Ciclos

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En medio de toda esa gente, resaltaba una mujer. Vestía un vestido rojo escarlata, con un escote fantástico que la convertía en el centro de atención. Su espalda, igualmente descubierta hasta un punto en el que era imposible dejar de mirar. Las otras mujeres golpeaban con el codo a sus maridos para que estos volvieran la vista. Con la elegancia de un ciervo majestuoso aquella dama se acercó a nuestro círculo de personalidades. El coronel Roland muy atento y ágil, para ser un anciano, la tomó del brazo.
—Permítanme presentarles a Lady Valentina, ha llegado de Inglaterra hace unos días.
Uno a uno fue presentándonos con aquella dama de extraordinaria belleza.
—Por aquí tenemos al Jefe de la policía, el señor Braxton. De este lado a uno de los más ricos empresarios el señor Simons.
Por aquí abajo ¡Y tenga cuidado de no pisarle! Se encuentra el teniente Jack.
Aquel hombre de baja estatura pero de un humor exquisito, hizo caso omiso a los comentarios del Coronel. Tomó con delicadeza la suave mano de aquella dama, la besó tiernamente y agregó..
—Usted es la única razón por la que estas fiestas merecen la pena.
—Creí que el champagne y el brandi eran la única razón. Dijo con su suave y sensual voz mientras sus dulces labios rojos sonreían en una implícita orden de que todos rieran con ella.
—Me temo que esa es la única razón querida.
Todos callaron y bajaron la vista al escuchar la voz de aquella mujer.
—Eso y el regodearse de sus posiciones, sus armas, su riqueza y claro, sus aventuras.
Mientras tomaba de golpe un whisky doble, un silencio incómodo se apoderó de todo el grupo.

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