Cap. 20: Matt

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Estaba ya metido en la cama, relajado después de todas las noticias de los últimos días y leyendo un poco, cuando de repente, me sobresaltó el ruido de la puerta de mi habitación abriéndose, aunque sin mirar, podía hacerme un poco a la idea de quién podía ser. En efecto, Olive asomaba su pequeña y linda cabecita tímidamente como pidiéndome permiso para entrar, cuando sabía perfectamente que no necesitaba ninguno, ella podía entrar en mi habitación, en mi corazón y en mi vida, sin autorización previa, siempre.

- Hola, princesa – susurré mientras dejaba el libro que tenía entre las manos en la mesilla en la que había encendida la única lampara con luz en ese momento, y me incorporaba de la cama a su encuentro.

- Hola – las mejillas le ardían, así era mi chica, transparente como el agua y ardiente como el fuego, podía sentir todo lo que se arremolinaba alrededor de esa cabecita.

- ¿Qué haces aquí? ¿Hay algo mal en tu habitación? ¿o simplemente no has podido resistir la tentación de venir a ver a tu novio en pijama? – sabía perfectamente que en su habitación no había nada mal, la había comprobado yo mismo, y esto último lo dije socarronamente, y con la certeza, de que la ruborizaría aún más porque mi pijama era inexistente, mi único atuendo era un bóxer negro.

- La habitación es perfecta, salvo por una cosa... – Olive estaba empezando a ponerme nervioso por la forma en que se retorcía los dedos, se mordía el labio inferior y evitaba mirarme a los ojos.

- ¿Qué cosa? – me había dejado fuera de juego.

- Tú – se hizo el silencio.

Tal y como pronunció esa única palabra, mis piernas tomaron vida propia y se dirigieron a ella solas, y sin esperar a que mi cerebro les diese la orden de caminar. Olive tenía la habilidad, o el poder, de hacer reaccionar mi cuerpo y doblegarlo a su voluntad. Desde el minuto uno en que la conocí, supe que estaba jodido, que esta mujer me tendría de rodillas a sus pies siempre que ella quisiera.

La envolví dentro de mis brazos y nos miramos como si nunca nos hubiéramos visto. Desplacé una de mis manos lentamente hacía su nuca y con la otra envolví su cintura, acabando con la poca distancia que había entre nuestros cuerpos, lo que hizo que el mío reaccionara al instante a su proximidad. No podía evitar la obviedad de que no había tenido sexo desde que estaba con Olive, no por lo menos como el que había tenido hasta entonces, y mi cuerpo lo sabía de sobra. Desde que la conocía, mis experiencias sexuales habían sido más bien ligeras y se centraban en darme cariño a mí mismo prácticamente en su totalidad. Mi cuerpo estaba hambriento de Olive.

Cuando la acerqué todavía más a mí sin que quedara ni un solo milímetro entre nosotros, mi erección se clavó en el vientre de Olive y ella dio un respingo, pero su cuerpo reaccionó al instante, la camiseta fina de tirantes que llevaba puesta me dejaba muy claro que ella también notaba la excitación y la tensión sexual entre nosotros, sus pechos daban buena muestra de ello y sus pezones se marcaban claramente. Era tanto lo que Olive me importaba, que incluso viéndola entregada de esa manera, no me atrevía a dar un paso más porque sabía de las reticencias y los miedos que ella albergaba en su interior, pero cuando ella chocó sus labios contra los míos, fue como si erupcionara un puto volcán, fue imposible parar.

- ¿Qué es lo que quieres, Olive? – necesitaba la confirmación por su parte de que estaba totalmente segura de lo que, si no me decía lo contrario y yo no estaba muy equivocado, iba a ocurrir entre los dos en breves instantes.

- Te quiero a ti, Matt. Todo.

Bajé con suma delicadeza los tirantes de su camiseta y fui besando el camino que iba dejando desde su mandíbula hasta su hombro. Una vez llegué a ese punto, tiré un poco más de la camiseta y dejé al descubierto uno de sus pechos. Creí que me volvería loco en ese momento, notaba la respiración acelerada de Olive y la mía, y mi erección se había convertido en mármol sólo con esa antesala, seguramente tendría que bajar la intensidad de lo que sentía o me correría sin apenas haberla tocado. Alcancé su pezón con mi boca que lo devoró, y oí cómo salía un gruñido visceral de sus entrañas. Olive gemía bajito, y yo, me volvía totalmente loco. La cogí por las caderas y la alcé hasta que envolví sus piernas alrededor de mi cintura, de manera que su sexo y el mío se alinearon reconociéndose y sufrí tal descarga en mi entrepierna al notar el calor que desprendía el suyo bajo sus pantaloncitos, que por poco me fallan las rodillas y caemos al suelo. Me acerqué a la cama mientras seguía besándola y apoyé su espalda sobre mi colchón, colocándome encima de ella y aguantándome sobre mis brazos para no aplastarla, para empezar a jugar de nuevo con sus pezones, succionándolos, lamiéndolos y soplando, provocando una reacción única en su piel que tenía todo el vello de punta. La imagen de Olive, con su pelo extendido sobre el colchón, era propia de una diosa. Por lo menos yo me sentía en el Olimpo de los Dioses. Le quité la camiseta en un movimiento un tanto brusco porque mis propias ganas estaban empezando a traicionarme, pero me recordé a mí mismo que era la primera vez de Olive y tenía que contener mis instintos más animales y primarios que afloraban con facilidad debido a todo lo que ella provocaba en mi cuerpo. Ella merecía una primera vez memorable y la iba a tener, aunque a mí me explotase la polla en el intento. Fui descendiendo hacia su vientre dejando un reguero de besos por el camino, me moría por probarla, quería conocer a qué sabía y si lo hacía tan bien como me había imaginado en mis más oscuros pensamientos. Cuando llegué a la cinturilla de esos pantalones de pijama mínimos que llevaba, levanté la vista para cerciorarme de que no se echaba atrás porque para mí era importante saber que ella estaba segura de lo que estábamos haciendo.

¿Sabes que las mariposas no pueden ver sus alas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora