🫧07

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[Agustina]
La cantidad de besos que habré negado en mi vida solo por respetar mi cultura, solo para regalarle mi primer beso a mi marido... ¿Cuántas veces me ha dicho mi papá que una gitana digna es aquella que guarda su virginidad para su esposo?
Aunque, no estábamos hablando de virginidad en este caso.

Había algo de Cisneros que me revolvía el estómago, nadie nunca me hizo sentir así. Tal vez es porque es de otro barrio, es otro tipo de chico de los que estoy acostumbrada a ver, capaz que su sonrisa fina es demasiado linda o sus ojos son muy brillosos. No sé, hay algo de él que hace que mis mejillas se sonrojen.

— ¿Qué estás esperando, Agustina?

Si le doy solo un beso no le estaría faltando el respeto a mis creencias gitanas ¿verdad? Si es solo un beso...

Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, pronto sentí sus manos en mi cintura. Con duda y lentitud ladeé un poco mi cabeza y encajé nuestros labios.

La sensación de calidez me envolvió rápidamente. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza y un cosquilleo en mi estómago hizo presencia. Cisneros dominaba mi boca con la suya, en ocasiones mordía despacito mi labio y lo saboreaba. Sus manos comenzaron a moverse alrededor mío y yo me aferré aún más a él.

Escucho un carraspeo, pero no quería despegarme. La tos fingida se hizo más intensa, así que a regañadientes tomé distancia de Cisneros para mirar a Danilo, que estaba cruzado de brazos.

— Yo ya me voy — dice. Antes de salir manotea unas porciones de pizza — Me llevo esto para el camino.

— Yo también tendría que irme — añade Belén con voz baja. Sentí que me enrojecía porque probablemente ambos presenciaron el intercambio de salivas que tuve con Cisneros. Toco mis labios con suavidad y los siento hinchados, aún más me avergoncé.

— No, Belu. Quedate — dije, al volver a la realidad. Se suponía que Belén iba a quedarse a dormir.

— Creo que te surgieron nuevos planes — murmura. Su mirada se posó en Cisneros por unos segundos.

No voy a mentirme a mi misma y decir que no me quiero quedar un rato más con Cisneros, pero no iba a dejar que Belén se vuelva sola. Abrí la boca para exigirle que se quede, pero el Uruguayo me interrumpió.

— Yo la acompaño.

Le sonreí en forma de agradecimiento. Ni Hernán ni nadie iba a meterse con Danilo sabiendo que es el "protegido" de Cochi. Así que me quedaba tranquila sabiendo que Belén iba a volver segura a casa, y que encima iba a tener el mejor paseo de su vida, acompañada de su gran amor platónico.

Despedí a ambos y los observé unos momentos cuando se fueron. Luego, me vuelvo a Cisneros. Él me sonríe.

Había tomado asiento en el sillón y negó una porción de pizza. Yo me senté a su lado.

— ¿Cómo sabías dónde vivo? — le pregunto. Me intrigó bastante esa cuestión.

— Empecé a preguntarle a muchos si saben dónde vive "una gitana rubia" algunos me ignoraban o me decían que no. Un señor grande me mandó acá.

— Cachucha — murmuré. Era obvio que iba a ser él. Comienzo a describírselo para asegurarme y si, efectivamente era él —. Viejo de mierda, lo odio. Es un pajero. De hecho, me sorprende que efectivamente te haya dicho dónde vivo y no te mandó a algún lugar medio turbio dónde estés más regalado.

— Lo importante es que estoy acá ¿no? — me dice y se me acerca un poco más. Yo lo miro mordiéndome el labio para evitar sonreír —. No te contengas — dijo al notar lo que hacía. Con su mano derecha apretó mis mejillas, mis labios quedaron más regordetes.

En eso, acercó su boca y depositó otro beso. Esta vez fue más corto, pero no menos disfrutable.

— Es la última vez que venís solo. La próxima me avisas y te acompaño o le decís a Carlos.

— ¿Ya te estás enamorando que me cuidas tanto? — se burló. Reí sordo.

— Unas ganas tenés, Cisneros.

— Ganas te tengo a vos — respondió con su voz bronca. Maripositas batieron sus alas en mi estómago.

Era consciente de que ahora debía estar colorada al igual que un tomate, Cisneros se las arregla para hacer que me ponga nerviosa.

Estuvimos unas horas más tirados en el sillón. Comenzamos a hablar sobre la vida, me contó sobre cómo empezó a jugar fútbol. Estaba por hablarle de mi familia, pero el teléfono fijo sonó interrumpiéndolo. Me estiro un poco para contestar. El teléfono estaba en una mesita al lateral del sillón.

— ¿Sí? — digo al contestar.

— Elena, soy mamá. Mañana tipo 10hs volvemos con papá. Portate bien.

Ni tiempo de responder o preguntar dónde estaban me dió. Colgué el teléfono y miré a Cisneros.

— ¿Te quedás a dormir? — le pregunto. En su cara se notó la sorpresa por la propuesta —. Mis viejos vienen mañana a las 10hs, te quedás hoy y mañana temprano te acompaño hasta afuera del barrio.

— Si, dale.

Al oír su contestación vuelvo a acurrucarme a su lado. Teníamos una manta que había tejido mi abuela años atrás y con eso nos dábamos calor.

— Me estabas por contar algo sobre vos— me recuerda él. El tema de mi infancia o de mi vida en sí es tema un poco sensible, pocas veces lo mencionaba. Pero el brillo de los ojos de Cisneros hacía que quiera abrirme.

— Nunca me sentí cómoda en mi casa. A veces, me siento mala gitana porque mi cabeza cuestiona nuestras costumbres — confieso. Ser gitana fue lo que me identificó siempre, pero hay cosas qué... No sé, no me hace sentir bien —. Mi mamá y la mamá de Carlos se llevaban bien, así que ahí nos conocimos nosotros. Como te dije, no me sentía feliz en casa, así que iba a a ver jugar al fútbol a Carlitos. En la canchita conocí al Uruguayo, me pegó un pelotazo en la cabeza y encima me puteó. Yo le pegué una trompada.

Escuché la risa de Cisneros. Estaba con su cabeza acurrucada en mi hombro y riendo.

— ¿Le pegaste una piña? — quiso confirmar mientras reía.

— Se me hizo el malo... — me justifiqué en voz baja.

— Podrías empezar boxeo tranquilamente.

— Antes quería hacerlo, después se me pasó. — digo. Era una actividad que me ilusionaba, pero mi papá temió porque salga "marimacha" y me lo prohibió rotundamente. Una vez, le insistí demasiado porque me anote en clases de boxeo, aún sigo recordando como si fuese ayer su mano estallada en mi cara, pero eso no iba a mencionárselo a Cisneros.

GITANA | Fernando CisnerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora