Capítulo 2.

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Hailey.

El aire helado de la mañana me envolvía en un frío abrazo, cada bocanada de aire que inhalaba se sentía como una punzada en mis pulmones. El leotardo negro que llevaba ajustado al cuerpo ofrecía poca protección contra el frío, pero ese no era el problema, era el peso de las placas de hierro en el pecho, cuello y abdomen, colocadas estratégicamente para proteger mis zonas más vulnerables, eran tan frías y pesadas, sería más rápida sin ellas, aún así, tenerlas me daba una sensación de seguridad.

Sin embargo, hoy ese peso se sentía distinto. Más opresivo. Era como si cada pieza fuera un recordatorio tangible de lo que estaba a punto de enfrentar. Y a todo esto, ¿que es lo que estoy por enfrentar?.

Mis dedos temblaban ligeramente mientras ajustaba la última hebilla en mi cuello, aunque no era por el frío. Miré mis manos por un segundo, tratando de calmarme, pero el nerviosismo crecía en mi pecho, expandiéndose como una marea que no podía detener. Nunca había tenido problemas en los entrenamientos. De hecho, siempre me destacaba. Mi cuerpo conocía el ritmo, la fuerza, el movimiento. Mi instinto me guiaba, siempre certero. Y aunque no sea muy grande, soy rápida. La rapidez le gana a la fuerza.

Cameron estaba a mi lado, como siempre. Su cabello rizado estaba pegado a su frente por el sudor, sus bonitos dientes mordían su labio inferior con fuerza y sus manos temblaban ligeramente. Su presencia normalmente me calmaba, su cercanía era como un ancla en medio de la tormenta. Pero incluso él parecía algo diferente hoy, no era ese Cam atractivo y seguro de sí mismo, era... diferente. Era la versión sudorosa y nerviosa de el. Sus manos, habitualmente relajadas y seguras, se movían con rapidez mientras ajustaba sus guantes, pero el leve fruncir de su ceño revelaba su concentración y, quizás, su propia ansiedad.

Ambos sabíamos lo que estaba en juego. El comité de justicia no venía todos los días a observar a los posibles candidatos. Normalmente no aceptan ver candidatos fuera de su cede en Moonborn. No era cualquier prueba. Esto era un momento decisivo en nuestras vidas, ¿cumpliremos nuestro sueño?

Aunque siempre había deseado este día, tenerlo frente a mí hacía que mi mente se llenara de dudas. ¿Seré lo suficientemente buena? La pregunta no dejaba de repetirse en mi cabeza, como un eco incesante.

Alrededor de nosotros, el patio irregular se extendía, un terreno lleno de desniveles, rocas y pequeñas trampas naturales que habíamos aprendido a dominar con el tiempo. Era un campo traicionero, diseñado para prepararnos para lo peor en cualquier batalla a campo abierto, había charcos de lodo y una pequeña laguna ficticia, como dije, pequeñas trampas naturales de un bosque.

Siempre he dominado este campo, conozco cada centímetro de él, y hoy más que nunca sentía cómo esas irregularidades podrían volverse en mi contra si cometía un solo error. Respiré hondo, intentando concentrarme en el suelo bajo mis pies, sentir su familiaridad, recordando cada entrenamiento, cada caída, cada victoria. La rapidez le gana a la fuerza.

Mi mirada vagó como si tuviera vida propia en dirección a las gradas. Estaban llenas. Más llenas de lo habitual, muchas mujeres de servicio estaban ahí, animándome en silencio con miradas orgullosas. Incluso el viejo cocinero Eddard estaba ahí, apoyándose en su bastón y mirando con unas grandes lupas para ver más de cerca. Las voces que susurraban a mi alrededor parecían retumbar en mi cabeza, y aunque no podía escuchar lo que decían, sentía el peso de cada mirada sobre nosotros. Vi a Blair entre la multitud, sus grandes ojos oscuros seguían cada uno de mis movimientos. ¿Se sentiría aliviada de no estar aquí conmigo, o tal vez triste por no estarlo?

No podía evitar preguntarmelo, su rostro siempre tan controlado mostraba una tristeza que no lograba quitarme de la mente. Mi corazón se apretó un poco, siempre habíamos querido esto, los tres, siempre compartimos el sueño de ir juntos a Moonborn y convertirnos en miembros del comité de justicia, que Blair no lo pudiera cumplir era triste.

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