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[Agustina]Me puse una pollera negra larga tiro alto que se ajustaba a mi cuerpo, un top blanco por encima de mi torso y mis fieles vans clásicas

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[Agustina]
Me puse una pollera negra larga tiro alto que se ajustaba a mi cuerpo, un top blanco por encima de mi torso y mis fieles vans clásicas. Salí enseguida a la casa de Carlos debido a que Segundo nos iba a llevar a ambos al predio de Boca.

Segundo me hizo esperar en el living que él iba a ir a buscar a Carlos para avisarle que ya estamos por salir. Tomé asiento en el sillón y escuché una conversación que La Chila mantenía con Carlitos.

— ¿Cómo te vas a comprometer con cuidarla? — gritaba - susurraba Adriana —. Si vos sabés que el papá de Agustina está loco... ¡Mira si te mete un tiro!

Me encogí incómoda en mi lugar. ¿Esto es lo que siente Danilo sabiendo que a ningún padre de sus amigos le cae bien? Nah, lo del Uruguayo es aún peor. Yo sé que a La Chila le caigo bien, hasta llego a entender el temor a mi viejo. Está loco, ante todo utiliza la violencia y hasta lo veo capaz de meterle un tiro a un chico de la edad de Carlitos, hasta al mismo Carlitos si hace algo que no le gusta.

Me gustaría tener otros padres, eso siempre lo supe. No sé si cambiaría mi vida gitana, aunque últimamente me estoy cuestionando mucho mi cultura. No es que la aborrezca, simplemente... No sé, tal vez con otra familia todo sería diferente. Y acá vuelvo con el tema que me carcome la cabeza día y noche. Yo estoy muy segura que lo que siento por Fer es aquello llamado amor, hace poco acepté que efectivamente es así. Me da miedo, me aterra mucho. Mi familia jamás aceptará a un criollo.

Tuve que salir de mis pensamientos porque Adriana y Carlos hacen presencia en el living. La mujer lleva a su hija Deborah en brazos, que se encuentra durmiendo.

— Hola, Adriana — saludo poniéndome de pie. Ella me sonríe tensa.

— Hola Agus, ¿todo bien?

— Todo bien. ¿Cómo está Deborah?

Me comenta algo sobre que es muy tranquilita, sonrío y respondo algo positivo. Nuestra conversación terminó rápidamente porque ya debíamos partir al predio. Me despedí de Adriana no sin antes susurrarle algo.

— Le prometo que voy a cuidar a Carlitos, Adriana. Usted sabe que si algo le pasa yo me muero.

No sé si se dió que mis palabras fueron por lo que escuché con anterioridad, pero espero haberle dado aunque sea un mínimo de tranquilidad.

En el viaje, con Carlos hablamos alguna que otra boludez. Fue una trayectoria tranquila. Cuando llegamos, las luces de colores y la música invadían la construcción principal del predio.

Segundo nos indicó que a las 02:00 a.m iba a estar justo dónde nos dejó, nos ordenó que nos portáramos bien y se fue.

Cuando quedamos solos, una ráfaga de emoción recorrió mi cuerpo. Sonreía sola al saber que dentro de aquél lugar estaría Fernando y que podría correr a sus brazos y volver a besarlo después de una eterna semana. En mi cartera tengo su regalo de cumpleaños que ansío darle.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora