Esa mañana había quedado con el asistente social y uno de los agentes que nos asignaron aquí cuando nos mudamos después de la última agresión de mi exmarido, Me habían llamado la tarde anterior y me convocaban a esa reunión con carácter de urgencia, pero había preferido no decir nada a los chicos para no preocuparlos. Que las autoridades se quisieran reunir conmigo con tanta prisa, desde luego no presagiaba nada bueno y yo misma no sabia cómo reaccionaría si las noticias eran malas (de lo que tenían toda la pinta), por lo que mejor que los chicos, de momento, no supieran nada, ni estuvieran presentes.
Por suerte, mi jefe era un hombre encantador que comprendía la situación en la que nos encontrábamos y me facilitaba mucho las cosas dejando que los horarios los compusiera un poco en base a mis necesidades, lo que era de agradecer con todo mi corazón porque lo último que quería con todo lo que habíamos pasado era desatender a mis hijos por mucha falta que nos hiciera el dinero. Necesitaban tenerme cerca, igual que yo a ellos, eran mi máxima prioridad.
Cuando llegué al Mushroom (los cité allí para poder tener una mejor coartada si alguien les contaba a los niños que nos habían visto) tanto Elise, la asistente social, como Fred, el agente de paisano que había estado al cargo de protegernos meses antes, estaban ya sentados en una mesa y su cara era de auténtica preocupación. Admito que mi mente me estaba jugando una mala pasada y me había quedado plantada en la puerta de entrada a la cafetería sin ser capaz de dar la orden correcta a mis piernas para que se movieran y poder acercarme hasta donde ellos estaban, pero el mismo miedo me paralizaba todo el cuerpo. Vi a Ronald que me miraba desde la barra expectante y creo que, de alguna manera, intuyó lo que me pasaba porque vino en mi rescate, llegando hasta donde yo estaba y cogiéndome de un brazo para acompañarme hasta mi destino y haciendo que mi cuerpo avanzara.
- ¿Estás bien Mary? ¿Necesitas que me quede contigo? No me importa acompañarte mientras hablas con estos señores y supongo que a ellos tampoco les importará si eso te hace sentir mejor – Ronald me miraba fijamente a los ojos intentando que la comunicación fuera directa entre él y yo, y transmitiéndome toda la confianza de la que era capaz.
- De acuerdo Ronald, quédate, si no es inconveniente. Quizás necesite una mano amiga cerca – el pánico empezaba a paralizarme y había empezado a sudar profusamente.
Tomamos asiento y no se anduvieron con rodeos. Fred me notificó la huida de Darren de la cárcel y que estaba en paradero desconocido desde hacía varios días. De momento era una incógnita dónde pudiera encontrarse y era complicado que hubiera podido averiguar dónde estábamos nosotros, pero, no obstante, era necesario activar el protocolo que se establecía para estos casos y reforzar la seguridad tanto en la casa como en la escuela. De momento era mejor que los niños no supieran nada y que siguieran con su vida normal, los agentes se encargarían de tenerlos vigilados sin necesidad de crearles la ansiedad de saber que su padre podía aparecer en cualquier momento.
Ronald se había quedado lívido, al igual que yo, y apretaba mi mano sin mirar a un punto concreto. Parecía en trance.
- Bien, Mary, no te preocupes, os vamos a cuidar. De momento, si te parece bien, te acompañaré a casa cuando salgas de tu turno para que no vayas sola. – Tengo que decir que la actitud protectora de Ronald me sorprendió, no esperaba una reacción así por su parte, pero estaba realmente afectado.
- Ronald, no te preocupes, no quiero ser una carga ni una molestia para nadie, bastante tienes ya con el restaurante y tu familia– y lo decía totalmente en serio.
- Mary, no eres ninguna molestia. No podría soportar que te pasara nada ni a ti, ni a tus hijos – me quedé sin palabras.
- Bien, en ese caso señor Planket, usted se ocupará de acompañar a la señora Stone cuando salga de trabajar. Es importante que tengamos un registro de todas las personas cercanas a ustedes y que sepamos que son de su máxima confianza – afirmo el agente Fred.
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¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?
RomanceLa historia de Olive no empezó bien. A sus dieciséis años ha tenido que vivir situaciones que no debería haber vivido y parece que el destino no se lo ha puesto fácil pero ¿se dará cuenta del potencial que tiene? ¿Podrá ser capaz de aferrarse a las...