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[Fernando]
No sé bien cómo, pero con unas buenas maniobras de Kiru logramos perder a la familia gitana de Agustina. Nos falta poco para llegar a nuestra ubicación y Kiru ya bajó un poco la velocidad. Ahora, va poniéndose al día con Carlos ya que no hablan hace mucho.

Observo a Agustina a mi lado, hace muecas extrañas y tiene cara de sufrimiento, tal vez esté teniendo una pesadilla. Lo confirmo por los espasmos de su cuerpo que siento en mi brazo. No me gusta verla sufrir así, ni aunque sea soñando. A pesar de que no me agrada interrumpir su sueño, susurro su nombre y la muevo un poco.
Despierta sobresaltada, me mira con miedo y me abraza con fuerza.

— ¿Está todo bien? — le pregunto mientras correspondo el abrazo. Ella entierra su cabeza en el hueco entre mi cuello y hombro.

— Soñé que los López y mi familia nos encontraban... Ellos te... te...

— Shh, fue un sueño nomás — le doy mimos en su cabeza y no es hasta que su respiración se tranquiliza que corto el abrazo —. Faltan veinte minutos todavía, dormí un rato más que necesitas descansar.

Ella asiente y se me acurruca. Le hago mimos en su brazo así puede relajarse. Poco a poco, siento cómo su respiración se tranquiliza y cae rendida ante el sueño. Pobre Agus, estuvo pasando por tantas cosas. Este matrimonio arreglado, la ruptura de nuestra relación, la muerte de su amigo Danilo y ahora tuvo que elegir sobre entre su abuelo y prima o yo.

Desearía quitarle todo el sufrimiento e instalármelo, me gustaría tanto que sea la mujer más feliz de esta tierra, pero por alguna razón el universo se la agarró con ella. Aunque siempre lo quise así, ahora oficialmente me propongo en hacerla la mujer más feliz de la tierra.

La observo tan hermosa, tan bella. Cuándo Osvaldo Heredia me llamó simplemente no podía de felicidad, tal vez sea egoísta, pero me siento él único merecedor de la compañía de Agustina. Ella tiene que ser solo para mí, siento un deseo de posesión sobre ella, quiero me que ame solo a mí y yo quiero amarla solo a ella.

— Llegamos — dice Kiru estacionando el auto. La casa que Boca nos dió a mí y a mí familia estaba frente nuestro. No es el lugar más lujoso, es un poco feo, pero por seguridad elegimos quedarnos acá unos días.

Al tener la persecución tan cerca, puede ser que averigüen la dirección de la casa y vengan a buscarnos, es por eso que no fuimos a dónde vivo.

Cargo a Agustina en brazos para no tener que despertarla. Con mucho cuidado la acuesto en la cama de la pieza más cercana.

Voy a la cocina y me desparramo en la silla junto a Carlos y Kiru.

— Qué divertido, wacho — pronuncia Kiru sonriendo. Yo froto mi frente porque siento que tengo jaqueca. Muchos eventos y estrés para un solo día —. Es algo de película.

Definitivamente, no quiero vivir en una película, quiero vivir en paz ¿es mucho pedir?

— Prepará un té, Kiru — le pido mientras sigo masajeando mi cabeza.

[...]

Fue un rato después cuándo Agustina despertó y nos encontró en la cocina de la casa. Todavía seguía vistiendo su vestido de casamiento gitano, pero ahora parecía mucho más viva, en su rostro se notaban las horas de sueño que recuperó.

— Fernando... — me llama — ¿Podemos hablar?

— Vamos a darle tiempo a solas a los tortolos — dice Kiru y se gana la asentimiento de Carlos. Ambos nos dejan en soledad a mí y a Agustina.

— Vení, gorda — ella se acerca a mí. Aún parece un poco triste —. ¿Todo bien?

— Estoy pensando mucho. No me gusta tener que haber elegido entre Belén y mi abuelo y vos, cuándo son tres relaciones diferentes que no puedo juzgar de una misma manera. Eso me duele mucho.

— Sí, ya sé. Posta te pido perdón, sé lo mucho que significan para vos y dejame decirte que a mi tampoco me agrada esa elección, pero no nos quedó otra.

Ella asiente.

— Ahora, ¿dónde voy a vivir, Fer? Mis padres ya no me quieren con ellos...

— ¿No es obvio, Agustina? Conmigo, con mi mamá, con mi papá...

— Fernando es súper invasivo eso, no quiero abusar de su amabilidad.

— Dios, Agustina, ellos no tienen ningún problema.

Es la realidad. Mis padres están hasta felices de que Agus pueda escapar de esa vida y vivir con nosotros. Yo mismo lo estoy.

Con Agustina intercambiamos algunos temas más sobre nuestra nueva vida. En todas llegamos a acuerdos, por lo que ahora solo nos quedaba ser felices.

Después de tantos obstáculos se sentía hasta irreal, es unos años voy a poder casarme con ella, formar una familia, nada me pone más feliz. Estoy muy seguro de que Agustina es el amor de mi vida, ella fue hecha para mí.

— Fernando... — vuelve a decir. Se la ve tímida.

— ¿Si, amor?

— Al casarse, o bueno, ponerse en pareja, las gitanas suelen utilizar el apellido de su marido, no el heredado — comenta.

— No busco que te cambies tu apellido, Agus.

— No, no. Lo que quiero decir es que yo quiero cambiar mi apellido. Quiero ser Agustina Cisneros, no Heredia. Si no te molesta...

Aquello me hizo estúpidamente feliz. Si, que Agustina lleve mi apellido es todo una alegría.

— Entonces vas a ser Agustina Cisneros, amor mío — digo y tomo sus manos, Las beso como siempre, sintiendo que estoy besando las manos de una Diosa.

— Te amo tanto — susurra. Sus ojos se encuentran lagrimosos.

— Yo te amo muchísimo más.

Ambos nos ponemos de pie y nos abrazamos. Yo beso su cabeza y froto sus brazos.

— ¿Estás lista para una nueva vida, Elena Agustina Cisneros?

— Si, estoy. Por una vida a tu lado llena de amor verdadero.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora