🫧 Epílogo

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Fernando y Agustina transitan sus 28 y 29 años de edad. El jugador Cisneros fue parte de algún que otro equipo de primera Argentino, incluido Boca. Ahora, le llegó una solicitud para jugar en Suiza.

Por supuesto que aceptó, es por eso que con Agus estaba en el avión viajando a su nuevo hogar.

— Del Fuerte Apache a Suiza, quién lo diría — comenta él humorísticamente. Ella suelta sonrisas.

Cambió poco. La adultez le trajo un estilo de vestir más sobrio, menos faldas de gran longitud y un pelo continuamente alisado y planchado. A pesar de sus cambios, Agustina Cisneros sigue poseyendo la belleza que le fue heredada desde su juventud.

Por su parte, Fernando tiene el pelo mucho más corto a cuándo era jóven. Después, no tiene tanto cambio físico. Está más alto y tiene sus brazos bien trabajados por el gimnasio. Su amor por Agustina no se debilitó ni un poco.

— A veces extraño el bario... — murmura Agustina. Fernando la mira —. Pero a tu lado hay mucha más felicidad.

Él sonríe y apoya su cabeza en su hombro. A veces mira a su esposa y sencillamente no lo puede creer, todo lo que pasaron juntos pero finalmente están siendo felices.

[...]

[Agustina]
Llegamos a la que va a ser nuestra nueva casa. Es enorme y espaciosa, pero no está del todo amueblada. Miro bien todo y comienzo a formular ideas para la decoración, mientras tanto Fernando sube nuestras valijas a la pieza que será nuestra.

— ¡Hay tres habitaciones de huéspedes! — exclama. Nuestro círculo de amistad se reduce a Carlitos, la mujer de Carlitos y sus hijos. Tal vez aquella habitación puedo usarla como algún estudio.

Llegamos a la noche, así que pedimos delivery y fuimos a acostarnos. Ambos estábamos agotadísimos del vuelo, así que bastó apoyar la cabeza en la almohada para adentrarnos en un profundo sueño.

Abro los ojos y lo único que puedo hacer es maldecirme por despertar, pero al prestar atención noto que no estoy en nuestra nueva casa, estoy en un patio. Ahora que presto atención, es el patio de la casa que Boca le había regalado a Fer, dónde vivimos por unas semanas.

La puerta trasera daba a un pequeño suelo de madera cubierto por un techo dónde había unas sillas para sentarse y disfrutar de la brisa, al terminar este sector iniciaba todo el pasto verde, dónde estoy parada.

Lo que me extraña de todo esto es que soy consciente de que estoy soñando, así que no entiendo bien. A lo lejos, noto que hay gente sentada así que poco a poco me voy acercando.

Cuándo estoy en una distancia considerable me veo a mí acompañada de Carlitos y...

Danilo.

Siempre lo tuve muy presente en mi vida, pero verlo así, hablando, cómo si estuviese vivo me hace lagrimear. A esta distancia logro escuchar de qué hablan, o hablamos

El primer regalo que le voy a hacer va a ser un conjunto de Boca — dice Carlos. ¿Primer regalo?

— Tarde, te ganó Fernando — yo sonrío y me encojo de hombros.

— ¡Yo le voy a regalar un fierro! — exclama Danilo. Se gana un golpe de mi parte —. ¡Dah, Gitana! pero uno de mentira.

— ¡A mi hija no le vas a regalar ningún fierro ni de mentira ni de verdad! — grito.

Presto atención y yo estoy acariciando mi vientre abultado. ¿Acaso yo...?

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora