🫧09

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[Agustina]
— ¿Sí? — pregunto al contestar el teléfono. Era un domingo temprano en la mañana y estaba limpiando junto a mamá. Papá había salido hace un rato a laburar.

— ¿Hola? ¿hablo con la gitana rubia hermosa? — no hizo falta que diga su nombre para saber quién era. Miré perseguida hacia los lados como si mi vieja pudiese oír.

— ¡Cisneros! — exclamé - susurré —. Mirá si te atendía alguno de mis viejos...

— No soy tan boludo, Agus. Reconocí tu voz. Por eso te dije así.

Agus. Me gustó como sonaba el apodo. Mi familia me llamaba por Elena y sus variaciones, en el barrio me conocen como La Gitana y las pocas veces que Carlos y Danilo utilizaban mi nombre era para llamarme "Agustina". Agus suena lindo en la boca de Cisneros.

— ¿De dónde sacaste el número? — la pregunta era estúpida, era obvio que nadie más que Carlos podría haberlo hecho.

— ¿Hace falta qué te lo diga?

— Creo que no — fue mi respuesta acompañada de una leve risa.

— Hoy venís, ¿no? — preguntó. Hoy jugaban, por supuesto que iba a ir.

— Hmmm, no sé.

— Te hacés la mala pero seguro que todas las noches te ponés a pensar sobre las ganas que tenés de que te vuelva a comer la boca — soltó. Mis cachetes se coloraron instantáneamente. Cisneros hacía desaparecer toda mi dureza —. Que linda sos cuando te ponés roja — dijo, como si pudiese verme.

— ¡Chau! — dije y le corté.

Quedé con una sonrisa boluda hasta que finalmente me rescaté y colgué el teléfono dónde iba. Corrí a cambiarme porque sabía que los Tevez iban al predio temprano para que Carlos tenga tiempo de entrar en calor.

Opté por una pollera sobria, negra estampada con florcitas blancas. Agarré una camiseta de Boca que usaba cuando era chiquita. Gracias a mi complexión pequeña me quedaba como top, dejaba ver solo un poco de mi abdomen, ya que la pollera era tiro alto.
Revolví en mi zapatero por unas vans amarillas que compré hace mucho. Todos me habían dicho que gasté plata al pedo porque eran incombinables, pero hoy podía utilizarlas a juego con la camiseta de Boca.

Me planché el pelo, casi nunca lo hago porque disfruto de mis ondas rubias naturales, pero hoy sentí la necesidad de hacerlo. Me gustaba como lucía con el pelo bien arreglado.

Saludé a mi vieja y salí para lo de los Tevez. Otra vez tuve que putear a Cachucha por pajero, pero esta vez no vino Kiru a mandarlo a la mierda por mí. Kiru y el abuelo Tevez tuvieron que irse a la provincia por el desperfecto con Hernán. Una gitana sabe de lo que habla, yo dije que iba a terminar mal.

Un poco deprimida por la ausencia de Kiru seguí caminando hasta lo de Carlitos. Me recibe la Chila con un mate que acepto gustosa.

— Traje bizcochitos para que comamos — les enseño el paquete que compré de pasada, Adriana me agradeció por el gesto.

Me arrodillé hasta quedar a la par de los tres diablillos, o sea, los hermanos de Carlos y les entregué un chupetín a cada uno. Ellos sonrieron extasiados.

— ¡Gracias, Gitana! — gritaron el unísono.

— ¡Se llama Agustina! — los reprendió Adriana. Siempre se enojaba con los chiquitos me decían Gitana como si fuese mi nombre, a mi me causaba porque estaba segura de que si no fuese por La Chila no sabrían mi verdadero nombre.

— Bizcochitos para mis viejos, chupetines para mis hermanos ¿y para mí? — dice Carlos haciendo presencia.

— Para vos mi apoyo moral — sonrío.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora