Cap. 1: Olive

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AVISO LEGAL

Este libro es un trabajo de ficción. Todos los nombres, personajes, lugares y sucesos son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de forma ficticia. Cualquier parecido con sucesos, lugares o personas, vivas o muertas, es una coincidencia.

El libro puede contener escenas sensibles que incluyen violencia y palabras malsonantes, por lo que no se recomienda su lectura a personas menores de 18 años.

Todos los derechos reservados. ©

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Olive

Era mi primer día en el nuevo instituto.

Habíamos tenido que mudarnos a mitad de curso porque la situación se había vuelto insostenible en casa y finalmente, los servicios sociales y las autoridades habían recomendado a mi madre que hiciera las maletas, nos cogiera a mis hermanos y a mí y nos fuéramos porque lo que pasaba dentro de esa casa no iba a terminar bien de ninguna de las maneras.

Me encontraba muy ansiosa, de hecho, debido a toda la ansiedad que me había producido todo lo vivido, había desarrollado una especie de pánico incontrolable hacia los espacios abiertos y, sobre todo, a aquellos donde se reunía mucha gente. El psicólogo nos había dicho que era algo denominado fobia social, y que tenía la esperanza de que, con terapia y paciencia, remitiera y pudiera hacer una vida totalmente normal en algún momento porque por suerte todavía era muy joven. El problema es que, con dieciséis años, tener una fobia que te incapacita para tener una vida como cualquier adolescente, lo único que ocasiona es todavía una mayor ansiedad, lo que se traducía en vómitos y desmayos que no podía controlar y en cualquier sitio sin previo aviso, entre otras cosas.

Había entrado en el nuevo instituto e intentaba mantener mi corazón y mi estómago a raya, lo que estaba siendo realmente difícil. Llevaba el uniforme nuevo puesto: chaqueta de punto azul marino, polo blanco con el escudo del instituto, falda plisada gris con motivos de pata gallo y calcetines hasta la rodilla del mismo tono que la chaqueta de punto. Aunque no era demasiado incómodo, la ansiedad hacía que pareciera que me apretaba absolutamente todo: la chaqueta de punto, el polo, la falda... hasta las medias parecía que querían estrangularme. Me faltaba el aire en los pulmones y cuando intentaba respirar hondo me abrasaban y aunque yo sabía que era la ansiedad la que me producía todas esas sensaciones, siempre me quedaba la duda de si iba a morir en ese instante de un ataque al corazón. El pánico me perseguía, pero con todo lo que habíamos pasado, no era para menos.

Esa mañana, antes de salir de casa, mi madre estuvo dándome ánimos. Nos habíamos sentado frente al espejo de mi habitación y había intentado que me serenase. Ella sabía lo que pasaba dentro de mi cabeza y la experiencia en el anterior instituto no había ayudado lo más mínimo. Sabía que, de los cuatro, yo era la que peor lo había pasado. Mis hermanos, todos varones, se habían librado de algunas cosas que por desgracia yo no. Y eso, marcaba la diferencia. En todo caso, me consolaba que el monstruo que teníamos por padre, aunque nos había maltratado a todos, se había ensañado sólo conmigo porque Peter tenía dieciocho años y hacía tiempo que le sacaba una cabeza y estaba más fuerte que él, y, Mark y Nate aún eran pequeños porque sólo tenían seis y dos años.

Los servicios sociales nos habían proporcionado una casa adosada, pequeña, donde apenas cabíamos los cinco, pero en la que se supone que deberíamos estar a salvo de mi padre, al que la jueza había interpuesto una orden de alejamiento de todos nosotros después de la última paliza.

¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora