Cap. 11: Olive

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Hacía tanto tiempo que no me sentía tan feliz que incluso podía sentir el miedo que eso me producía, aunque resulte paradójico. Opinaba que en cualquier momento mi burbuja estallaría y volvería a ser la desgraciada de antes, pero dentro de todo ese caos de incertidumbre que se generaba en mi cabeza, mi corazón me decía que, por primera vez, disfrutara de lo que tenía, y lo que tenía era a Matt.

Que Matt me hubiera confesado todo lo que sentía por mí me hacía estar en una auténtica nube, era un sentimiento totalmente desconocido para mí. Me idolatraba. Matt cuidaba hasta el más mínimo detalle para que me mantuviera en un estado de paz y tranquilidad constante. Incluso había conseguido colarse en mi familia y se había ganado a dos huesos duros de roer como eran mi hermano Pet y mi madre, pero sobre todo Pet, que siempre había tenido un sentimiento de protección hacia mí muy desarrollado por todo lo que por desgracia habíamos tenido que vivir juntos.

Las semanas iban pasando, el curso iba transcurriendo y la vida parecía fácil a su lado.

Faltaban pocas semanas para el baile de fin de curso y las chicas y yo andábamos revolucionadas porque en Estados Unidos no hay nada mejor cuando eres adolescente que un buen baile de instituto. Podríamos decir que ahí es donde se cuece todo lo suculento que acontece en el instituto y da para tener chismes suficientes hasta el siguiente.

Podría parecer que un evento de esas características me generara ansiedad o intranquilidad, de hecho, hasta no hace mucho así era, pero es que con Matt a mi lado era todo de color de rosa. Sabía que nadie osaría hacerme daño mientras él estuviera a mi lado.

Al día siguiente, las chicas y yo, habíamos quedado para ir a mirar vestidos a un centro comercial que se encontraba cerca del pueblo. La idea era comer allí y poder pasear por las tiendas por la tarde probándonos ropa y disfrutando de nuestra compañía. Una tarde de chicas en toda regla en la que poder tener confidencias sin nadie revoloteando alrededor con la parabólica puesta, ¿por qué no decirlo?

Ashley llevaba unos días bastante rara, parecía ausente y que le preocupaba algo, incluso en un primer momento había rechazado el venir con Ava, Maya y conmigo, pero era inconcebible que ella no participara de una jornada como esa, era el alma de la fiesta y del grupo. Me tenía preocupada porque no era una actitud típica de ella y aunque se empeñara en decir que estaba bien, en el fondo, yo percibía que eso no era así como lo contaba. Decidí que llamarla sería una buena idea para tantear el terreno.

- ¡Hola Ash! ¿Qué haces?

- Uff estoy aquí tumbada en el sofá, no me encuentro demasiado bien. Tengo un mareo...

- ¿Qué te pasa? ¿Te ha sentado mal algo o es malestar sentimental? Estás un poco apagada últimamente. ¡Si sólo son las cinco de la tarde!

- Tengo el estómago revuelto, no sé que me pasa, llevo varios días así e incluso he vomitado alguna mañana.

- ¿Has ido al médico? Quizás necesites que te receten algo para sentirte mejor.

- No, no me apetece nada ir al médico, veré si se me pasa en unos días, es posible que me haya sentado algo mal o incluso sea algún virus.

- ¡Ostras tía! No me pegues ningún virus que no me apetece nada pasarme el día vomitando – me reí para que intuyera la broma en mis palabras y un poco para quedarme tranquila si me seguía el rollo.

- Igual sería mejor que no fuera mañana de compras, por si acaso – esto no pintaba bien.

- No digas tonterías, Ash, mañana seguro que te sientes mejor y, además, si no vienes, no será lo mismo sin ti. Somos las cuatro mosqueteras, tía. Y no olvides que necesito de tu asesoramiento, soy un desastre en cuanto a moda y en la vida en general. Si hay que compartir virus, se comparten. Y punto.

¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora