—. Si no llego a intervenir en Las Vegas, esto hubiese ocurrido mucho antes, créeme.

—¿Qué insinúas?

—Insinúo lo que estás pensando. Que te gusta desde siempre. Te atrajo desde el primer momento en el que tus ojos se cruzaron con los suyos —Se llevó una mano al pecho, en plan melodramático sobreactuado, y sonrió de oreja a oreja.

—¡Es tan romántico! —Eunri los miró con la espalda apoyada sobre la encimera de madera repleta de papas peladas.

—Ignora a mamá —dijo Riwoo—. ¿Han hablado del tema? Quiero decir, ¿siguen alguna pauta o acuerdo concreto?

—Hum, no.

—¿Nada?

—No.

—¿Ni siquiera un «que conste que esto es solo sexo y no hay sentimientos de por medio, así que no vengas luego a exigirme un anillo de boda y blablablá...»? Aunque, bueno, ahora que lo pienso, ya están casados.

—¿Qué tontería es esa? —Taesan arrugó la nariz de un modo gracioso —. ¡Pues claro que hay sentimientos! Si no fuera así, no me acostaría con él.

—¡Ay, no, pequeño! —el pelirubio soltó un jadeo angustiado.

—¡No empieces! —Eunri abrió uno de los armarios de la cocina, sacó un paquete de caramelos M&M y se lo tendió a su hijo—. Come y cállate. Déjame las rojas a mi ya que nunca te las comes.

—¡Dame! ¡No te los comas! —Le arrebató un par de bolitas rojas y se las metió en la boca de golpe—. Entonces, ¿te ha dicho cuándo piensa volver a Busan?

—Hace unas semanas comentó que «pronto». Supongo que debería preguntárselo otra vez, pero ni siquiera estoy seguro de querer saberlo — admitió—. Sé cómo terminará esto. Lo pasaré mal durante un tiempo cuando se vaya. Pero, ¿cómo era ese dicho? Ese que habla de que es mejor haber amado y haber perdido que no haberlo hecho.

—¿Lo amas?

—No, no lo decía de una forma literal —Puso los ojos en blanco—. Solo sé que quiero disfrutar de esto mientras dure. Nada más.

—¿Sabes lo que significa eso, cariño? —La mujer lo miró con dulzura—. Que estás dispuesto a arriesgar. Cuando pasó lo de Seojun temí que te cerraras para siempre. Solo eras un niño...

Por primera vez en mucho tiempo, Taesan ya no quería hablar del pasado. Ni siquiera le guardaba el mismo rencor a los Park ni tenía ganas de detenerse a pensar en todos los «y si...» que se habían quedado en el camino. Estaba en calma consigo mismo, con lo que tenía ahora.

—Los problemas están para superarlos —contestó con una sonrisa—. Y confío en Leehan.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora