-7-
Matt
Parecía mentira, pero había conseguido que Olive se abriese a Jacob y Ashley, que confiara en ellos y que los viera como lo que eran, sus amigos y no sus enemigos y, aunque parezca extraño, incluso yo, había transigido a pasar más tiempo con ellos y con las amigas de Ashley, tan solo, por estar cerca de Olive. Necesitaba pasar tiempo cerca de ella, saber que estaba bien. Y la veía feliz, o por lo menos, contenta y relajada. Ella quedaba de vez en cuando con las chicas y se notaba que eso le hacía bien y la distraía de los problemas que tenía, porque, aunque no me los contara, sabía, o más bien, intuía, que los tenía y graves.
En estas semanas que hacía que nos conocíamos, notaba como esa chica, tímida y apocada que pasaba de puntillas por el instituto, influía en mí de una manera brutal. Había conseguido que Matt, el taciturno, el solitario, el que prefería pasar su tiempo a solas inmerso en sus pensamientos, de repente, saliera de su cascarón y se integrara en un grupo de amigos del que no había hecho uso hasta ahora y saliera como un adolescente más por ahí con sus amigos. Olive hacía que, a cada gesto suyo, el corazón me pegara un brinco y me costara incluso estar físicamente cerca de ella porque su proximidad, literalmente, me revolucionaba el cuerpo y la mente, por lo que muy a mi pesar, en los últimos días había tenido que mantener un poco las distancias. No quería quedar en evidencia, no cuando sabía que ella no tenía ningún interés en mí que fuera remotamente romántico, me lo dejó muy claro el día que la conocí, y que podría reaccionar encerrándose en sí misma otra vez y perderla. Y, joder, no quería perderla por nada del mundo, me costaba admitir, que a lo mejor yo sí sentía algo más allá de la amistad por ella, y no, no era sexual (o al menos, no sólo era sexual, porque también tengo que confesar que me imaginaba haciendo muchas cosas con ella que podrían escandalizar a alguna abuelita). Me costaba muchísimo asimilar que, yo, Matt Miller, el que no se implicaba con ninguna chica ni salía con ellas, el que sólo tenía rollos que, rara vez, repetía para que no se pillaran porque la palabra relación no estaba en su vocabulario, estaba interesado en alguien de verdad y estaba sufriendo como un cabrón por ella.
Hacía unos días que había oído que Stan, el capitán del equipo de fútbol, iba a dar una fiesta en su casa. Era la noticia estrella del instituto, no por la fiesta en sí, porque de normal la gente solía hacer fiestas en cuanto sus padres se largaban un fin de semana a algún sitio, sino porque Stan era el capitán del equipo de fútbol y eso significaba que toda la gente popular del instituto iría.
Por mi parte, no tenía ninguna intención de acudir, no podía soportar a esos engreídos del equipo de fútbol que, seguro que la liaban parda en la fiesta, y a todas esas animadoras que iban a estar revoloteando alrededor de ellos y que no iban a idear ni una buena. Yo sabía perfectamente lo que significaba una fiesta en casa de Stan: alcohol, drogas, sexo y desfase. No estaba por la labor de contribuir a todo ese caos y mucho menos quedarme a ver como drogaban a alguna pobre chica para poder aprovecharse de ella (no sería la primera vez, por desgracia).
Lo que yo no esperaba, ni por asomo, era que Olive sí tuviera intención de acudir a esa fiesta y juro, que en el momento en el que me dijo que acudiría con las chicas y Jacob (que no me había comentado nada, el muy cabrón), se abrió la tierra debajo de mis pies. Intenté que no se notara, pero creo que no resultó porque mi cara cambió tan pronto como me dijo que ella sí quería ir. Era carne de cañón para esos chicos... especialmente para Owen. Había notado como la miraba y se la comía con los ojos cada vez que se cruzaban por los pasillos. Si él no había movido ficha no era porque no le apeteciera, era porque no quería enfrentarse a Erin que se pondría como una loca y por consiguiente tendría problemas con Stan. Pero que coincidieran en una fiesta podía dar lugar a muchas situaciones y ninguna me gustaba. Sin poder evitarlo se desató un infierno dentro de mí de sentimientos que no fui capaz de controlar, empezó a dolerme la cabeza y juraría que hasta el pecho, ¿cómo era posible que el mero hecho de que otro pudiera tocar a Olive despertara todo esto dentro de mí? Tuve que marcharme al aparcamiento y encerrarme en mi coche porque no era capaz de pensar con claridad, ni en nada que no fuera Olive en esa fiesta con todos esos mamones alrededor y todas las hienas de las animadoras que no iban a tener misericordia con ella como Owen, o cualquier otro, se encaprichara esa noche de ella, porque, en un contexto así, no iba a servir de nada que su prima fuera Erin, ni que esta saliera con el capitán del equipo de fútbol. Todo el mundo lo sabía, las fiestas eran terreno pantanoso, tierra de nadie. Lo que pasaba en la fiesta, se quedaba en la fiesta. Y todo estaba permitido.
ESTÁS LEYENDO
¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?
RomanceLa historia de Olive no empezó bien. A sus dieciséis años ha tenido que vivir situaciones que no debería haber vivido y parece que el destino no se lo ha puesto fácil pero ¿se dará cuenta del potencial que tiene? ¿Podrá ser capaz de aferrarse a las...