Capítulo 5. Ficción y fantasía

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Antes de iniciar mi nueva vida de servicio, quise hacer algo especial por mi amigo Sam.
El siempre había querido hacer un viaje en motocicleta. Recorrer la costa, el sur y el norte del estado.
Desempolvó su vieja motocicleta. Una honda de 1980, la llevó a mantenimiento para que fuera seguro conducirla. El mecánico lo felicito por el buen estado en que tenía su vehículo. Después de darle una engrasada y cambiarle algunas refacciones, salió a dar una vuelta para probarla.
—Esta belleza está lista para cruzar el estado. Dijo aquel hombre entregando las llaves a mi amigo Sam.
Yo subí a mi Yamaha y nos dirigimos a la aventura.
Recorrimos toda la costa, y acampamos bajo las estrellas. Con una buena fogata junto a la playa, Sam me confesó que la estaba pasando increíble, y que lo único que lamentaba era que aquel viaje no lo hubiera realizado con alguno de sus hijos. A la mañana siguiente continuamos con la ruta, después de avanzar unos kilómetros llegamos al desierto. En alguna parte de nevada nos detuvimos en un bar para tomar un par de cervezas. El calor estaba intenso, y en el interior de aquel bar, un pequeño ventilador producía un poco de aire que no lograba hacer más agradable la estadía en ese lugar lleno de humo de cigarrillos y música country. Sam y yo bebíamos unas cervezas tranquilamente. En ese momento llegaron al bar unos motociclistas muy molestos.
—¿De quien son esos triciclos aparcados en nuestros lugares? Interrogó el líder de aquella banda de motociclistas.
Sam y yo, de inmediato nos dimos cuenta que se trataba de nuestros vehículos.
Nos quedamos callados, pero todas las miradas de los clientes se fijaron sobre nosotros. Así que el sujeto se acercó a nosotros, el tipo era enorme, tenía una espesa barba y usaba gafas de sol aún en el interior.
—¿Son de ustedes? Nos preguntó con molestia.
—¡Vamos Laurence! Exclamó el dueño del bar.
—Todos los clientes tienen derecho al estacionamiento.
—No te pregunté a ti Harrison ¡Anda! Sirve a mi y a mis muchachos lo que acostumbramos. —En cuanto a ustedes.

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