Perdido

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La conversación con Filip, fue una de muchas conversaciones que tuvimos en ruso.
De hecho me ayudó a comprender mejor el idioma, ya que el, lo hablaba con gran naturalidad.
Me contó que las habilidades y experiencia que obtuvo lo hicieron un imprescindible elemento durante la guerra fría.
Las historias sobre sus hazañas, ahora no parecían tan descabelladas.
—¡Dime muchacho! ¿Recuerdas tu accidente?
—Estábamos en una misión en...
Mi compañero...
—¿Recuerdas cómo llegaste aquí?
¿El tiempo que ha transcurrido desde entonces?
—Todo se ha vuelto muy confuso. Respondí a Filip.
—Es por esa píldora que tomas a diario, debes ponerla bajo tu lengua y luego mostrar tu boca vacía. Cuando se marchen sácala de inmediato y la arrojas por el inodoro.
También cuando te interroguen, asegura estar perdiendo la memoria y la noción de la realidad.
—Pero Filip, yo me recuperaré en un par de semanas y saldré de aquí.
—¡Abre los ojos muchacho! Mira a tu alrededor.
Comencé a mirar a a los enfermos, y parecía que nadie ahí estaba enfermo. Solo habían perdido la cordura. No hablaban, algunos incluso dejaban caer la baba como zombies.
Otros caminaban con la mirada perdida, y el resto miraba por la ventana como si lo único que añoraban de verdad era el descanso que la muerte podría brindarles.
—¿Ahora lo entiendes? ¡Mira las puertas! Siempre cerradas con la máxima seguridad.
Esto no es una clínica ni un hospital
Esto muchacho es una prisión, una prisión para la mente.
—¡Tengo que salir de aquí!
Las palabras de Filip y el hecho de estar perdiendo la memoria lograron que el pánico se apoderara de mi. Me puse de pie bruscamente y todos los enfermeros pusieron su atención en mi.
—¡No llames la atención! Siéntate.
—¡Tengo que salir de aquí! Repetí mientras me dirigí a la salida más cercana.
Uno de los enfermeros trató de detenerme al instante.
—¿A donde cree que va señor?
—Ya me siento mucho mejor. Respondí
Mi brazo ya recuperó movimiento y no necesito estar aquí mas tiempo.
—¡Voy a pedirle que regrese con los demás!
—¿Está amenazándome? ¡Soy un oficial de alto rango! ¡No me puede retener aquí!
Hizo una señal a los otros enfermeros y entre tres lograron someterme e inyectarme un tranquilizante. Luego me arrastraron hasta una habitación acolchada.

TransicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora