57 - Kusanagi

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La brisa sopló sobre el pelo despeinado de la cama de Sasuke y le despertó una brisa de tulipanes en forma de lágrima, campos de musgo rosa y cerezos en flor. Sasuke se levantó del futón y durante unos instantes asimiló dónde se encontraba: el olor era inconfundible. Estaba en Konoha a principios de primavera.

Ráfagas de color saludaron a Sasuke cuando salió a calentar la anticuada casa de baños. Tenía muy pocas comodidades modernas y vivía firmemente en el pasado. Mientras el resto del complejo Uzumaki se despertaba con duchas rápidas y fontanería en el interior, Sasuke se tomaba su tiempo añadiendo leña a la llama y esperando a que la casa de baños se calentara.

Sasuke se enjabonó y se limpió a conciencia antes de sumergirse en el baño humeante. Sasuke se apretó una toalla contra la frente y cerró los ojos ante el calor relajante del agua. Su piel empezó a enrojecer, casi tan rosada como las flores de ciruelo caídas que habían entrado por la ventana y flotaban en el agua de la bañera.

Tras los párpados cerrados, Sasuke oyó las risas de los niños. Oyó los cotilleos de las mujeres ancianas, la risa profunda y estruendosa de su tío, el graznido de Itachi ante la idea de mojarse el pelo, el fantasma de una salpicadura en la piel. Con una succión de aire, Sasuke abrió los ojos y vio la casa de baños vacía.

Sasuke se estremeció.

El agua aún estaba caliente cuando Sasuke retrocedió hacia la casa de su tío, en la que había fijado su residencia. A veces, el pasado aún le perseguía y florecía en su pecho en los momentos más inesperados.

Sasuke se vistió con una camisa negra y unos pantalones de kendo azules holgados. Luego se dirigió a la forja contigua y continuó con su proyecto de devolver a la vida el viejo equipo. Estaba lejos de la estruendosa maquinaria de la forja de Narita en Ame. Ésta era de piedra, madera y fuego.

Sasuke había determinado que algo iba mal con el fuelle. Empezó a desmontarlo para encontrar la causa del problema.

"Dicen que salvaste Konoha".

Sasuke levantó la vista y encontró a Naruto apoyado en la puerta abierta. Eran las pequeñas cosas, como el ceño fruncido de Naruto cuando estaba pensativo, cómo sus ojos reflejaban el azul a la luz del sol, o la forma en que se inclinaba con facilidad y fuerza sin esfuerzo. Ningún henge podía capturar eso.

"Sólo era un jutsu", refunfuñó Sasuke. Era el jutsu de Orochimaru.

Sasuke abrió la tapa de madera y palideció al ver la madera podrida. Iba a tener que reconstruirlo todo.

Pero ahora Naruto había vuelto.

Ya no necesitaba vigilar a Tomu. Naruto podía cuidar de él. Tendría que marcharse y la forja de su tío quedaría sin reparar. Se suponía que esto sólo iba a ser temporal.

Sasuke sabía que debía preguntar si debía irse o si podía quedarse, pero temía la palabra "no". Así que Sasuke permaneció callado y se quedó mirando con nostalgia la forja rota.

Realmente debería irse. Cuanto más tiempo se quedaba, más tiempo poseía sus huesos, y más peligro corría de volver a llamarla hogar.

Entonces Naruto se marchó.

Sinceramente, Sasuke no sabía si aquello era una invitación o no. Entonces se le ocurrió que era una de las primeras conversaciones amistosas que mantenían desde que había regresado a la aldea, aunque sólo fueran dos frases. Eso era una buena señal, ¿no?

Sasuke respiró estresado. Francamente, la reaparición de Naruto alteró su aparente paz como una indefensa flor al viento. Su mirada se desvió una vez más hacia la forja. Quizá pudiera hacerla funcionar de nuevo antes de que Naruto le dijera que se marchara.

Naruto - Lo Poético de lo anbu ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora