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[Fernando]
Me desperté minutos antes de que la alarma suene, por un lado mucho mejor ya que Agustina podría seguir durmiendo plácidamente a mi izquierda, por el otro me extrañó. Nos habíamos quedado hasta tarde junto a Agustina charlando de distintas cuestiones.

Desactivé la alarma y con cuidado traté de levantarme sin despertar a Agus. Hoy tengo que ir al colegio, pero primero quiero traerle el desayuno a Agustina acá y que comamos los dos acostados y juntos.

No se pudo porque mis cuidadosos intentos de salir de la cama sin intervenir el sueño de Agustina fueron en vano. Somnolienta me miró.

— ¿Fer? — murmuró. Me alegró la mañana, escalamos de que me llame Cisneros a Fernando, ahora Fer. Seguro que sonreí como tarado.

— Quedate acá, yo ya vengo — digo. Estaba muy dormida para preguntar más, así que me hizo caso.

Bajé las escaleras y me encontré a mamá en la cocina, preparando el desayuno. Me acerco a desearle los buenos días y veo que preparó una bandejita con un desayuno para dos.

— Para que comas con Agus — me dice.

— Gracias, ma.

Agarro la bandeja que tenía tostadas, mermeladas, galletitas y medialunas. Para tomar llevaba dos tazas con agua caliente y sobrecitos de té y café, también tenía vasos de jugo de naranja.

Subí las escaleras con extremo cuidado, no vaya a ser que me vaya a caer ahora. Al llegar frente a mi pieza, pateé la puerta así seguía sosteniendo la bandeja con ambas manos.

Cuando entré, la sonrisa de Agustina me recibió.

— Tiene mucha pinta para que lo hayas hecho vos.

— ¿Desconfías de mis habilidades culinarias? — finjo ofensa mientras dejo la bandeja en la mesita de luz. Agustina se sienta en la cama y puedo apreciar su pelo despeinado y su bella cara de dormida.

— Bastante.

— Bueno, hacés bien. Porque soy un asco cocinando.

Pronto, nos encontrábamos sentados uno junto al otro y disfrutando de una charla con unas ricas medialunas rellenas de jamón y queso.

— Yo siempre miro chiquititas — confiesa ella — Carlos también, le encanta. Seguro que si le preguntas te dice que no, pero todos los días toma la choco mientras mira un capítulo y después nos juntamos a hablar de lo que pasó.

Suelto una risa ante lo comentado. Por la mención sobre Carlos, recordé dos cosas.

— ¿Te dijo lo de mi cumpleaños?

— Ah, sí. Pero no iba a ir porque me enojé.

— ¿Te enojaste?

— Si, porque me dijo él y no vos...

— Bueno, ahora te digo yo. ¿Querés venir a mi cumpleaños, Agustina Heredia?

— Elena... — susurra. Usa un tono de voz suave y vergonzoso.

— ¿Elena? ¿quién es Elena?

Agustina es una persona que no sabes con qué va a salir. Ahora, murmura un nombre de mujer de la nada. Es muy impredecible.

— Yo soy Elena — dice. No entendí a qué se refería —. Elena Agustina Heredia, pero no me gusta mi nombre. Lo usan solamente mis familiares.

Por la forma en lo que lo decía y la dinámica que tiene con su familia supuse que la negatividad ante su nombre se debe a algún trauma. Experto en psicología no soy, pero podría preguntárselo a mi profesora del colegio.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora