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[Agustina]
Cuando Juana Cisneros me dejó en la entrada del barrio, caminé rápidamente para llegar a casa. Debía fingir que pasé la noche allí para que mis padres no sospechen absolutamente nada.

Saludé con la mano al Uruguayo cuando me lo crucé, pero no pude detenerme a hablarle. Abrí silenciosamente la puerta de casa, como si hubiese alguien, y la cerré con el mismo cuidado. Cuando me volteo, no encuentro la mejor escena.

Mi papá sentado en el sillón, mi mamá trapeando el piso.

— Fui a caminar un rato — les dije. No sabía cuándo habían vuelto.

— ¿Y anoche? ¿También caminabas? — pregunta mi vieja a la defensiva. Quise desaparecer del plano astral en aquél momento, el peor escenario que podía imaginarme era que hayan descubierto que no pasé la noche en casa.

Abrí y cerré mi boca buscando qué palabras decir, pero nada se me ocurría.

— Sos una pendeja de mierda, Elena — dice mi papá a la vez que se pone de pie. Lentamente se acerca hacia mi —. Te lo voy a preguntar una sola vez y quiero que me respondas, porque si no, me voy a enojar y no querés que yo me enoje. ¿Dónde dormiste?

Sentía un temblor en mi estómago y mis manos frías —. En lo de Carlos — digo, como lo primero que se me ocurrió —. No les quise decir porque, como es varón, no iban a dejarme ir. Pero ya saben que Carlitos es como mi hermano.

Traté de sonar lo más convincente posible, no sé si me funcionó.

Mis padres se miran entre sí, yo me quedo tan dura que creo que por unos segundos dejé de respirar. Si se enteran que es mentira, si se enteran lo de Fernando...

— ¿Qué pruebas tenemos para creerte? — sé que, si llama en este instante a la Chila o Carlos lo más probable es que me sigan la mentira, ambos son rápidos (aunque Carlos no tanto) y saben que mi relación con mis padres no es tan buena. El tema es que atienda Segundo, dudo que se dé cuenta que debe afirmar que pasé la noche con ellos.

— Mi palabra. Palabra gitana.

No quiero morir porque no quiero conocer el infierno que me espera después de mentir tanto. Los gitanos somos personas de palabra, personas que si dicen algo es porque o lo cumplen o porque efectivamente sucedió así.

— Nunca más pasás la noche en otro lugar — mi papá me aprieta el hombro con muchísima fuerza. Lo miro a los ojos, disimulando el dolor que sentía, y asiento con una mirada dura.

Corro a mi pieza y me encierro. Suelto un suspiro cuando entro. ¿Justo hoy debían volver antes de lo planeado? ¿Qué carajo habrá pasado? No hay tiempo para aquellas preguntas. Ahora, no hay ningún tipo de chance de que acepten que vaya al cumpleaños de Fernando y me quede a dormir o que me dejen asistir a la joda que organiza Boca. Suspiré rendida, me las iba a tener que ingeniar para poder ir de todas formas.

Después de un largo tiempo en las cuatro paredes de mi pieza caigo en que ya no tenía mucho que hacer. Afuera hay un precioso sol radiante que sería una lástima desperdiciar.

Me asomé por la puerta y veo que papá no estaba, así que salió para trabajar. No veo a mamá, por lo que estará limpiando. Segura de que no hay nadie quién me pueda romper las pelotas por irme, salí. Comencé a disfrutar de la suave brisa de jueves y me dirijo donde sé que voy a encontrar diversión: Danilo.

Siempre ranchea por algún lugar del nudo uno, así que ahí es dónde lo busco. Pregunto un poco y no es muy difícil encontrarlo. Estaba sentado contra un paredón sin revocar mirando al cielo.

Lo notaba ojeroso y un poco ido, me preocupé.

— ¡Eh! ¡Uruguayo! — le grito. Me acerqué corriendo y tomo asiento a su lado —. ¿Qué onda, amigo?

— To' tranqui — contestó. Lo noto diferente a como lo vi hoy temprano —. ¿Qué onda vo' Gitana? ¿Andas curtiendo con el cheto amigo del Carlos? — habla tan rápido que apenas le entiendo. Al terminar de formular la frase, suelta una risa.

— Uru, ¿estás bien? — pregunto un poquito asustada. Me le acerco a ver sus facciones. Logro ver que está acalorado y transpirado, sus pupilas dilatadas y mueve sus labios como si estuviesen adormecidos.

— Si, boluda. Todo piola — asegura y se aleja de mi. Aún no confiaba en sus palabras, tenía algo raro...

— ¿No estás en... nada raro? — pregunté bajito. Sentí miedo, mucho miedo. No quería oír su respuesta porque sentía que iba a decirme algo que no me gustaría.

— No Gitana, no flashé' — su respuesta fue rápida. Decidí creerle, por mi salud mental —. Che, el próximo jueves te pinta ir a verme a una práctica en Liniers? Siempre vas a ver al Carlos y tu novio el cheto.

Me sonrojé ante el comentario sobre Fernando refiriéndose a mi novio. Iba a negárselo, pero no tenía sentido porque iba a ponerse pesado.
Estuve por aceptar su propuesta sin pensarlo, pero luego recordé...

—... Es el cumpleaños de Fernando — murmuro. Danilo me mira a los ojos y frunce el ceño.

— No seas gila, siempre lo ves a ese.

— ¿No hay otro día para que vaya?

— Lo interesante pasa el jueves que vamo' a jugar entre nosotros. Quiero que me vayas a ver, que veas como me lo' bailo a todos.

No sabía qué decirle, quiero acompañar a Fernando en su cumpleaños, pero veo al Uruguayo acá, tan... Tan destruido ante mis ojos y Dios, no puedo decirle que no.

— Nos vemos el jueves, Uru.

Me sonríe como un nene. Veo sus dientes imperfectos y sus ojitos chinos. El impulso me nace y me lanzo a abrazarlo.

— Como te quiero, gil — le susurro casi inaudible — cuidate, loco.

— Si, Gitana — respondió.

Ambos sabemos de que yo hablaba, así que le creí. Ciegamente, decidí confiar en Danilo. Lo conozco desde que somos peques, en pocas palabras es mi hermano y lo adoro con todo mi corazón. Lo que más deseo es que se cuide porque, como siempre dije, el Uruguayo tiene que triunfar y salir del barrio. Cuando esté en la gloria, yo lo miraré desde abajo y le sonreiré. Capaz que le recuerde este momento, o el momento cuando iba en la bici y se cayó de jeta culpa de una piedrita. O tal vez puedo recordarle como iba a su casa a cocinarle con los ingredientes escasos que tenía en su heladera. Cuando el Uruguayo sea una futbolista famoso, yo estaré a su lado mostrándome orgullosa.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora