No nos costó demasiado instalarnos en casa de Matt.
Había algo que me chirriaba en todo esto porque no tenía ningún sentido que la abuela de Matt se preocupara de que Matt estuviera unos días solo en su casa, era un chico de casi diecisiete años, que se valía por sí mismo hacía muchísimo tiempo y, que mi madre hubiera aceptado la proposición sin rechistar, era otra cosa para tener en cuenta. Había dado el visto bueno a pasar unos días en casa de una persona que apenas conocía y con la familia al completo. ¿Veis por dónde voy? Conocía lo suficiente a mi madre como para saber que el único motivo para aceptar no había sido hacerle compañía al novio de su hija, era algo que tenía súper claro, nítido.
La casa de Matt era imponente, mi familia y yo no habríamos ni llegado a soñar con algo así nunca, pero aquí estábamos, sentados en el salón, viendo como los pequeños jugaban sin parar de correr porque ese salón era igual de grande que toda nuestra casa al completo, y mi madre, mientras tanto, hacía la cena en la cocina. ¿Podía alguien pellizcarme para saber que no estaba sufriendo una alucinación, por favor?
Matt estaba encantado, no se separaba de mí en ningún momento y estaba pendiente de que todos estuviésemos cómodos. Notaba como me miraba y me hacía a la idea, de que en una casa tan grande iba a ser imposible evitar que en algún momento nos encontráramos a solas en algún sitio. Esa casa tenía demasiados recovecos, ya sabéis. Habían pasado bastantes días desde lo que ocurrió en la casa del lago, que no conseguía apartar de mi cabeza, y los dos nos quedamos con ganas de más, pero el descubrimiento del embarazo de Ashley había tirado por tierra toda la voluntad que había reunido para afrontar esa primera vez con Matt y nos había mantenido bastante distraídos. Ahora, los dos durmiendo bajo el mismo techo, y con la intimidad que da el no tener unas habitaciones pegadas a las otras, no sé si íbamos a ser capaces de mantenernos con las manos quietas. Por suerte, yo había empezado a tomar la píldora al día siguiente de la visita al centro de planificación familiar con Ashley, por lo que el pánico que se había desarrollado en mí a quedarme embarazada había disminuido considerablemente. Aun así, no las tenía todas conmigo.
Cenamos todos juntos alrededor de la mesa del comedor y disfrutamos mucho de la cena, se nos veía contentos y distendidos, aunque en los ojos de mi madre seguía viendo un punto de preocupación que no me gustaba nada. Por primera vez en nuestra vida, disfrutábamos de una cena en un lugar como ese y, tanto mis hermanos como yo, no podíamos dejar de estar maravillados ante lo que nosotros considerábamos un lujo y algo totalmente excepcional.
- Matt, has sido muy amable dejando que nos quedemos aquí contigo, aunque sea por hacerte compañía – mi madre sonreía al decirlo, pero era una sonrisa que no le llegaba a los ojos.
- Para nada, Mary, con vosotros aquí me sentiré mucho menos solo, de normal esta casa está muy vacía y me gusta veros aquí y que me acompañéis. Seguro que estamos fenomenal estos días hasta que mi abuela regrese.
- Tío, ¿he visto que tenéis una especie de cine? – Pet había estado investigando por la casa.
- Bueno, yo no lo llamaría cine – se carcajeó Matt – pero es una sala donde tenemos unos sillones hiper cómodos y ponemos las pelis en un proyector. Está muy chula. Si quieres, podemos ver alguna peli en algún momento.
- ¡Me encantaría!
- ¡A nosotros también! – gritaron los pequeños al unísono.
- Bueno, bueno, chicos, no quiero que abuséis de la hospitalidad y generosidad de Matt, ¿de acuerdo? – mi madre aguantaba la risa mientras se dirigía a los tres chicos – consultad siempre con Matt cualquier cosa, recordad que no estáis en vuestra casa y sería de mala educación tomarse demasiadas libertades.
- Señora Stone, siéntanse todos como en su casa, por favor, no quiero que estén cohibidos o dudando si hacer o coger algo. No es necesario que me pidan permiso para nada. Los días que estén aquí, están en su casa.
Cuando la cena terminó, disfrutamos de un rato en el salón de charla distendida, contando anécdotas y por un momento, vislumbré lo que podría haber sido nuestra vida si el impresentable de mi padre no hubiera estado en ella, si en lugar de él, hubiéramos tenido a una persona que nos quisiera y nos cuidara. Era posible que no tuviéramos tantos lujos como tenía Matt, o sí, nunca lo sabremos, pero nuestra vida no hubiera sido una sucesión de miedo, incertidumbre e infelicidad (amén de los palos que nos llevamos). Hubiéramos disfrutado de veladas como esta, de estabilidad y de la certeza de saber que estábamos a salvo de todo, que nuestra casa, nuestra familia, era nuestro lugar seguro en el mundo. Nada más lejos de la realidad. Pero eso ya no tenía demasiado sentido pensarlo porque desgraciadamente no somos capaces de cambiar el pasado, aunque sí podemos forjar lo que queremos que sea nuestro futuro, y estaba decidida a que mi futuro fuera lo más diferente posible a mi pasado. Era lo único que tenía claro a mis dieciséis años.
Poco a poco nos fuimos retirando a nuestras habitaciones para descansar, ya que al día siguiente teníamos clase. Los primeros en abandonar el salón fueron los pequeños ante gritos de protesta, pues estaban alucinados, e imagino que emocionados, con esta experiencia de tranquilidad en una casa enorme y con todas las comodidades a su alcance. Si yo hubiera sido ellos, también hubiera protestado por ir a la cama pronto.
Entramos cada uno en nuestra habitación y cuando cerré la puerta de la mía, me quedé con la espalda pegada a la misma y mirando en derredor, lo único que podía pensar era que, después de tantos años viviendo en una casa tan minúscula como la mía, donde las habitaciones en su mayoría eran compartidas, y en mi caso, medían apenas unos pocos metros cuadrados que escasamente alcanzaban para albergar los muebles indispensables, la grandiosidad de la habitación en la que me encontraba me cohibía y asustaba a partes iguales, me hacía sentirme demasiado sola y aislada del mundo. Además, la casa era tan enorme que las habitaciones distaban mucho unas de otras, e incluso, se distribuían en varios pisos. Cuando uno se siente solo ya de por sí, encontrarse en un lugar como ese, puede acrecentar ese sentimiento de abandono o soledad y a mí, me estaba costando procesarlo.
Haciendo un poco de tripas corazón de todo eso que pensaba, decidí que lo mejor era darme un baño e intentar relajarme, tampoco había disfrutado de muchos baños largos, con sales aromáticas, ni nada que se le pareciera a lo largo de mi vida, así que, quizás era un buen momento para aprovechar la coyuntura y dejarme llevar.
Efectivamente, el baño me sentó estupendamente, pero, también es verdad, que ese tiempo de relax para pensar en todo y en nada, había contribuido a que mi mente volara hacia Matt, hacia lo que vivimos en la casa del lago y, sobre todo, en esa tensión sexual que teníamos entre nosotros y que yo, no me había decidido a resolver. Todos esos pensamientos hicieron que más que relajada, saliera bastante "alterada", por lo menos a lo que a mis hormonas se refería. Y entonces, se me pasó una idea por la cabeza porque si había llegado a alguna conclusión en esos momentos de paz mental en el baño, es que la vida era realmente imprevisible y había que disfrutar del aquí y el ahora.
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¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?
RomanceLa historia de Olive no empezó bien. A sus dieciséis años ha tenido que vivir situaciones que no debería haber vivido y parece que el destino no se lo ha puesto fácil pero ¿se dará cuenta del potencial que tiene? ¿Podrá ser capaz de aferrarse a las...