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[Agustina]

Si hay algo que siempre se valora de los gitanos es la familiaridad que tienen, el número extenso de personas que conforman el clan y como todas las noches se juntan a comer juntos. Algo lindo, si, sí tenés una familia funcional. Para mí, es todo lo contrario. El rejunte de mis tíos sentados hablando mierda junto a mi viejo y mi mamá tirando igualmente comentarios horrible me parece insoportable. Por lo menos, tengo a mi prima Belén que hace todo un poco más soportable.

— ¿Lo viste a Danilo estos días? — me preguntó. Su timidez era completamente palpable. Ella, a diferencia de mi, es muchísimo más retraída.

Belén está enamorada de Danilo desde que tengo memoria, pero es muy vergonzosa para mandarse y tampoco me deja que yo le cuente al Uruguayo que ella le tiene ganas. Por eso, Danilo ni la juna.

— Si, ayer fuimos a comer a lo del abuelo — contesté mientras agarraba el vaso de gaseosa para tomar un poco.

— ¡Ay Elena! — me estremecí inconscientemente. Toda mi familia me conoce por Elena, nombre que por alguna razón odio. Agustina me parece mucho más bello, hasta prefiero el apodo "la Gitana" — Me hubieses avisado así iba.

— ¿Y qué? ¿Quedarte como boluda a cuatro mesas de distancia?

Belén no contestó porque sabe que tengo razón. Yo sonreí con gracia, la quiero mucho. A veces pienso que ojalá que el Uru le dé bola, después me acuerdo de lo gato y forro que puede llegar a ser y se me pasa. Belu es muy dulce y el Uruguayo... Bueno, el Uruguayo es gracioso.

— ¿Juega bien, Elena? — me preguntó mi tío Horacio. Lo miré desentendida porque había estado totalmente desconectada de su conversación. No sabía de qué hablaba.

— Perdón, ¿qué decías?

— Que hoy tu mamá nos contó que fuiste a Boca a ver al Carlos, el hijo del Segundo. ¿Juega bien?

— Aah. Si, no sé. No entiendo mucho de fútbol, pero hoy metió un golazo. Aparte los compañeros parece que también juegan bien y se complementan. Creo — añadí bajito. No confío en mis análisis futbolísticos.

— ¿Yy? ¿fichaste algún futbolista? Mirá si tenemos a una botinera en la familia — dijo para después reír. Yo sonreí intentando no mostrar la incomodidad que sentía.

Desvié la vista hacia mi viejo. Estaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

— Prefiero que se me muera antes de que esté con un criollo — su voz era clara y concisa. Yo sabía que no mentía. Los gitanos nos casamos entre nosotros, nuestros padres solo aceptan matrimonios con personas de nuestra misma cultura. Para un padre, es una desdicha su hija se le case con alguien exterior a los gitanos.

Yo siempre respeté mi cultura, siempre seguí nuestras reglas y varias veces me privé de estar con alguien que se me hacía lindo debido a las creencias que me inculcaron desde chica. De todas formas, que mi padre prefiera verme muerta antes que casada con un criollo por más que lo ame y esté enamorada no es algo que me guste escuchar.

— ¿Ya tenés a un pretendiente para tu hija, Francisco? — preguntó otro de mis tíos. Otra cosa normal - y que mucho no me agrada - son los matrimonios arreglados.

— El menorcito de los López anda buscando a una gitana para casarse. Tiene un año o dos más que Elena. Pero hay que ver, nada seguro.

Por primera vez, sentí felicidad al escuchar a mi mamá llamándome a mí y a Belu para que vayamos a servir la mesa junto a las otras mujeres. Odiaba escuchar como mi viejo analizaba a los distintos chabones que tenía como opciones para darme.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora