Nunca aprendí a andar en bici pero ya sé lo que se siente

528 71 31
                                    

XII

H O P E

Me quedé congelada, sin saber qué hacer o qué decir.

Dejé que mi espada cayera al piso.

— Hope... —su voz era más suave de lo que imaginé, de lo que proyectaba—.

Percy estaba frente a mi. Mi papá.

Sentí mi pecho comenzando a subir y bajar. Él se acercó, pero yo no.

— Tú... ¿Qué haces aquí? —pregunté—

Sentía tantas cosas, pero en ese momento, destacaba el enojo. — ¿Debo estar cerca de morir para conocer a mi progenitor? ¿A qué vienes? ¿A disculparte por haberte perdido 13 años de mi vida? ¿Por permitir que mi mamá casi muriera? ¿Por dejarla llorar sola en su habitación por ti? Perdón, amigo, ¡pero no tienes el maldito derecho de aparecerte tantos años después como si nada, en los que yo jamás te conocí!

Pensé que eso lo molestaría, aunque eso me importaba poco. Que me llamaría malagradecida o algo así.

Pero solo ví tristeza en sus ojos, como si quisiese no llorar.

Y entendí a Quirón, a mi mamá, él lucía tan humano.

— Lo siento —dijo en un hilo de voz—.

Quise gritarle, seguir enfadada, pero no me sentía capaz de hacerlo.

¿Qué se supone qué debía hacer?

Di solo un paso adelante, pero me detuve, porque no sabía si estaba permitido acercarme más, o si él quería que lo hiciera.

Él pareció pensar lo mismo. Lucía titubeante, como si estuviera pensando en si era correcto abrazarme o no, o si estaba permitido. Si era lo último, no le importó. Él dió otro paso hacia delante, mirándome como si quisiese saber si tenía intenciones de abrazarlo o no.

Aún tenía un sinfín de emociones, sentimientos encontrados. Pero asentí muy levemente, y él dio el último paso para abrazarme con fuerza.

Me pregunté muchas veces como se sentiría un abrazo de él, y eran tal como los imaginé.

No sé cuánto tiempo pasó en el abrazo, no quise preguntarmelo. No quería que terminara. Creo que, desde el día que llegué al Campamento, era la primera vez que me sentía bien. Se sentía tan reconfortante como las veces que mi mamá me cantaba hasta dormir.

¿Pensaba él en mi mamá?

Habían muchos dioses que aclamaban amar a alguien, y sin embargo, no les era difícil reemplazarles, o ya tenían una familia que les recibiera. Pero por todo lo que había oído del resto, sabía que yo era hija única, y desde hace años, mi padre no había aclamado estar con alguien.

Supongo que hace sentido, es el dios de la lealtad, no traicionas a alguien de quien te preocupas. Es como si la diosa del matrimonio tuviera un hijo bastardo.

Cuando rompimos el abrazo, él no se alejó, apoyó su mano en mi mejilla. — Estás muy grande.

Al estar corta de palabras, asentí.

Soltó una risa triste, limpiando sus lágrimas aunque sus ojos seguían cristalinos. Yo intenté no seguir sollozando pero cuando él acarició mis mejillas e intentó secar mis lágrimas no pude controlarme. A pesar del resentimiento o rabia que podía tenerle, me sentía como una niña pequeña llorándole a su papá después de caerse andando en bicicleta por primera vez. Yo nunca había vivido eso, pero estoy segura que se sentiría así.

The ProphecyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora