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Llevaba más de una semana en el pueblo cuando finalmente logró que dejaran de lado la investigación

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Llevaba más de una semana en el pueblo cuando finalmente logró que dejaran de lado la investigación. Su presencia allí calmó los ánimos, pero aun así había tenido que reunirse con el abogado de Han Junghyuk dos veces, respondiendo a unas cuantas preguntas incómodas sobre su matrimonio.

Se llegó a la conclusión de que era imposible probar que había sido un fraude.

Taesan recuperó algo de peso y, tras saber que no tendría que cerrar la pastelería, su rostro adquirió ese brillo especial y vivaz que Leehan llevaba días deseando ver. Esa tarde se sentó a su lado en el sofá, dejando cierta distancia entre ambos.

Llevaba varias capas de ropa y el castaño tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no lanzarse a abrazarlo.

—¿Lo dices en serio?

—Totalmente. No pueden demostrar que nada sea mentira. Además, como si fuera así el dinero iría destinado al Ayuntamiento, los amenacé con demandarlos por acoso al tener intereses económicos en la causa y no ser imparciales —sonrió orgulloso.

En realidad, la charla con el abogado no había sido demasiado agradable y ser simpático no era precisamente su punto fuerte. Las cosas se habían puesto un poco feas hacia el final y sabía que, a partir de ahora, estarían vigilándolos hasta que se cumpliera el plazo estipulado. Tan solo faltaban unas semanas, pero eso no le importaba, porque no pensaba irse. No pensaba irse nunca.

—No me la van a quitar —insistió con voz temblorosa.

—No. Ya no tienes que preocuparte más por eso.

Se acercó a Taesan. Necesitaba tocarlo. Lo necesitaba.

Durante toda la semana se habían mantenido alejados, callados, sin siquiera rozarse. Leehan había dormido todos los días en el sofá. Bueno, si es que a cerrar los ojos un par de horas cada noche se le podía llamar «dormir», porque era incapaz de dejar de pensar en que todo lo que quería estaba muy cerca, apenas a unos pasos de distancia, y a la vez muy lejos.

Algo había cambiado en Taesan. De vez en cuando, Leehan lo descubría observándolo en silencio, pero, en cuanto él se percataba, el pelinegro apartaba la mirada, agachaba la cabeza y volvía a perderse en sí mismo. Y a Leehan lo volvía loco no saber en qué estaba pensando, así que había matado las horas del día yendo y viniendo a la pastelería, de la que se encargaban Eunri y Riwoo, arreglando las tablas de madera que aún estaban sueltas, limpiando el tejado de la casa o arrancando los hierbajos que cubrían el jardín de la parte de atrás. Cualquier cosa que lo mantuviera ocupado.

Deslizó la mirada hasta su boca y se mordió el labio inferior, haciendo un esfuerzo por contener sus impulsos. Se había prometido a sí mismo que mantendría las manos quietas y le dejaría espacio. Iba a permitir que Taesan tomara las riendas de la situación, pero aquello era un sufrimiento innecesario. No podía más. Tampoco es que la paciencia formara parte de sus virtudes a destacar.

Crystal Hearts | GongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora