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Olive // Matt
Olive.
Había llegado al fin el día de la fiesta, la primera fiesta de mi vida porque nunca me habían invitado a una en el antiguo instituto. Allí no me invitaban a fiestas... más bien la fiesta era yo de una forma siniestra y macabra. Pero no quería pensar en eso ahora, estaba emocionada porque parecía que las cosas en este insti eran distintas, por fin me sentía integrada y sin nadie que me arruinase la estancia en el mismo. Había cogido mis cosas para ir a casa de Ashley y arreglarnos todos juntos allí. Me habían mandado un mensaje hacía diez minutos diciéndome que ya estaban todos y preguntándome si me quedaba mucho para llegar, pero es que tenía que andar como unos veinte minutos hasta su casa, por desgracia la mía se encontraba bastante apartada del pueblo.
Esa iba a ser la primera vez que pisaba la casa de uno de mis compañeros de clase y, cuando llegué a casa de Ashley me detuve, de pie, frente a la puerta de entrada y no pude más que pensar cuan diferentes eran nuestras vidas, casi tanto como nuestras casas. Eran un fiel reflejo de la realidad que nos abordaba a cada una. Unas personas nacían con todo y a otras parecía que la vida nos pasaba factura por cada miseria que nos pasara. Sólo había que echar un vistazo, estaba frente a una casa enorme, de estilo colonial, de dos pisos y con una buhardilla en la parte de arriba, coronada por un tejado gris. Era preciosa, nada que ver con la casita donde vivíamos mi madre, mis hermanos y yo, pero, aunque pareciera que no valía mucho comparándola con esta, en el fondo, debíamos estar agradecidos porque si no nos hubiesen prestado esa casa, no tendríamos donde vivir, literalmente. Era una segunda oportunidad que la vida nos ponía delante y la vida no solía dar demasiadas segundas oportunidades. Supongo que en otras circunstancias hubiésemos ido a casa de mi abuela o de mi tía Linda o en el peor de los casos a una residencia para mujeres víctimas de la violencia de género, pero no hubiera sido lo mismo. Aquí podíamos vivir los cinco juntos, sin nadie ajeno a nuestro núcleo familiar y hacer nuestra vida de manera tranquila.
Al poco de llamar al timbre apareció Ashley corriendo y saltando, exultante. Estaba radiante y contenta, no podía negarlo, la fiesta de Stan era algo que nos tenía a todos revolucionados hacía algunos días.
- ¡Hola Oli! Pasa, los chicos están en mi habitación arreglándose. ¿Has traído todo? Bueno, no pasa nada, si se te ha olvidado algo, yo tengo de todo – hablaba de manera atropellada y se notaba lo exaltada que estaba ante el acontecimiento del mes.
Estaba preciosa con sus pantalones y su top nuevos, Ashley era una chica muy resultona, con esa piel tan blanca y esa melena rojo fuego que tenía. Llevaba una toalla envuelta en la cabeza en esos momentos que le daba un aspecto raro, pero, aun así, se la veía deslumbrante y feliz.
Subimos las escaleras hasta el primer piso y cuando entré en la habitación, el corazón me dio un brinco porque, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en la pared, estaba Matt, como si la cosa no fuera con él. ¿Por qué estaba allí? ¿Había cambiado de opinión y vendría a la fiesta? Mi corazoncito abrazó esa posibilidad con esperanza y la retuvo dentro de él. Matt y yo en una fiesta... la sola idea me encantaba.
Nuestra relación se había estrechado un poco más desde el día que me llevó a casa porque perdí el autobús y me había ofrecido recogerme todos los días para ir a clase y llevarme de vuelta a casa cuando estas acababan. Me sentía cómoda con él, pero no podía obviar lo que mi cuerpo y mi corazón sentían cuando él estaba cerca de mí. Por otro lado, la gente, nuestros amigos en especial, estaban un poco confusos en cuanto a lo que se cocía entre nosotros pero no decían nada al respecto. No éramos pareja, no nos comportábamos como tal, pero teníamos rutinas de pareja. Por eso, cuando lo vi allí sentado, divertido con todo el histerismo que las chicas transmitían y el caos en el que habían sumido la habitación de Ashley, un rayito de esperanza se abrió en el horizonte de mi corazón: quizás lo había pensado mejor y nos iba a acompañar. Aun así, no me atreví a peguntarle, aunque no pudiera quitarle los ojos de encima y mi interés estuviera centrado en su persona y en todo lo que hacía, y no en las chicas que corrían de un lado a otro revoloteando por la habitación con maquillaje, rímel, pintalabios, y todo lo necesario para estar espectaculares esa noche.
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¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?
RomanceLa historia de Olive no empezó bien. A sus dieciséis años ha tenido que vivir situaciones que no debería haber vivido y parece que el destino no se lo ha puesto fácil pero ¿se dará cuenta del potencial que tiene? ¿Podrá ser capaz de aferrarse a las...